JOHN GRAY
Los nazis provenían de un mundo de tranvías e industria pesada. Se valieron de mítines multitudinarios para destruir las instituciones parlamentarias y de medios de comunicación de masas como instrumento para reorganizar la sociedad. Si tuvieron precursores artísticos, éstos se encontraban en los movimientos de vanguardia como el expresionismo y el futurismo (…).
Se ha considerado con frecuencia que el nazismo constituía una agresión a los valores occidentales. En realidad, tal como sucedía con el comunismo soviético, encarnaba una de las más potentes tradiciones occidentales.
Los nazis se consideraban a sí mismo como revolucionarios en pie de igualdad con los jacobinos y los bolcheviques. En la novela que Arthur Koestler escribió durante la guerra, ‘Arrival and Departure’, un diplomático nazi con tendencia a filosofar (…) declara que el nazismo es más internacionalista que la Revolución francesa o que el comunismo soviético (…):
“Cierra los ojos. Imagina que Europa es, hasta los Urales, un espacio vacío en el mapa. Sólo existen campos de energía: energía hidráulica, minerales magnéticos, vetas de carbón bajo la tierra, pozos de petróleo (…). Acaba con esos ridículos límites sinuosos, con esas murallas chinas que cortan por la mitad nuestros campos de energía (…), liquida a la población excedente en aquellas zonas en las que no se necesita (…), elimina cualquier línea de fuerza perturbadora que pudiera intercalarse en tu red, es decir la influencia de las iglesias, de los capitales extranjeros, de cualquier sistema filosófico, religioso, ético o estético del pasado…”.
Los nazis repudiaban el pasado y abrazaban la tecnología moderna como instrumento de poder humano, incluyendo el poder de perpetrar un genocidio a una escala hasta entonces carente de precedentes.
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