14 marzo 2009

Contra el carpe diem


GILBERT KEITH CHESTERTON

"El esplendor de la juventud es el sentimiento del que tiene todo el espacio para estirar las piernas"

La religión del carpe diem no es la de las personas felices, sin la de gente muy infeliz. La gran alegría no va juntando los retoños de rosa donde los encuentra, sino que tiene los ojos fijos en la rosa inmortal que vio Dante. La gran alegría contiene en sí el sentimiento de inmortalidad; el propio esplendor de la juventud es el sentimiento del que tiene todo el espacio para estirar las piernas. En toda la gran literatura cómica, en Tristram Shandy o en Pickwick, hay ese sentimiento de espacio de incorruptibilidad; sentimos que los personajes son personajes inmortales en una historia sin fin.


Es cierto, pro supuesto, que una felicidad punzante es casi siempre efímera; pero no es cierto que debamos pensar en ella como efímera o disfrutarla solamente "por el momento en sí". Hacerlo es racionalizar la felicidad, y por lo tanto destruirla. La felicidad es un misterio, como la religión, y nunca debería ser racionalizada (...). El enamorado disfruta el momento, pero, precisamente, no por el momento en sí. Lo disfruta por la mujer, o por él mismo. El guerrero disfruta el momento, por no por el momento en sí: lo disfruta por la bandera (...).


Jamás de ha descargado contra los amores naturales y la risa de los hombres un golpe tan esterlizador como ese carpe diem de los estetas. Para cualquier tipo de placer se requiero un espíritu totalmente diferente; cierta timidez, cierta esperanza indeterminada, cierta expectación juvenil. La pureza y la simplicidad son esenciales para las pasiones, sí, incluso para las malas pasiones. Hasta el vicio requiere una especie de virginidad.

GILBERT KEITH CHESTERTON, 'HEREJES' (1905)


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