06 febrero 2010

'Tiana y el sapo' o el valiente salto atrás


LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA

por JOAN PAU INAREJOS

Nota: 6

Sí: la Disney se ha atrevido. En este siglo XXI de exuberante animación digital, de hiperpixeladas ironías adultas, la vetusta fábrica de sueños ha tenido la osadía de volver al lápiz y a los perdidos mundos de princesas, de villanos clásicos y de animales parlantes. Sólo por eso, 'Tiana y el sapo' merece un aplauso por adelantado.

¿Y el resultado? Bueno, nadie que haya gozado con divertimentos como 'La dama y el vagabundo' (1955) o 'Los aristogatos' (1970) puede sentirse decepcionado con esta nueva fábula que resucita, como si nunca hubieran muerto, los aromas de aquellas historias infantiles serenas, vitalistas, plagadas de números musicales y de dulces sentimientos -casi siempre hasta el empalago.

Además, los creadores de 'Tiana y el sapo' ambientan el cuento tradicional de la princesa y el sapo a la Nueva Orleans de la década de 1920, y esto les permite dar un toque histórico afro-pop, lleno de referencias al jazz y a la estética de la época, con esas ilustraciones de colores planos y esa burguesa celebración de los happy twenties, entre el fragor de cafés, conciertos y cabarets.

Los incondicionales reconocerán aquí una ristra de homenajes en tono menor a los mitos de la galería: el caimán saxofonista, ingenuo y bonachón, evoca al inolvidable oso Baloo ('El libro de la selva', 1967); la primera escena del hogar nocturno donde las niñas escuchan cuentos nos trae al recuerdo la casa de los Darling ('Peter Pan', 1953); el villano de la función, un estilizado y anguloso mago de vudú, toma las facciones de Yafar ('Aladdin', 1992); las escenas de amor fluviales, entre charcas y nenúfares, remiten directamente a 'La Sirenita' (1989)... suma y sigue.

En suma, 'Tiana y el sapo' es un correcto y valiente compendio de las esencias disneyanas del siglo XX, aunque también es de justos reconocer que queda a años luz de las obras maestras que homenajea. Ni la maravillosa bonhomía de 'El Libro de la Selva', ni el humor delicioso de 'Aladdín', ni siquiera el romanticismo ingenuo de 'La Sirenita' encuentran aquí un correlato a su altura.

Más bien, los 97 minutos discurren con cierto relatograma plano, prácticamente sin ningún giro genial, demasiado centrados en las correrías de los batracios por las charcas, y, al fin, la tentación adulta de aburrirse es tan intensa como la de besar al sapo para comprobar si los sueños existen o nos salen rana.

Postadata: desde aquí nuestro homenaje más sincero a los niños de entre 3 y 8 años, que guardan mucho más silencio y maravillada atención que muchos de sus congéneres adultos.

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