31 enero 2011

'Monsters': se acepta como animal de compañía


LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
por JOAN PAU INAREJOS

Nota: 6,5      

¿Por qué razón los alienígenas suelen tener tentáculos y pieles reptiloides, y rara vez aparecen, pongamos por caso, como peludos mamíferos o variantes de pájaros? Tras este inútil interrogante (si alguien quiere contestarlo está en su cibernético derecho), procede enjuiciar la enésima incursión en la ciencia-ficción extraterrestre, con un título que no ganaría precisamente un Óscar ('Monsters') pero que logra seducirnos por su textura envolvente y realista.

Después de las hordas de marcianos encerradas en un apartheid sudafricano ('District 9'), esta vez los  aires de docuficción nos llevan a la frontera entre México y los Estados Unidos, donde un experimento fallido de la Nasa provoca que unos bichos gigantescos en forma de calamares campen a sus anchas por los dominios de Chihuahua y Monterrey. Huyendo de la estampida de pulpos XXL, una joven americana deberá cruzar la zona infectada junto a un abnegado fotógrafo, que se ocupa de ella por órdenes estrictas de su poderoso padre.

La cinta acusa el eco de otras propuestas vecinas como 'Monstruoso', de 2008 (la bestia filmada desde abajo, con temblorosa cámara subjetiva) o incluso de la ya lejana 'Jurassic Park' (1993) que creó el ritual moderno del suspense con grandes bestias (esos pasos lejanos, ese alarido ensordecedor). Con sólo 11.000 euros, el director Gareth Edwards no consigue maravillas, pero sí un relato elegante y a ratos poético, donde las apariciones nocturnas de los pulpos se alternan con una historia de amor sencilla y honesta, raramente alejada de tópicos y melosidades.

'Monsters' alcanza algún plano de un lirismo conmovedor: véase el hallazgo fortuito, en medio de la espesura selvática, de una pirámide precolombina, sobre cuya cúspide los errantes protagonistas divisarán un muro colosal, construído como dique frente a los alienígenas mexicanos (¿ácida parabola de la inmigración?), y cabe también destacar un final bien cerrado y sorpresivo, muy de agradecer para aquellos a los que nos salen sarpullidos con los desenlaces tibios y besucones.

Por demostrar que lo monstruoso no quita lo contemplativo, aceptamos pulpo como animal de compañía.

'El mito de Bourne' (2004): sigue el espectáculo

 
LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
por JOAN PAU INAREJOS

Nota: 7,5      

El héroe amnésico vuelve por sus fueros en 2004, y donde antes buscaba su identidad corriendo por los puentes parisinos, en esta segunda entrega lo hace en una no menos cardioinsoportable carrera por las avenidas de Berlín y Moscú. Hablamos, por supuesto, de Jason Bourne, el ex agente de la CIA en búsqueda y captura por un pasado de matón a sueldo que a duras penas puede recordar.

El arranque de la nueva aventura pilla a Bourne en su índico retiro espiritual junto a Marie, la la fiel compañera de exilio, pero el nirvana turístico tendrá los días contados: enseguida aparece la sombra del perseguidor, desatando un anfetamínico hostigamiento por los suburbios hasta desembocar en un accidente de tráfico, puente mediante, tan brutal como cinematográficamente gozoso (alguien tendrá que estudiar alguna vez la condición bífida de nuestra mirada, según se enfrente al telediario o a la ficción).

Saltando de país en país como quien visita Google Imágenes, quitándose de encima pelotones de policías cual Hulk Hogan, telefoneando en suajili si hace falta mientras arrea puñetazos, el avispado ex espía vuelve a amenizar la función con sus hechuras tan inverosímiles como espectaculares -el ADN, por otra parte, de todo James Bond que se precie- y protagoniza algunos momentos para matrícula, como la escena en el apartamento donde machaca a un sicario en un mudo y prolongado cuerpo a cuerpo hasta la estrangulación sangrienta, o el tercer grado al que somete a sus perseguidores a través de una lejana mirilla (demostrando el imperecedero atractivo de la chulería bien filmada).

