Para Spielberg, atrapado desde hace años -quizá décadas- en un
largo ocaso a cámara lenta, se trataba de abrir el cajón y rescatar clásicos infalibles de la casa como 'Los Goonies' (1985), de la que fue escritor y productor, inmortalizando aquella pandilla de niños avispados y dicharacheros, enfrentados a todo tipo de
aventuras y peligros; también asistimos a una aparente reedición de 'La Guerra de los mundos' -ya versionada por Spielberg en 2005-, pero, más allá del manido cine de catástrofes que abarrota la segunda mitad del filme, se palpa sobre todo el intento de homenajear y revivir la gran
obra maestra del cineasta de Cincinatti que fue 'E.T.' (1982) y que aquí encuentra parecidos más que
razonables: crío inquieto con traumas paternos (Eliot/Joe) entra en contacto
con un ser alienígena, cuya aparición y posterior ascensión a los cielos serán
providenciales en el devenir dramático y afectivo de los protagonistas, con bicicletas, descampados y militares malos de por medio. Eso sí,
con una intrépida vuelta de tuerca, en el sentido que el susodicho habitante
del más allá no es precisamente una mascota entrañable de ojos saltones; más
bien está esmparentado con Alien y con sus numerosos vástagos, algunos tan recientes
como la bestia parda que destruía Nueva York en 'Monstruoso' (del propio
Abrams) o el escalofriante anfibio corredor de la surcoreana 'The Host' (2006). Lamentablemente, ya hemos visto en demasiadas ocasiones estos diseños de engendros viscosos que se cargan el mobiliario urbano y rugen como los dinosaurios de
'Jurassic Park'; son ya como de la familia, y sorprenden tanto como la abuela saludando desde el balcón.
Si 'Super 8' es una gran película es por la soberbia recreación de la estética ochentera, abrillantada y mejorada, por la calidad extraordinaria de la puesta en escena y de los jóvenes protagonistas -mención especial para Elle Fanning, afeada y creíble en su papel de adolescente resabiada- y por el magistral suspense con el que Abrams y Spielberg nos clavan en la butaca durante su primera hora y pico, donde trenzan con zorruna habilidad el drama y la comedia, la ciencia-ficción y el terror, lo infantil y lo siniestro. Es infinitamente mejor que la mayoría de fantasías comerciales que asoman regularmente a la cartelera, pero sus pretensiones y sus padrinos son demasiado elevados: por mucho que un final lacrimógeno ponga todo el decorado para la ocasión, el tiempo no ha pasado en balde, todos ya nos afeitamos, y aunque con aquella voz cavernosa proclamara que siempre estaría "aquí mismo", 'E.T.' se ha ido para no volver. Snif.
1 comentario:
A mi super8 me parece un quiero y no puedo. Un intento de aproximarse al espíritu de películas ochenteras del estilo ET o los Goonies, pero se queda en eso, en un intento.
La historia está manida hasta más no poder y los personajes de los niños son arquetípicos hasta la nausea: el gordo listillo, el pequeñajo cabroncete, el prota que acaba de sufrir una desgracia y la chica guapa.
Entretenida es, pero desde luego, cualquier comparación con las ya mencionadas ET, los Goonies o Cuenta Conmigo, por ejemplo, es un auténtico insulto.
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