19 marzo 2013

El planeta rojo es gris


Joan Pau Inarejos
Teníamos pocas cosas claras sobre el universo, pero una de ellas era el color rojo de Marte. En medio de la oscuridad informe del cosmos, la tonalidad bermellona de nuestro planeta hermano parecía un souvenir inconfundible del Sistema Solar, e incluso se había asociado a un día de la semana –el martes– cuyo nombre también se deriva del dios romano de la guerra. Rojo, sangre, belicosidad. Todo cuadraba.

Pues no. El Curiosity, nuestro embajador metálico en Marte, nos ha arruinado el titular al extraer una roca del interior del planeta, de sus profundas entrañas ignotas. Con profesional objetividad, el robot ambulante ha mostrado ante las cámaras de la Nasa el resultado de sus andanzas mineras, un polvo mineral con una coloración cenicienta que no admite dudas. Marte es gris.

Al parecer, el tinte anaranjado o rojizo que asociábamos al planeta, el que tantas noches de gloria había dado a Xavier Sardà, no sería más que la oxidación del hierro contenido en sus rocas (parece una tesis de la FAES: ser rojo es estar muy oxidado), de modo que hemos vivido hechizados por un puro espejismo, por un radiante maquillaje. Por encima de nuestras posibilidades visuales.

Podemos apartar la vista del telescopio e incluso negar lo que vemos, como los clérigos que no reconocían las arrugas de la Luna aun observándolas claramente en la lente de Galileo. ¿La luna, pura y cristalina, proverbial esfera perfecta, surcada por valles y montes? ¡Jamás! Sin embargo, el gris marciano seguirá allí, con su impertinente mediocridad, como una vedette que se despoja de sus afeites y abalorios en el camerino.

La piedra del delito ha sido bautizada con el nombre de John Klein, en memoria de un responsable fallecido de la misión, lo cual aún introduce más confusión en el asunto, puesto que se trata de un apellido íntimamente ligado al color azul (el célebre azul Klein patentado por el artista francés Yves Klein). Sin olvidar que los marcianitos de toda la vida han sido inequívocamente verdes. Si el Curiosity lleva razón, en caso de invasión habrá que prepararse para correr otra vez delante de los grises. 

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