De nuevo las escenas de acción vienen trenzadas con el vibrante fragor de los despachos de la CIA, donde un jerifalte corrupto (carismático y otoñal Brian Cox) se enfrentará a una resuelta paladina de la verdad  (labios carmín, tinte rubio, profesional Joan Allen) en un pulso constante que riza el rizo de un guión cuyo perpetuo espasmo videoclipero apenas disimula su falta de originalidad. Pero qué bien te lo pasas, oye.

24 enero 2011

'El caso Bourne' (2002): engaño vibrante

 
LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
por JOAN PAU INAREJOS

Nota: 7,5      

A falta de un utópico cine de reestreno que ofreciera películas a la carta a la vuelta de la esquina, ahí está el siempre eficaz DVD como abnegada Cenicienta para recuperar lo que un día te perdiste (y no cito CineTube y compañía por no alertar a posibles vigilantes insomnes de la SGAE). En este caso, para descubrir un thriller creativo y electrizante, del que se han escrito merecidas lisonjas: la primera parte de la saga Bourne (2002).

Un bisoño Matt Damon -que parece salido de una promoción de la ESO a pesar de sus treinta tacos bien cumplidos y rebasados por aquel entonces- emprende una frenética búsqueda sobre su propia identidad después de ser rescatado en aguas del Mediterráneo, en un arranque tormentoso e intrigante de aquellos que atan con cadenas a la butaca del cine (o al sofá de casa). Con un ritmo gozoso y ascendente, pronto descubriremos que este hombre lanzado cual héroe existencialista a la nada y al olvido es en realidad un agente fracasado, en búsqueda y captura por la todopoderosa CIA, porque -a ver si lo adivinan- sabe demasiado.

Para ser más precisos, Jason Bourne no sabe lo suficiente, y ahí radica el hallazgo argumental tan inverosímil como sugestivo en que se basa la película y su materia prima literaria (la novela de Robert Ludlum): el agente mantiene todas sus habilidades, todos sus conocimientos, todas sus astucias, y únicamente -vaya por Hitchcock- tiene lagunas profundas sobre su identidad y su experiencia personal. Este perverso artefacto narrativo lleva a Bourne a una fuga desesperada por Europa, una gran aventura policíaca de bellas postales en Marsella, Barcelona, Roma, Zurich y París, donde James Bond parece haberse perdido en la programación del canal Viajar.

'El caso Bourne' reserva secuencias de acción sobresalientes (para perder varias veces todos los puntos del carnet) y también instantes de una tensión de hierro, felizmente agobiante: especialmente rebobinables son la escena en el hotel de París, donde un sicario irrumpe cual relámpago, o la escena del descampado, donde Bourne rodea al matón con felina pericia.

Absolutamente nada es creíble, pero, con tan buenas artes, qué placentero resulta que nos tomen el pelo. De modo que pienso revisitar el videoclub más pronto que tarde para proseguir con tan fantástico engaño. 

