JOSÉ ANTONIO MARINA
"Los enamorados se aniñan un poco", uno cuida del otro "como la virtud que hace regalos"
Lo más peculiar de la relación amorosa plena -la que he descrito como una elipse con dos centros [el amante egoísta es un círculo que hace girar al otro alrededor suyo], entró en el mundo con la maternidad, que es su paradigma. La felicidad de la madre -egocéntrica- depende de la felicidad de su niño -heterocéntrica-. Esto favorece las conductas de cuidado, que son costosas pero al mismo tiempo crean efectos de campo felicitarios.
La relación sexual es mucho menos afectuosa. En el mundo animal es ferozmente egocéntrica. Basta ver la resignación con que las hembras soportan la cópula. Los seres humanos estamos tratando de introducir patrones amorosos -patrones de cuidado-en esa relación. De ahí la transposición de la ternura, que es un sentimiento dirigido a lo pequeño y débil, al amor adulto. Los enamorados se aniñan un poco, se dicen ternezas, utilizan un idioma infantil. Esta actitud de simetría básica puede prolongarse en actitudes de cuidado, que tienen una geometría variable.
Todos -hombres y mujeres- necesitamos dar y recibir cuidados, con lo que hacemos posible esa movilidad posicional (...). Lo importante es que esas figuras no se solidifiquen, para evitar que una persona sea siempre la cuidadora y la otra la cuidada. Mientras que las teorías viejas del poder limitan las posibilidades, las teorías del empoderamiento las amplían (...); enlazan con una interpretación de la "voluntad de poder" nietzscheana, que la relaciona con "la virtud que hace regalos, con la creación amorosa, con la generosidad".
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