30 diciembre 2012
‘Una pistola en cada mano’… y sin munición
per JOAN PAU INAREJOS
Nota: 5
Uno de los argumentos estrella de la modernidad es la cura de
humildad al macho. Camaradas, no somos tan fuertes. Ni tan valientes. Ni tan nobles. Ni
tan duros. Es tan profundo el mito de la masculinidad, tan arraigado y difuso su
reinado cultural (Joan Francesc Mira habla de la culturosidad por analogía con la religiosidad), que estas
deconstrucciones del cromosoma XY, lúdicas o implacables, no dejan de reclamar
nuestra atención morbosa. Es el regodeo por el árbol caído, y háganse cuantas
lecturas fálicas se quiera.
La última (auto)flagelación del Mundo Macho, que diría Terenci
Moix, llega de la mano de Cesc Gay, y con no pocas dosis de ironía
woodyalleniana. El director de ‘En la ciudad’ nos presenta un ramillete de
varones en torno a la cuarentena (los treinta de antes, a efectos narrativos)
cuyas debilidades y torpezas no tardan en salir a flote merced a unos cuantos
exámenes cotidianos. ¿De qué hablan los hombres?, tentador subtítulo para una
comedia que fisgonea en esas conversaciones donde, al parecer de Anthony
Giddens, se hilvana la sociedad entera.
En esta indisimulada operación de marujeo sociológico,
destacan el encuentro a destiempo de dos amigos de juventud
(Eduard Fernández y Leonardo Sbaraglia) y de dos hombres que son enemigos sin
saberlo (Luis Tosar y Ricardo Darín). En orden decreciente de interés, también
seguiremos los pasos de un ex marido (Javier Cámara) y sus patéticos intentos
por volver al hogar conyugal (de una siempre espléndida Clara Segura), para
desembocar en el ligoteo fallido de un chulo de oficina (Eduardo Noriega y
Candela Peña) y las revelaciones cruzadas entre dos parejas en crisis (Cayetana
Guillén-Cuervo y Jordi Mollà versus Leonor Watling y Alberto San Juan).
En el cine y en la vida, es mal negocio empezar fuerte y
terminar desfondado, como lamentablemente parece ocurrirle a la pistola de Cesc
Gay. Los cartuchos se queman demasiado rápido y lo sucesivo es una retahíla de
historias cada vez más cargantes e inconexas. Cierto que al final los cowboys se
reencuentran, pero para entonces ya ha quedado claro que tan importante como
tener revólveres es tener balas suficientes en la recámara.
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