02 marzo 2011

'Enredados': amena por los pelos

LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 6      

Suerte de esa cabellera quilométrica y sedosa, tan refulgente y aerodinámica, porque si no estaríamos hablando solamente del enésimo producto hiperglucémico a mayor gloria de las monarquías disneyanas y sus inframentales aventuras amorosas (que de todo esto hay).

Ni la glamurosa Blancanieves, ni la oriental Jasmine, ni la desmelenada Sirenita tuvieron jamás el portento capilar de esta Rapunzel del siglo XXI (porque yo lo valgo), que, gracias a una artesanía digital pavorosa, luce toda su pelambrera sobrehumana con una vivacidad que habría dejado cegatos a los hermanos Grimm. Huelga decir que, de existir un cabello así, tan higiénico, estupendo y resistente a pesar de arrastrarse por el suelo y servir de ascensor a diestro y siniestro, L'Oréal, Schwarzkopf y Llongueras se sacarían los ojos por conseguirlo como imagen corporativa.

Utilizado como látigo, como cuerda o como columpio rococó, el pelo de la princesa púber encerrada en su torre es sin duda el mejor personaje cómico de la cinta, que nos regala los mejores momentos cuando rescata el espíritu saltimbanqui de los antiguos cartoons y los modernos Pixars: véase el contrariado galán atado a la silla con la poderosa melena, pegándose constantes trompazos, o la discusión desternillante con el caballo blanco, de olfato perruno y terca determinación por perseguir al doncel.

En el haber de 'Enredados' (Tangled) también hay escenas de acción técnicamente deslumbrantes, como ese embalse hiperrealista que revienta ante nuestros ojos con un gran estallido de agua, o la persecución final donde el caballo salta entre los terrados palaciegos con una planificación literalmente de vértigo.

Pero por lo demás, los virtuosos de la factoría de Mickey Mouse se han limitado a servir un refrito aceitoso de sus clásicos de siempre, más o menos sazonado con ironía moderna -esa adolescente bipolar, ese galán chulesco, ese peinado final desenfadado- pero de evidente y constate pleitesía, aún más que la reciente 'Tiana y el sapo', a aquellos mundos  esbeltos y medievalizantes que se convirtieron en un auténtico canon desde 1937 hasta los años 90.

Hombre, puestos a regresar a los cuentos de hadas, hubiéramos agradecido una villana verdaderamente siniestra y no esa señora morena, insípida y siliconada, más parecida a Cher que a Maléfica, la Madrastra de Blancanieves y las otras malas del panteón. Aquí queda poco del encanto añejo y mucho de la obsesión monárquica y matrimonial de la Disney. Parece que las décadas hayan pasado en vano y quizá será eso lo que atraiga de nuevo a millones de devotos a la taquilla. Por los pelos.

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