27 agosto 2011
'Paul': los frikis ya tienen su obra maestra
Va de esto: dos fans de la
ciencia-ficción topan con un alienígena y lo suben a la furgo para huir de los
perseguidores de la Nasa. Pero alto. No es la comedia chusca, casposa y
previsible que podría esperarse, y que engañosamente nos cuela su cartel ("¿Te
apuntas a un encuentro en el tercer desfase?"), sino una personalísima
parodia sobre la fauna humana de América, algo así como un feliz cruce entre el
realismo de carretera y la trituradora pop de los 'Los Simpson' o 'Padre de
familia'.
Con una dichosa libertad y mala leche
a borbotones, Greg Mottola desafía convencionalismos y orilla muletillas
fáciles para seguir los pasos de Graeme y Clive (magistrales Simon Pegg y Nick
Frost), dos peregrinos de la geografía ovni que, tras asistir a la gran cita de
los aficionados al cómic (el Comic-Con de San Diego), en la oscuridad de la
noche tienen algo así como la experiencia soñada por todo marcianófilo: el
encuentro en carne y hueso con una de esas criaturas macrocéfalas, bajitas y
verdosas que la imaginería del ramo ha recreado hasta la saciedad. Toda una
lástima que Paul -que así se llama el susodicho engendro- sea más humano que
los propios humanos, hablando en inglés, fumando pitillos y soltando tacos y
eructos a mansalva, entre otras terrícolas lindezas.
A la insólita cuadrilla empiezan a
unirse secundarios cada vez más disparatados: una joven ultracristiana que se
tira los trastos a la cabeza con Paul a propósito del evolucionismo, una
anciana traumatizada por la abducción de su perro o los matones hilarantes de
la Nasa que deben pisarles los talones, mientras se entretienen con sus armas
cual adolescentes descerebrados. Todo ello sin olvidar dos cameos
espectaculares: el rey Midas de Hollywood recibiendo asesoramiento del marciano
para rodar 'E.T.' y la mismísima teniente Ripley ('Alien') protagonizando un
desternillante ajuste de cuentas con la criatura extraterrestre.
A pesar de un
material tan inflamable, el guion y los diálogos jamás patinan ni exageran,
guardando siempre una mirada entre distanciada y cariñosa hacia el fantástico
submundo de los frikis, con sus expectativas, su horizonte vital e incluso su
excéntrica vida sexual y afectiva, desde el tipo que recuerda su escarceo con
una peluda Ewok hasta el que se ofrece para desvirgar a la joven religiosa una
vez ésta emprende su descacharrante liberación carnal y pandillera. Los Bush,
Bob Dylan o los escritores mediáticos tampoco se salvan de chistes rápidos y
afilados como dardos, mientras la gamberra iconografía cinéfila tunea sin
piedad los territorios de 'Men in black' o 'E.T.' (brillante gag final sobre la
lentitud de la nave de regreso al espacio exterior). Se nota que han hecho lo
que les ha dado la gana, algo que puede no ser muy comercial, pero sí
gozosamente meritorio en este Hollywood de encefalogramas subterráqueos.
24 agosto 2011
Auténtica definición de "originalidad"
La originalidad es el
valor que actualmente se cotiza más en el arte (más que la belleza, más que la
perfección, más que la expresividad); pero, además, se da a la palabra “original”
un significado equívoco y una interpretación falsa. “Original” significa que es
propio y personal del artista que lo hace, y no (y éste es el sentido que se le
suele dar ahora) que es diferente de lo que hacen los demás. La originalidad,
en el primero y auténtico sentido de la palabra, es la más noble aspiración que
puede tener un artista. La originalidad, en la falsa acepción que se le da
actualmente, es una aberración del arte.