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23 enero 2011

'De dioses y hombres': fría y monumental

 
LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
por JOAN PAU INAREJOS

Nota: 7     
 
El cartel de esta singular película ya nos hace respirar la atmósfera de todo su metraje: la quietud ascética y el recogimiento monástico, una sobriedad de túnicas blancas y de nítidos perfiles que bien podría evocar las pinturas de Francisco de Zurbarán, ese realismo místico, sin fulgores ni artificios, que en el sur católico impregna la mejor pintura española del Siglo de Oro y en el norte protestante la inimitable pintura holandesa de interiores y sutiles iluminaciones.
Basándose en hechos reales, el director Xavier Beauvois coloca su cámara en el Magreb montuoso de los años 90, donde una comunidad de monjes cistercienses sufre el acecho de una ola de radicalismo islamista, episodio de lamentable actualidad. 
Con el ritmo, la elegancia, la veracidad y la búsqueda del detalle tan caros al cine naturalista europeo, 'De dioses y hombres' colorea primero un inusual fresco de la convivencia religiosa, para oscurecerlo más tarde con un drama existencial acerca de la violencia y el martirio. ¿Qué hacer ante la inminencia del agresor? ¿Huir o permanecer heroicamente? Las votaciones de los monjes a mano alzada, sus sombrías dudas y temores, sus inesperadas crisis de fe, su indisimulable humanidad, al fin y al cabo, componen un relato convicente y universal.
La luz perlina del monasterio ilumina soberbias individualidades: Lambert Wilson borda el papel del sufrido hermano Christian, que nunca pierde la firmeza mientras la procesión va por dentro, y, en el otro lado, el anciano médico interpretado por un Michael Lonsdale gran reserva, que opone a la ansiedad de aquél su entrañable parsimonia curtida por quien ha vivido todo tipo de calamidades ("soy un hombre libre", profiere en un diálogo brillante con el prior). 
'De dioses y hombres' esboza una tesis clara y cristalina, quizá a ratos demasiado evidente: la verdadera fe inspira la paz y la concordia (ahí está la escena tan bienintencionada del miliciano islamista excusándose por irrumpir en Nochebuena), y son los hombres, con su afán de poder y dominación, incluídos los respetables hombres de Estado (valiente dardo a los regímenes árabes), quienes lo echan todo a perder.
Sus 2 horas dan cabida a algún que otro bostezo, y, pese a su dilatación y sus meandros, conduce trágicamente, inexorablemente, a un final tan coherente como lineal y previsible. Al fin, el oscarizable drama monacal tiene toda la belleza, frialdad y elegancia de la filosofía estoica, la misma que recomendaba convertir el alma de cada uno en una "fortaleza inexpugnable" frente al naufragio del mundo exterior.

20 enero 2011

'Mil cretins': revoltijo de viñetas contemporáneas

FICHA DE LA PELÍCULA EN FILM AFFINITY
por JOAN PAU INAREJOS 
Nota: 6     
Si un artista medieval con visiones de futuro quisera hacer un gran retablo sobre los vicios y pecados del siglo XXI, probablemente le saldría algo parecido a 'Mil cretins'. 
Ciertamente, la adaptación cinematográfica del libro de relatos de Quim Monzó a cargo de Ventura Pons es una Babilonia de celuloide, magistralmente interpretada, donde no falta nada: ni el travestismo (de un otoñal Joan Crosas) ni la automutilación (negrísima Julieta Serrano), ni las pérfidas envidias y egolatrías (fenomenal Francesc Orella manipulado por un escritor más joven), ni la concupiscencia más inoportuna (todo un director de l'Acadèmia como Joel Joan pasándose por la entrepierna a la Bella Durmiente), ni la blasfemia (la Virgen María con cara de póker en una Anunciación chaplinesca), ni la inmisericordia más rampante (ese profesor insensible ante un ensangrentado Roger Príncep), ni el suicidio planificado (amarguísima tragicomedia de dos seniles e inmensos Joan Borràs y Carme Molina), y suma y sigue.
El loco paroxismo de los Monty Python y el ácido deconstructivismo de Woody Allen ('Desmontando a Harry', 1997) parecen planear sobre este desordenado atestado criminal de la humanidad actual, donde brilla diamantinamente el ingenio de Monzó, los intérpretes en estado de gracia y una fotografía intensa y matizada. La hoja de servicios es, pues, impoluta. Sin embargo, a uno se le antoja que el buen cine debería aspirar a algo más que a una sucesión de viñetas ocurrentes o actos teatrales sin más ligazón que la voluntad manifiesta de dejar un suave aroma a bilis en el alma.

