15 noviembre 2011
Cuando 'Tintín' no se parece a 'Tintín'
(ni falta que le hace)
por
JOAN PAU INAREJOS
Nota: 7
Antes que nada una confesión personal, por no indisponerme
con tintinófilos, tintinistas, tintinólogos y otras hierbas. Un servidor de
ustedes nunca fue especialmente devoto del héroe del flequillo. Mi educación
sentimental en el cómic se hizo a golpe de porrazo en la Galia de Astérix y
Obélix, y sólo en un verano tardío, muy cumplidos los veinte, me decidí a
leer de una tacada las aventuras del reportero belga, cuyas andanzas policíacas,
acertijos científicos e inmersiones acuáticas tendrán siempre en mi fuero
interno la banda sonora de ‘Batiscafo Katiuskas’ de Antònia Font: son las
secuelas imborrables de leer con los auriculares puestos (aunque, por otra
parte, cómo resistir a la tentación de imaginar el submarino-tiburón de Rackam
el Rojo bajo el barniz lírico de las ratxes
de sol que travessen blaus marins…).
Ahora que ya me he sentado en el diván, voy al asunto. Los
amigos Steven Spielberg y Peter Jackson (amén) nos prometían una vibrante superproducción
hollywoodiense basada mayormente en el álbum ‘El secreto del unicornio’, con la
técnica de la captura de movimientos, que permite digitalizar a actores de
carne y hueso: si esa era la empresa, prueba superada. Los cien minutos largos
de la cinta nos apabullan como el mejor de los títulos clásicos de aventuras, y
lo hacen con el asombroso esmalte de la tecnología visual. Las persecuciones,
las batallas navales, los sórdidos ambientes portuarios, los montajes
trepidantes, las cada vez más creíbles expresiones faciales, o la infartante
secuencia del halcón ladrón confirman que nos hallamos en manos de maestros de
los mimbres del celuloide, capaces de recrear todo un mundo ficticio ante
nuestros ojos (con gafas o no).
Y sí, el ritmo de la función, junto a las notas épicas de
John Williams, invocan (a la baja) el espíritu de Indiana Jones, el héroe más
imposible y gozoso que Spielberg haya alumbrado en un feliz 1981 y que los críticos
de la época enseguida emparentaron con el hijo de Hergé. Tanto más en esta
apoteosis cinematográfica, donde aquel seudoarqueólogo recuerda mucho a este
seudoperiodista arrojado y juvenil: uno pegado a su sombrero-fetiche, otro a su
proverbial tupé, subpersonaje peludo que protagoniza algunos sketches
brillantes en la hélice de un helicóptero o sobresaliendo en la superficie del
mar, cual autoguiño a las embestidas de ‘Tiburón’. Y puestos a recorrer la
huella del mago de Cincinatti, hasta el mismísimo capitán Haddock, de nuevo el
más cálido y carismático en su alcohólico autismo, se antojaría una reedición
del excéntrico papá Sean Connery en ‘La última cruzada’, o incluso de Robin
Williams reencontrándose con su identidad heroica en ‘Hook’…
Sin embargo, el mejor momento de la película es muchísimo
más modesto. Apenas hay que esperar cinco minutos para descubrirlo. En una
animada plaza, Tintín observa el retrato que le acaba de hacer un artista
callejero con las facciones de Hergé, voltereta barroca a la guisa de Velázquez
y sus Meninas. El dibujo nos muestra la cara del reportero tal como aparece en
los cómics: redondeada, esquemática, casi un boceto. “¿Qué opinas, Milú, crees
que me parezco?”. “¿Qué opináis?”, parecen decir Spielberg y Jackson a los
espectadores, “¿Se parece nuestro Tintín al de Hergé?”. Pocas veces el cine
comercial se había hecho una autoparodia tan breve y brillante. Y huelga decir
que la respuesta es un no rotundo.
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1 comentario:
Feia segles que no anava al cinema, però divendres passat vaig anar amb el Quim (que ara té quatre anys) a veure la pel·lícula. Li va encantar veure a la pantalla el seu heroi dels còmics! I a mi... a mi em va agradar, sí, tot i que a estones se'm va fer un punt llarga. És clar que això del cinema d'aventures tampoc no és la meva debilitat, de manera que poso bona nota a la pel·lícula, també. Compro el teu 7!
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