LUIS BOROBIO, ‘HISTORIA SENCILLA DEL ARTE’, 2002
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Luis Borobio
22 agosto 2011
Interiores de Catalunya
por JOAN PAU INAREJOS
Ruta por la Garrotxa, el Ripollès,
la Segarra y la Noguera
12-14 agosto 2011
Joan Pau Inarejos y Laura Solís
Joan Pau Inarejos y Laura Solís
LA GARROTXA
Ayer era un fortín
inexpugnable; hoy es una estampa romántica. Estamos en Besalú, pequeño mundo de
piedra que nos da entrada a la Garrotxa. Si damos crédito a la etimología del
nombre de la comarca, habremos de recorrer una "tierra áspera y mala",
aunque, dejando aparte sus cimas norteñas y sus riscos basálticos, lo cierto es
que es un nombre harto injusto para este amable paisaje de volcanes, beatos y
pintores de brumas. En el célebre puente medieval sobre el Fluvià empieza
nuestra ruta sofocante, esa periódica tortura placentera de los turistas
veraniegos, mientras se dibuja la silueta del antiguo Pagus Bisuldunenis, prestigiado
por el no menos insigne Bernat Tallaferro, conde catalán cuyo nombre ya trae al
ánimo las resonancias metálicas y agrestes del Alto Medievo. Para los amantes
de anomalías paisajísticas, muy cerca de los arcos angulosos del puente, en
medio de la verde explanada fluvial, nos aguarda una silla enigmática: de lejos parece un asiento
para poetas o dibujantes, pero al acercarnos comprobaremos que se trata de una silla bidimensional, totalmente plana, esculpida por el colombiano Duvan López como reivindicación de la paz y el
diálogo. Unas calles más allá, otras sillas aún más peculiares trepan por la
fachada de un edificio, liberadas de la tiranía de la gravedad.
Dentro del recinto amurallado nos esperan otros habitantes
singulares de Besalú: dos temibles leones encaramados a la fachada del
monasterio románico de Sant Pere, donde someten sin piedad las figuras
achicadas de un simio y un hombre. Las imponentes fieras de piedra custodian la
ventana del templo y proclaman la victoria de Cristo sobre el mal y el
paganismo (curioso mesías, que ora aparece como león, ora como cordero
degollado). La fauna medieval de la villa prosigue en los portentosos capiteles
que asoman por doquier, con una copiosa floración de bestias bimorfas, esfinges bailongas, cuadrúpedos gemelos que sostienen cabezas cortadas y otras muchas
alimañas de inquietante facha. Tan esperpénticos cancerberos no deben disuadir
al caminante de explorar el interior de las fascinantes iglesias medievales besaluenques, desde el bello deambulatorio con columnas de Sant Pere
hasta la sorprendente belleza y espaciosidad de Sant Vicenç, lugar de los que
vale la pena acordarse para regresar.
Viajeros, una vez salgáis
de Besalú, estáis avisados de que un milenario artista volcánico cincela todo tipo de geografías caprichosas en estas tierras. Una de estas fantasiosas creaciones emerge en el
camino hacia Olot, en forma de un formidable acantilado basáltico de 60 metros,
erguido sobre el río Fluvià y lecho privilegiado del pueblo de Castellfollit de
la Roca.
La construcción de esta
aldea es toda una declaración de guerra al vértigo, y aún más si se sube al
campanario de la iglesia-museo, amablemente accesible, desde donde se divisa
todo el paisaje, así como la hilera de tejados del núcleo antiguo, sobre sus
elevadísimas faldas pétreas. Suerte que antes de llegar a Olot podemos aplacar
el mal de altura en un apacible cenobio.
Estamos en el monasterio
de Sant Joan les Fonts, felizmente apartado de todo mundanal ruido, cuyo
interior alberga -hoy en forma de copia- una bella Majestad románica de madera
policromada, uno de esos Cristos crucificados que mira fijamente con sus ojos
almendrados ignorando todo sufrimiento físico, mientras, en el exterior, los
árboles lloran sobre el solitario ábside. Y ahora sí, es momento de emprender
el camino hacia la capital de la Garrotxa.
