22 febrero 2010

'El Hombre Lobo': aúlla, que algo queda


LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA

por JOAN PAU INAREJOS

Nota: 4

lo mejor. Esta reedición del hombre lobo tenía un noble propósito: desmarcarse de la frenética competición digital, de la vigorexia reinante en los dominios del píxel, para recuperar el sabor añejo del terror en blanco y negro, el de la Universal de los años 40.

En parte lo consigue: el licántropo encarnado por Benicio del Toro luce un aspecto agradablemente rancio, y sus hechuras resultan previsibles en el mejor sentido: sin remilgos ni prólogos, la bestia va al grano y ataca sin piedad, mordiendo y desollando a sus víctimas con todas las dosis posibles de exageración y hemoglobina.

La película es un homenaje al mito y ahí está su mejor plano: la entrañable estampa retro donde la joven se oculta tras un árbol mientras la sombra del monstruo se alarga teatralmente en la lejanía del bosque.

Joe Johnston también hace los deberes a la hora de recrear los ambientes góticos con rica profusión y un exquisito gusto decadente. A este canon neorromántico, consagrado modernamente por el 'Drácula' de Coppola y el 'Frankenstein' de Kenneth Branagh, los autores de 'El Hombre Lobo' añaden unas leves notas de psicodelia; Benicio del Toro convertido en un autista atormentado, enfrentado a su padre cual Edipo y presa de visiones traumáticas.

lo peor. Lo que falla traumáticamente son los cimientos narrativos: los guionistas parecen víctimas de una resaca perpetua y se olvidan de construir la más mínima estructura coherente. En vez de eso, nos someten a un carrusel de sustos y escenas románticas, de monólogos y de interminables crescendos donde el clímax no está ni se le espera.

Este hombre lobo padece de una arritmia aguda, algo imperdonable en tan experimentado género, y lo que hubiera podido ser una digna diversión arcaizante, al final toma los exasperantes perfiles de una gran empanada mental, con gazapos ridículos incluídos: la bruja gitana interpretada por Geraldine Chaplin viene a demostrar que la línea entre lo solemne y lo friqui puede ser extremadamente delgada.

Por favor, si tocan los monstruos legendarios, por lo menos que lo hagan con dignidad y no dejen el museo hecho unos zorros. Es lo mínimo que se puede pedir, ¿no? Pues eso, menos zorros y menos lobos, caperucita.

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