31 diciembre 2012
'El alucinante mundo de Norman': dejad que los muertos se acerquen a mí
per JOAN PAU INAREJOS
Nota: 8
No siempre se te aparecen los espectros en el váter, momificados con trizas de papel higiénico. En tan
irreverente tesitura se ve uno de los fantasmas de esta feliz película, cuya entrada
en escena, tuberías mediante, provoca una brutal erupción destructiva en el
retrete. ‘El alucinante mundo de Norman’ (‘ParaNorman’ en el marginado título
original) es una gran lección, en muchos sentidos, sobre cómo desenvolverse en
el tan histérico y concurrido mercado de la animación.
De entrada, esta historia de un niño que se comunica con los
muertos nos recuerda que el gag visual, el puro showing, está en el ADN del género. El cuento de Norman nos regala
unos cuantos: el tira y afloja del niño con un tieso cadáver para arrebatarle
un preciado libro, los contratiempos del gordito Neil para saltar la verja, el
ciudadano acosado por los zombies en una máquina de snacks, el encontronazo de
los zombies con el mundo McDonald’s, el ya citado Vatergeist…
Segunda lección: añoramos lo auténtico. Las factorías
informáticas lo han hecho todo tan perfecto, tan homogéneo, tan volátil, que
nuestro niño interior salta de gozo al contemplar esos cielos sedosos y
embrujados, esos diseños urbanos de casa de muñecas o las marañas del bosque
tan cercanas al viejo espíritu Grimm-disneyano. Una vez más, la técnica
stop-motion (captura de movimientos) consigue un mundo harto más cercano y
palpable que el cacareado digital 3D.
A lo largo y ancho de estos paisajes se pasean unos personajes
no menos vivarachos, fantástica galería de caricaturas entre las que se cuenta
el introvertido Norman, el cachas Mitch, la atronadora profesora de teatro, o
los hilarantes zombies del siglo XVIII, que reviven a causa de la maldición de
una bruja de estampa luminiscente. Los directores Chris Butler y Sam Fell, de
la misma productora que alumbró la maravillosa ‘Los mundos de Coraline’,
consiguen una aleación perfecta del lenguaje gótico más tenebroso (casi gemelo del
‘Frankenweenie’ de Tim Burton) con el cachondeo retro donde resucitan las
pandillas setenteras-ochenteras de Scooby-Doo o Los Goonies, sin olvidar el
homenaje festivalero e indisimulado a los clásicos añejos del terror.
Pero eso no es todo: ‘ParaNorman’ transita habilísimamente por
el filo de los géneros, y lo que empieza como un tópico cuento de terror se va
trenzando con una jocosa comedia de aventuras para asomarse a un inesperado subsuelo adulto. Con un crescendo admirable, apenas con alguna caída de ritmo, Butler y Fell van
introduciendo cuñas tan atrevidas como el don doloroso de ver lo sobrenatural
(guiño a ‘El sexto sentido’), el diálogo de la infancia con la muerte (atención, padres), la
humanización conmovedora de los mitos (una bruja que no es lo que parece) o
incluso algún rompedor gag sexual que es conveniente no desvelar. Profunda, original,
sorprendente, divertida: buena señal cuando al espectador se le agolpan los
adjetivos.
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