Agazapada entre volcanes,
Olot no es una ciudad hermosa. Qué se la va a hacer. No vamos a desairar su
robusta iglesia barroca, ni sus elegantes chaflanes modernistas, pero los
terremotos se llevaron irremediablemente su más añejo patrimonio, y por si
fuera poco, hoy paga una injusta penitencia mediática por un historial de
crímenes que la han teñido de negro durante los últimos años. Afortunadamente, poetas
y pintores le han dado un aura imborrable de urbe romántica, novelesca y, por
qué no decirlo, clerical y beata, a fuer, entre otras cosas, de la célebre
industria de imaginería religiosa allí establecida desde el siglo XIX. Ciudad
de carlistas y segadors,
se antoja uno de esos mundos que hubiera sido olímpicamente detestado por
Nietzsche de haberlo contemplado desde sus cimas solitarias. Por ejemplo, sobre
el volcán Montsacopa.
Lo del "vulcanismo inactivo" cada cual puede
tomárselo como quiera. Los adeptos al vaso medio lleno subirán al Montsacopa
confiados por su dormición, mientras que los aprensivos y agoreros lo pensarán
dos veces antes de meterse en las fauces de unos volcanes todavía no
extinguidos, a pesar de sus bucólicas siluetas verdes y de sus cruces y
ermitas, que parecen coronar y reprimir la milenaria líbido de estos gigantes
fogosos (una cruz en lo alto: la más brillante operación de márketing de la
Historia, sin duda). Aun siendo breve, la ascensión al Montsacopa puede
resultar matadora bajo la canícula de agosto -quizá por eso nos acompaña la
secuencia de imágenes del Viacrucis-, pero vale la pena llegar hasta su cráter
para fabular, por ejemplo, hasta que insospechadas alturas nos llevaría un
repentino chorro eruptivo.
El paisaje volcánico tiene hasta su propia cocina, cuya meca
es el pequeño y seductor pueblo medieval de Santa Pau.
Los fesols (judías) son las joyas de la corona de este antiguo enclave
de la Garrotxa, y cada 22 de enero tienen su propia fiesta en el Firal dels
Bous, plaza porticada de rústico atractivo. Otra fecha señalada llega en
agosto, con la fiesta mayor que aquel día reunía a decenas de niños
alborozados, lanzándose por improvisados toboganes de plástico en las empinadas
calles del casco antiguo, mientras otros se dedicaban a humedecer la función
con mangueras (un amable transeúnte tuvo a bien indicarnos una ruta seca para turistas).
Tras el jolgorio infantil, a pocos kilómetros nos esperaba
un santuario vegetal.
Sobre un mar de lava dormita desde tiempos inmemoriales la
Fageda d'en Jordà, mítico hayedo del imaginario catalán, donde los visitantes,
al decir de Joan Maragall, sufren un "dolç oblit de tot el món",
antes de bautizar este paisaje, con vehemente misticismo, como una
"deslliurant presó" (a la guisa de San Juan de la Cruz cuando hablaba
de la imposible "noche luminosa"). Lo cierto es que la grandiosa
arboleda, creadora de una vasta intimidad en la sombra, como mínimo consigue
detener el tiempo, y hasta olvidar lo difícil que ha sido llegar hasta ella.
EL RIPOLLÈS
Hemos dejado atrás los dominios volcánicos de la Garrotxa
para adentrarnos en los territorios vecinos del Ripollès, y nuestro primer
destino es el carismático monasterio de Sant Joan de les Abadesses. Este es el
cenobio donde el comte Arnau se enamoró fatalmente de la abadesa Adelaisa, para
luego pagar penitencia como alma errante. Lo que parece carne de culebrón o de
jugoso folletín es en realidad una vigorosa leyenda medieval, entusiastamente
recreada y comentada por románticos y modernistas (de nuevo Maragall, que
sentía un estremecimiento y una "cosa" indescriptible al pisar el
escenario del mito). Mil años después de las andanzas del conde, el mismo
templo rebosaba aquel día de jóvenes peregrinos franceses, en ruta hacia la
Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, y aglomerados frente al
Descendimiento gótico, de áureo fulgor. La belleza y señorío de la cabecera de Sant Joan
de les Abadesses también está fuera de toda duda: sus cinco ábsides rosados con
arcos, columnas adosadas y acicalados capiteles escultóricos secuestran las pupilas y los objetivos fotográficos. Hoy, deslumbrados por la dictadura de la
fachada y de lo accesible, quizá nos cuesta entender que el centro estético de tantas
iglesias románicas no sea su entrada, sino su cabecera, el corazón sacro que
reviste el altar y que resalta así la importancia del adentro, embelleciendo por fuera el lugar interno del sacramento
eucarístico. La secularización turística ha olvidado estas cosas.