15 enero 2011

El jardí de Gaudí

ARMAND PUIG
 Evoca tres paradisos: el jardí de l'Edèn, on Déu conversa amb l'home i la dona; l'hort de Jerusalem, on Jesús s'apareix a la Magdalena; i la nova Jerusalem, l'esposa que celebra les noces amb l'Anyell-Jesucrist
El punt crucial de tota edificació, que és la sustentació, queda resolt per l'arbre, per la columna-arbre, per l'arbre-bosc, per la volta-branques, per la volta-fulles, pels òculs-llum, pels pinacles-fruits. D'aquesta manera, la basílica [de la Sagrada Família] esdevé la nova Jerusalem, una rèplica augmentada de l'arbre de la vida, plantat al cim (!) de la façana del Naixement, que dóna fruit dotze vegades a l'any. Aquest arbre-bosc es converteix en una plantada d'arbres fruiters, amb dotze menes de fruita, un autèntic jardí on sempre és temps de collita. Podríem dir que la nau de la basílica evoca tres paradisos: "el jardí de l'Edèn", on Déu conversa amb l'home i la dona (Gèneso 2,15-25), "l'hort" de Jerusalem, on Jesús s'apareix a Maria Magdalena (Joan 20, 11-18) i en darrer terme, el "paradís", la nova Jerusalem, l'esposa que celebra les seves noces amb l'Anyell-Jesucrist, el seu espòs (Apocalipsi 19,7).

Armand Puig, 'La Sagrada Família segons Gaudí' (2010)
Imatge: http://www.sagradafamilia.cat/
 

Definición de tertuliano

[Carlos Taibo, en 'Contra los tertulianos] constata que el tertuliano ha ido mutando en todólogo manipulable y manipulador. Se le exige el rigor de un experto, la amenidad de un actor o la oratoria de un líder.

SERGI PÀMIES, EN 'LA VANGUARDIA', 14/1/2011 

14 enero 2011

'También la lluvia': thriller moral en las Américas

LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA 
por JOAN PAU INAREJOS 
Nota: 7,5    

Está bien hacer buenas películas, pero hay que acabarlas. Aunque parece de perogrullo, vale la pena recordarlo ante obras tan notables, creativas y magistralmente filmadas como 'También la lluvia', de Iciar Bollaín, donde el brillante paralelismo entre la América de finales del XV y la de principios del XXI desemboca en un frustrante desagüe de azúcares y buenos sentimientos.
Luis Tosar y Gael García Bernal (socarrón y español el primero; sedoso y mexicano el segundo) sostienen con buen oficio esta película dentro de la película, en la piel de unos productores que viajan a Bolivia para recrear la invasión colombina. Allí, sin embargo, deberán enfrentarse a un suceso real y nada poético, la guerra del Agua de Cochabamba, que enfrentó a miles de ciudadanos desabastecidos contra el gobierno privatizador de Hugo Banzer.
Con gran finura cinematográfica, Iciar Bollaín ha tenido el acierto de trenzar ambos momentos históricos, con una alternancia de imágenes sobre el pasado ficticio  y el presente real de los latinoamericanos que dibuja plano a plano un valiente alegato contra la explotación y la prepotencia occidental. Una película cien por cien política, que con gran habilidad da la vuelta a la épica de 'La Misión' y que logra unas cuantas escenas antológicas, como el ensayo en el hotel, ante una camarera boliviana convertida en actriz accidental, o el ácido encuentro entre los cineastas y el gobernador de Cochabamba, con el fragor de las protestas como permanente telón de fondo. 
En el capítulo de virtudes, aún deben añadirse las formidables individualides: Carlos Aduviri descolla en su papel de indígena insobornable y Karra Elejalde (el Colón de ficción) convence con su pose de frívolo solitario, fraternal pese a todo (como demuestra una diminuta y fantástica escena con los indios). Buenos actores, imaginativo guión y excelente puesta en escena -sucia y realista- componen lo más parecido a un thriller moral, donde los supuestos filántropos quizá se revelarán como negreros, y viceversa.   
Parece mentira que pueda fallar algo, pero, en efecto, hacia el final del metraje, todas las expectativas puestas en tan ágil y verosímil relato se diluyen en una deriva demasiado complaciente y bienintencionada, donde, traicionando el espíritu de la cinta, acaba triunfando el paternalismo de los blancos europeos y la sobada iconografía progre de las etnias unidas. Una cinta tan arrojada merecía cerrarse con un puñetazo en el ojo, y no con una sonrisa candorosa.