17 mayo 2014
'Malditos vecinos': no es una distracción
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 7
¿Quién
es más ridículo: los ninis que exudan calimocho por los poros o los
treintañeros supuestamente maduros que viven para hacer books temáticos de sus bebés? Nicholas Stoller
se atreve a plantear esta duda gamberra, riéndose de unos y de otros en una comedia menos previsible de lo que parece.
El
director angloamericano y sus avispados guionistas toman como referencia las
clásicas películas de vecino contra vecino,
pero la dosis de libertad y mala leche que emplean hace que otros títulos del
género empalidezcan automáticamente y les acerca más bien a la histeria
televisiva de 'Padre de familia'. Groseramente ofensivos e incorrectos, no dejan miembro con látex, perdón, títere con cabeza.
Seth
Rogen y Zac Efron se autoparodian estupendamente, uno como como papá inmaduro
recién llegado al barrio y el otro como chulito tableta-de-chocolate con
ínfulas de líder social. El arranque de la película es impagable, con los
problemas de la pareja para tener sexo ante su retoñito mirón y mofletudo -¡qué
pequeña y qué gran robaplanos!-, y después con la llegada de la hermandad adolescente, con la que deberán negociar condiciones decibélicas.
Jóvenes
juerguistas y papás en apuros, dos mundos que pocas veces se habían visto
las caras en este tipo de películas y cuya guerra sin cuartel, con
camuflajes, sabotajes y tejemanejes por doquier, hace saltar chispas y gozosas
carcajadas. Aunque el tramo central pierde algo de fuelle, a lo largo de la historia se van sucediendo
algunos gags brillantes y preñados de ingenio a pesar de su aspecto festivalero y ceporrón.
Hay
momentos más que pasados de vueltas: el bebé que chupa un preservativo
suscitando un chiste negro sobre el sida, la mujer ordeñada y su tufo misógino o cierto plano tremendamente gore tras una caída
insensata por las escaleras (antológico el amigo tonto proclamando ante el
villano "¡No soy una distracción!"). Los hay llenos de ironía sobre las
imposturas de crecer y madurar, como el macro-dispositivo que se monta el dúo pureta para salir de fiesta con carrito y canastilla hasta que caen rendidos en el intento.
Y hay unas cuantas perlas de parodia cinéfila, como la
fiesta donde los miembros del clan adolescente van disfrazados de
personajes de Robert De Niro y cruzan temerariamente diálogos y películas mal
aprendidas. Stoller reserva no pocos sablazos a esta generación perdida de jóvenes
abismados en su madriguera de porros y narcisismo, peterpanes hormonales que observan con una mueca
torcida a la gente que estudia y trabaja.
'Malditos vecinos', con toda su hipérbole, es inquietantemente contemporánea, y así lo remacha su estilo visual, nervioso y a ritmo de clic, con pantallas de móvil y ordenador que aparecen invadiendo la pantalla. Un estilo a veces literalmente emborrachado, cuando sigue los pasos de un Zac Efron cabreado en su fiesta babilónica. Con delirante batalla final incluida, Stoller y compañía refrescan y reinventan el género y nos hacen cómplices de su gran burrada inteligente.
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