Llegados a Ripoll, vamos
a admirar una de las más gigantescas operaciones de reconstrucción simbólica y
arquitectónica de la historia de Catalunya: el celebérrimo monasterio románico,
levantado de nuevo en el siglo XIX en un ambicioso proyecto liderado por Elies
Rogent, el profesor del mismísimo Antoni Gaudí, que dudaba si había aprobado "a un loco o a
un genio" (divierte imaginar qué hubiera hecho el autor de la Pedrera con
las ruinas monásticas). Así fue como el inveterado foco de cultura de la Europa
medieval se convirtió en una convicente ficción a mayor gloria del nacionalismo nostálgico catalán, con estandarte cuatribarrado incluído, a cargo del modernista Puig i
Cadafalch. El único testimonio de la vieja gloria cenobial es la
espectacular portalada, un auténtico Arco de Triunfo cristiano, "Biblia
impresa en el corazón de Catalunya" al decir del poeta Jacint Verdaguer,
que a pesar de la fuerte erosión de la piedra sigue deslumbrando con su
compendio figurativo de la historia sagrada, por donde desfilan estampas
singulares, como un esforzado Caín enterrando a Abel, o cuadrillas de ángeles
que parecen aquejados de tortícolis (¿no tenían visión omnidimensional?). Al
salir del monasterio, una libélula muerta yacía en el suelo, quizá abrasada por
tanto calor, o quién sabe si mimetizada con la piedra, deseando unirse al divino retablo.
LA SEGARRA Y LA NOGUERA
Nuestra última ruta se ha
trasladado bien lejos: a las tierras de Ponent, de vastas extensiones pajizas
que hacen las delicias de los poetas del secano, como Don Quijote y todos sus
discípulos espirituales ("¡Qué hermosura la de una puesta de sol en estas
solemnes soledades!", decía Unamuno a propósito del campo castellano). La
primera parada de este camino agostado y amarillento es la ciudad de Cervera.
Las cosas como son: la capital de la comarca de la Segarra tiene los elementos
en contra. Lejos de Barcelona, lejos de las concurridas costas, a medio camino
de la hermana mayor Lleida y carente de reclamos fluviales o pirenaicos, ha
caído en el club de las parientes pobres del corazón de Catalunya, junto a otras
urbes de similar condición, como Solsona. Lo cierto es que su visita merece la
pena ya sólo por contemplar la espléndida iglesia de Santa Maria, verdadera
sorpresa escondida, que cobija uno de los interiores más austeros y hermosos
del gótico catalán, en la estela de la barcelonesa Santa Maria del Mar. También
aquí hicieron acto de presencia las masas peregrinas en dirección a su cita
madrileña con Benedicto XVI, feligreses gabachos que no dudaron en besar la
virgen local y subir en tromba al magnífico campanario de ese pueblo que les
debía de parecer un exotismo de la España tórrida y profunda. A todo esto,
Cervera se preparaba para festejar la beatificación de una de sus hijas
ilustres, Anna Maria Janer, fundadora de la orden de la Sagrada Família
d'Urgell, así que el fervor sacro tocaba máximos.
No podemos irnos de Cervera sin visitar su peculiar
universidad neoclásica-barroca, fundada por Felipe V y coronada por su
inconfundible corona-araña, sin olvidar el célebre Teatre de la Passió, donde
los ingeniosos carteles con los estigmas de Cristo compartían protagonismo con
la pasión por Manel, a pocas semanas de deleitar el auditorio con sus himnos al
mar, al Soldadet o a la dona estrangera, entre otras historias pop-folk que han propiciado un merecido renacimiento para la música en catalán.
Nuestra sucinta incursión a los interiores de Catalunya
termina en Balaguer.
