27 diciembre 2012
‘Los miserables’: La Aparatosidad guiando al pueblo
LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LABUTACA
per JOAN PAU INAREJOS
Nota: 5
Para empezar con las cartas boca arriba, debo admitir que
soy poco amigo del cine cantado. Cada vez que un actor, animado o de carne y
hueso, interrumpe la conversación y se pone a exhibir cuerdas vocales, no puedo
evitar un runrún de vergüenza ajena, una regurgitación de incomodidad. Algo que
me huele a desfasado. Se me dirá que es un gran género del séptimo arte, que
soy un vástago de la Generación Impaciente, pero a mí no me sacan de ésta.
Claro que hay que ser muy paciente, muy buena persona
cinematográficamente hablando, para afrontar sin pestañear ¡158 minutos! de
película-concierto, goce incalculable para los devotos del archifamoso musical
basado en la novela de Victor Hugo pero a todas luces excesivos. (Estos metrajes desatan la actitud
mourinhista ante la vida: ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?). La Francia
revolucionaria de principios del siglo XIX, con sus humaredas y sus banderas,
con sus bayonetas y sus proletarias penalidades, la nación embravecida de La Libertad guiando al pueblo de
Delacroix, es el telón de fondo de una macrofunción estéticamente atronadora,
pero teatrera en el peor sentido, brillante y hueca como manda la grandeur francesa.
No basta con dos actores en estado de gracia como Hugh Jackman
y Anne Hathaway, traspasando la pantalla con asombrosas dotes de intensidad y
talento vocal. El barco de Tom Hooper es demasiado aparatoso y no tarda en quedar a la
deriva en medio de una tormenta de pretensiones. La grandeza de los musicales,
el ochocentismo-glam a lo ‘Moulin Rouge’, el barroquismo digital de última hora
(¡más píxeles, es la guerra!), eso no es algo que se pueda digerir sin un Almax
a mano, y menos en una época como la navideña donde ya vienes empachado de
casa. Añádanse unas notas fallidas de picaresca (Helena Bonham-Carter y Sacha
Baron-Cohen), grandes actores con cara de andar perdidos por el metro (Russell
Crowe), alíñese con una confusa moraleja místico-revolucionaria y ya tenemos lo necesario para contraer serios ardores de estómago.
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