04 febrero 2009

El espíritu de los castellanos


MIGUEL DE UNAMUNO

"Eran almas tenaces, castillos interiores de diamante de una pieza, duro y cortante": 'no me da la real gana'

Fatalismo y librealbitrismo, creencias gemelas (...) [Los castellanos] Se resignan a la ley o la rechazan, la sufren o la combaten, no identifican su querer con ella. Si vencidos, fatalistas; librealbitristas cuando vencedores. La doctrina es la teoría de la propia conducta, no su guía.

En las disputas teológicas que provocaron el calvinismo, primero, y el jansenismo, más tarde, teólogos españoles fueron los principales heraldos del libre albedrío. ¡Frases vigorosas el "no me da la real gana" y el "no importa"! Y aún más enérgicas y castizas (...) que el foco, Brennkpunt, de aquélla son los órganos genitales. Todo español sabe de dónde salen las voliciones enérgicas.

"Y teniendo yo más alma, ¿tengo menos libertad?", grita Segismundo. Tener más alma es tener más voluntad entera, más masa de acción, más intensa; no mayor inteligencia ni más complejo espíritu.

Y junto a esta voluntariedad simplicista de esta genérica casta de conquistadores, fe en la suerte: "Da ventura a tu hijo y échalo en el mar" (...).

Eran almas estas tenaces e incambiables, castillos interiores de diamante de una pieza, duro y cortante. Genio y figura hasta la sepultura; lo que entra con el capillo sale con la mortaja; lo que en la leche se mama, en la mortaja se derrama.

Se confunde el caballero y el pícaro; "en horas de insolación asoma bajo el aristócrata el chulo"

Al plantarse en sociedad cada una de estas almas frente a las otras, prodújose un verdadero anarquismo igualitario, y a la par angelo por dar a la comunidad la firme unidad de cada miembro, un verdadero anarquismo absolutista,un mundo de átomos indivisibles e impenetrables en lucha dentro de una férrea caja, lucha de presión externa con interna tensión.

Fue una sociedad guerrera, y en la guerra misma algo de anárquico, guerrillas y partidarios (...). "Apenas había término medio entre el caballero y el pícaro" -dice el señor Menéndez [Pelayo]-. Confundíanse uno en otro; en horas de insolación asoma bajo el aristócrata el chulo.

MIGUEL DE UNAMUNO, 'EN TORNO AL CASTICISMO' (1895)



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