Si elogiábamos la iglesia
gótica de Cervera, no podemos decir menos del templo, también gótico y también
dedicado a Santa Maria, que se alza sobre las aguas del Segre en la capital de
la Noguera. Insólitamente sobria y robusta, la iglesia de Balaguer impresiona
por su nave única, amplísima y desnuda, donde aquel día menudeaban -a ver si lo
adivinan- los peregrinos de Madrid, algunos incluso de origen indio, ataviados
con sus mochilas ecuménicas, y uno no podía evitar preguntarse qué se les había
perdido en la periférica villa del Poniente catalán. Para acabar, una historia local que no puedo dejar de anotar. Según una leyenda, una escultura de Cristo
esculpida por Nicodemo, testigo de su ejecución en la cruz, viajó
desde el Líbano, por las aguas del Mediterráneo, hasta llegar a Balaguer por el
cauce del Ebro, y después de su afluente Segre. Los vecinos quisieron rescatar
la imagen del río, pero no fue posible hasta que compareció la abadesa del
monasterio de Almatà, que se arrodilló y consiguió que una ola de agua llevara
al milenario Cristo hasta sus brazos. Con el debido respeto a las tradiciones, no me digan que no es entrañable cómo todas las aldeas fabulan los
relatos más inverosímiles para demostrar que son el centro del mundo.
JOAN PAU INAREJOS
DIARIO DE VIAJE A LA GARROTXA, EL RIPOLLÈS,
LA SEGARRA Y LA NOGUERA, AGOSTO 2011
DIARIO DE VIAJE A LA GARROTXA, EL RIPOLLÈS,
LA SEGARRA Y LA NOGUERA, AGOSTO 2011
'Super 8': Desengañémonos, E.T. no volverá
Atención: la crítica contiene algunos detalles del argumento
LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACApor JOAN PAU INAREJOS
Nota: 7
No sólo el infierno, también el séptimo arte está empedrado de
buenas intenciones. Por ejemplo, las de Steven Spielberg y J. J. Abrams, dos
reyes Midas del audiovisual, dos vacas sagradas de dos generaciones (la de
'Indiana Jones' y la de 'Lost') que han coaligado sus talentos con el loable propósito de
resucitar los años 80. En esta virtuosa operación no faltan referentes
inconfundibles, desde el boom del freakismo zombi hasta los
paródicos estertores de la Guerra Fría, pasando por los hits extraterrestres, sin olvidar la
democratización que se vivió aquella década alrededor de las las tecnologías de
grabación y reproducción: el walkman o el mismo Super 8, formato
cinematográfico que da nombre a la película y con el que están rodando los niños protagonistas al presenciar un misterioso accidente de tren en la oscuridad de la noche.
Para Spielberg, atrapado desde hace años -quizá décadas- en un
largo ocaso a cámara lenta, se trataba de abrir el cajón y rescatar clásicos infalibles de la casa como 'Los Goonies' (1985), de la que fue escritor y productor, inmortalizando aquella pandilla de niños avispados y dicharacheros, enfrentados a todo tipo de
aventuras y peligros; también asistimos a una aparente reedición de 'La Guerra de los mundos' -ya versionada por Spielberg en 2005-, pero, más allá del manido cine de catástrofes que abarrota la segunda mitad del filme, se palpa sobre todo el intento de homenajear y revivir la gran
obra maestra del cineasta de Cincinatti que fue 'E.T.' (1982) y que aquí encuentra parecidos más que
razonables: crío inquieto con traumas paternos (Eliot/Joe) entra en contacto
con un ser alienígena, cuya aparición y posterior ascensión a los cielos serán
providenciales en el devenir dramático y afectivo de los protagonistas, con bicicletas, descampados y militares malos de por medio. Eso sí,
con una intrépida vuelta de tuerca, en el sentido que el susodicho habitante
del más allá no es precisamente una mascota entrañable de ojos saltones; más
bien está esmparentado con Alien y con sus numerosos vástagos, algunos tan recientes
como la bestia parda que destruía Nueva York en 'Monstruoso' (del propio
Abrams) o el escalofriante anfibio corredor de la surcoreana 'The Host' (2006). Lamentablemente, ya hemos visto en demasiadas ocasiones estos diseños de engendros viscosos que se cargan el mobiliario urbano y rugen como los dinosaurios de
'Jurassic Park'; son ya como de la familia, y sorprenden tanto como la abuela saludando desde el balcón.
