03 julio 2013
Búsquedas kafkianas
Joan Pau
Inarejos
Al despertar una
mañana tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se encontró sobre su cama
convertido en un monstruoso insecto. He aquí uno de los comienzos más célebres
de la historia de la literatura, en justa competencia con el pelotón de
fusilamiento de García Márquez y el lugar de la Mancha de cuyo nombre Cervantes
no quería o no podía acordarse. Sin olvidar la extraña simetría con el dinosaurio de Monterroso
que todavía seguía ahí, tras una noche suponemos también que algo complicada.
Desde aquella
desagradable metamorfosis, lo kafkiano ha caído en el bazar universal
de los lugares comunes. Debates políticos, situaciones enrevesadas, lenguajes
abstrusos, todos han llevado el mismo apellido viscoso, tal vez animados
por esa concatenación de kas tan evocadora de las antenas y los
tentáculos inasibles. De lo germánico expresionista o lo austrohúngaro esquizoide. Aunque el uso y abuso ha sido
notable, aceptamos cucaracha como animal de compañía, dado que nunca se había puesto en duda la naturaleza fundamentalmente oscura y desasosegante del mundo
del escritor checo. Había un cierto respeto temeroso. Hasta hoy.
Hoy hace 130 años
que nació Franz Kafka en la ciudad de Praga y el principal medio de
comunicación del mundo, Google, ha querido dedicarle su homenaje. No lo ha puesto en cualquier sitio, sino en su mismísimo escaparate, el célebre doodle o guiño gráfico con el que cada dia customiza su
logotipo con motivos de actualidad. Loable iniciativa.
El problema es que
la imagen final, más que una plasmación del mundo kafkiano, parece el cartel de
‘Bichos 2’, y dicho sea con todos los respetos a la gran Pixar y a sus geniales animadores.
Con unos simpáticos trazos marrones, vemos a un señor entrando por la puerta
con vestido de cucaracha y un maletín en la mano. Con sombrero, pajarita y
desparpajo, sólo le falta el “Cariño, ya estoy en casa”. Igual me puede la paranoia, pero creo adivinar media sonrisa
en sus hocicos pizpiretos… ¿qué tal un cigarrillo? Atención, alguien ha metido a Greogorio Samsa en una sitcom de risas enlatadas y aquí nadie dice nada.
Será eso, debo de padecer un trastorno kafkiano, porque hasta me parece ver algo así como un storyboard de
Tim Burton en los flecos y enredaderas góticas que adornan las letras de este
Google metamorfoseado para la ocasión. Con estas apropiaciones o domesticaciones en clave pop
siempre me viene a la mente lo que decía Joan Francesc Mira sobre el arte
religioso: antes la cultura estaba justificada en el marco de la iglesia, en
sus severos tímpanos y capiteles historiados; ahora es la iglesia la que forma parte de la cultura, como
un gadget más en el mercado turístico. Altaïr se ha comido la hoja dominical.
Del mismo modo, hoy
Kafka es una breve espuma en el mar irónico de Internet, y quizá no deberíamos
rasgarnos las vestiduras. A menos que Timo Burton tenga ya la odiosa idea de perpetrar con 'La metamorfosis' uno de sus crímenes
despeinados: lo de Google morirá esta noche, pero por favor, que nadie
deje al pobre Gregorio en manos del asesino de Alicia.
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