Si 'Super 8' es una gran película es por la soberbia recreación de la estética ochentera, abrillantada y mejorada, por la calidad extraordinaria de la puesta en escena y de los jóvenes protagonistas -mención especial para Elle Fanning, afeada y creíble en su papel de adolescente resabiada- y por el magistral suspense con el que Abrams y Spielberg nos clavan en la butaca durante su primera hora y pico, donde trenzan con zorruna habilidad el drama y la comedia, la ciencia-ficción y el terror, lo infantil y lo siniestro. Es infinitamente mejor que la mayoría de fantasías comerciales que asoman regularmente a la cartelera, pero sus pretensiones y sus padrinos son demasiado elevados: por mucho que un final lacrimógeno ponga todo el decorado para la ocasión, el tiempo no ha pasado en balde, todos ya nos afeitamos, y aunque con aquella voz cavernosa proclamara que siempre estaría "aquí mismo", 'E.T.' se ha ido para no volver. Snif.
16 agosto 2011
Les 10 (i una) millors esglésies de Catalunya
JOAN PAU INAREJOS
1 Santa Maria del Mar (Barcelona)
1329-1383 La nuesa de la pedra i la gran amplitud de l'espai, gràcies a la igualació de les naus i l'esveltesa de les columnes, fan de l'interior de la basílica marinera barcelonina una de les joies més magnífiques de l'arquitectura medieval. En la seva humilitat constructiva dóna moltes voltes a la majoria de catedrals.
2 Sagrada Família (Barcelona)
1882- Malgrat l'incòmode aspecte Frankenstein que li han donat les successives etapes constructives, la gran basílica de Gaudí és un impressionant poema de pedra dedicat a la natura, des de les inconfusibles torres fusiformes coronades amb flors de trencadís multicolor fins a la pell nevada i vegetal de la façana del Naixement, sense oblidar les esplèndides voltes parabòliques que ens abracen quan hi entrem.
3 Santuari de Montserrat de Montferri (Alt Camp)
1926-1999 Josep Maria Jujol, el deixeble més genial i avantatjat de Gaudí, ens va regalar el disseny d'aquest temple inspirat en Montserrat i en la Sagrada Família, que alça les seves formes curvilínies sobre un turó solitari del Camp de Tarragona. El color gris roca, els murs coberts de gelosies i l'aspecte de monòlit primitiu podrien oficiar un matrimoni impossible entre la muntanya de la Moreneta i les mesquites de l'Àfrica negra.
4 Santa Maria de Castelló d'Empúries (Alt Empordà)
Segles XI-XV Aquesta és, sens dubte, la gran senyora de l'Empordà. Injustament oblidada a les antologies, la basílica custodia l'horitzó de la comarca i ha mantingut tota la vigoria gòtica sense recórrer als lífitings barrocs tan sovintejats. L'interior, sostingut per elegants pilars cilíndrics, floreix i respira amb tota la llum de les seves germanes mediterrànies de Girona i Barcelona.
5 Sant Climent i Santa Maria de Taüll (Alta Ribagorça)
Segle XII Les dues modestes esglésies rurals s'enfilen al cel amb els seus campanars d'estil romànic llombard, estampats amb fileres de finestres, com ulls de gegants. També són els dos setials divins dels Pirineus: a dins ens hi esperen -avui en forma de còpies- les irrepetibles imatges de la Maiestas Domini i la Maiestas Mariae.
6 Catedral de Girona
Segles XI-XIII i XVIII Entrar a la seu episcopal de l'antiga Gerunda deu ser com entrar a la sala d'espera del cel: sense racons ni amagatalls, la seva nau única, la més ampla del món després del Vaticà (22,98 m) és un prodigi d'enginyeria i un esclat de simplicitat esbalaïdora, oceànica, només comparable a Santa Maria del Mar.
7 Cripta de la Colònia Güell (Santa Coloma de Cervelló)
1908-1915 Dissortadament mai contemplarem el conjunt complet d'aquesta església que Gaudí va incardinar com a pulmó espiritual de la colònia obrera, petit Edèn del socialisme utòpic encarregat per l'egregi mecenes Eusebi Güell. Ens haurem d'imaginar quin extraordinari animal de pedra no s'hauria alçat sobre les potes i columnes rupturistes del pis inferior, on els finestrals floriformes acoloreixen un jardí bellíssim de vidre i llum.
8 Santa Maria de Vilafranca (Alt Penedès)
Segles XIIII-XV i XIX-XX Basílica majestuosa per a una ciutat modesta, és una de les construccions més sorprenents del gòtic català. Després d'una reforma moderna de gran elegància, avui regna sobre la terra de les vinyes amb els seus tres pinacles inconfusibles.
9 Monestir de Santes Creus (Alt Camp)
Segles XII-XIII El més bell dels cenobis de l'ordre del Císter a Catalunya encisa els ulls amb el seu claustre airós, escolpit amb filigranes de pedra refinades, gairebé voladores. La bellesa monacal de Santes Creus passa també per les enigmàtiques finestres romboïdals i l'augusta església amb merlets, il·luminada per un imponent vitrall ogival.
10 Sant Pere de Galligants (Girona)
Segle XII Ben a prop de la catedral ens espera aquesta antiga abadia, una festa de volums geomètrics que comencen a la façana quadrangular, continuen al cúmul d'absis bombats i culminen al superb campanar octogonal: mostra inigualable de la vocació de transparència de les formes del romànic.
Sant Baldiri (Sant Boi de Llobregat)
1710-1752 D'acord: com a santboià no sóc gens imparcial, però deixeu-me un modest capítol per a aquesta esplèndida església del Set-cents, austera i harmoniosa, que domina la vall del Llobregat amb el seu frontó ondulat i el seu campanar poligonal, bell i robust com una columna dòrica.
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08 agosto 2011
'El origen del planeta de los simios': Y el mejor actor es... el mono
LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 4,5
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 4,5
Ya van dos veces: dos veces se han intentado cargar 'El planeta de los simios' (1968). Primero fue Tim Burton, que, en uno de sus cortocircuitos cerebrales, nos castigó a fecha de 2001 con un remake completamente vacío e innecesario, donde costaba distinguir a Mark Wahlberg de un avatar de la PlayStation. Y, una década después, parecía imposible, pero el tenaz Murphy ha impuesto su ley con una secuela (esta vez precuela) igual o peor que la anterior, que pretende bucear en los inicios de la tiránica civilización de los simios sobre la Tierra, cuyo icono inmortal era aquella estatua de la libertad medio hundida en la playa, frente a un Charlton Heston abatido por el desconsuelo.
Para empezar, basta echar una ojeada al reparto dirigido por el británico Rupert Wyatt para concluir que lo mejor y lo más interesante no está en los humanos, sino en los monos: el chimpancé César, producto de una futurista experimentación contra el Alzheimer (brillante punto de partida, hay que reconocerlo), es quien se adueña indiscutiblemente de la cámara con su épica rebelión en el centro de confinamiento, que da una vuelta ingeniosa al motín emprendido por Taylor contra los simios que le querían dar caza en el original de 1968. La recreación digital de los animales resulta convincente, y más todavía las electrizantes escenas de acción, como la que pone patas arriba el Golden Gate de San Francisco, o la imponente invasión de los antropoides por las calles y los tejados de la ciudad.
Todo esto sería suficiente para sacar pecho en la cartelera con una honesta diversión estival, si no fuera por unos personajes humanos que arruinan todo intento de dar una visión contemporánea a la altura del clásico sesentero: desde un James Franco con menos registros interpretativos que su peluda mascota hasta un John Lithgow (el padre enfermo) que aún parece perdido en la comedia televisiva 'Cosas de marcianos', pasando por una Freida Pinto (la joven india de 'Slumdog Millionaire') que aplica perfectamente el prehistórico papel de mujer-florero, quizá imitando al pibón inframental que acompañaba a Charlton Heston en su huída (sí, sí, aquella que arrastraba la pelambrera). Está claro que, al menos para algunas mentes pensantes de Hollywood, no han pasado las décadas.
Tampoco se salvan los secundarios, de sonrojante falta de entidad, ni unos diálogos de nivel preescolar, ni un guion con agujeros mayores que los cráteres de Marte. Por el amor de Darwin, que dejen de hacer versiones de 'El planeta de los simios', y que le den el Oscar al mono. Al César lo que es del César.
07 agosto 2011
criatures de sant martí sarroca
A dalt, bresca d'abelles sota el rètol dels horaris del castell; a sota, formes zoomòrfiques en un capitell de l'església de Santa Maria
Las perlas de la ruta del Foix (Penedès)
Más allá de sus legendarias viñas y espumosidades, en las tierras del Penedès nos aguardan algunas rutas empedradas de pequeñas sorpresas, como el itinerario que sigue, de sur a norte, el curso del río Foix. Nuestro viaje empieza en ruinas.
BELLVEI
Escondido y en estado de abandono, con sus medievales carnes plagadas de grafitis y tatuajes varios, se encuentra el Mas de la Muga, un conjunto situado en las afueras del municipio de Bellvei, cuyos caballerescos torreones apuntados responden a un lifting fantasioso del siglo XIX, sobre unos restos medievales del siglo XI. Es decir, una bella mentira en ruinas.
L'ARBOÇ
No, no nos hemos ido a Sevilla. En realidad, esta instantánea nada tiene que ver con la Giralda auténtica, sino con una réplica, una de las mejores del mundo, al decir de los entendidos, de la archifamosa torre andalusí, construida a finales del siglo XIX en el pueblo de L'Arboç a escala 1:2 -es decir, justo la mitad del monumento original. Detrás de tan sorprendente ficción está Joan Roquer i Marí, un acaudalado propietario de la época que viajó a la ciudad del Guadalquivir por su luna de miel, quedó prendado del antiguo minarete y resolvió edificar una versión doméstica en sus dominios. Suerte que no era amante de la India, porque meter el Taj Mahal en su jardín vive la Macarena que ya hubieran sido palabras mayores.
Una de las estampas más majestuosas del Penedès llega en este enclave a orillas del pantano de Foix. El castillo medieval de Castellet i la Gornal, bastión condal de los primeros años de la Reconquista, se alza gallardo sobre las aguas y casi parecería que por él no hayan pasado los siglos, por obra y gracia de los millones de euros invertidos por la empresa Abertis en su reciente reconstrucción. Más allá de la fortaleza y su iglesia colindante se extiende un bosque vasto y enmarañado, en el que uno no debe adentrarse so pena de caer por un peñasco y quedar atrapado en un duelo entre moros y cristianos.CASTELLET I LA GORNAL
SANT MARTÍ SARROCA
Seguimos hacia el norte y, habiendo pasado Vilafranca, nos encaramamos a la colina de Sant Martí Sarroca, donde se viste de piedra blanca el más bello templo románico de la comarca, la iglesia de Santa Maria con su ábside del siglo XII, su torre renacentista y su cautivador interior desnudo. A buen seguro las ruinas esplendorosas de este cerro hicieron las delicias de los excursionistas del Romanticismo, hasta que en 1906 el insigne Puig i Cadafalch procedió a su profesional restauración. Un siglo después, la fama del conjunto debe de haber traspasado fronteras, porque aquel día acogía un bullicioso bautizo afroamericano, con una mujer con aires a Oprah Winfrey que le pegaba una bronca monumental a su marido por haberse dejado la cámara: No!! It's not ok!!!
SANTA MARIA DE FOIX
Nuestro último destino nos lleva a las alturas: sobre un imponente acantilado de 661 metros reposa desde hace siglos el Santuari de la Mare de Déu de Foix, un remanso de paz montañosa con vistas a todo el Penedès y con una insólita escalera rosada de peldaños partidos, que parece construida para duendes o liliputienses. Pero tras contemplar los paisajes dorados del atardecer, ya es hora de bajar a la tierra.
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