Tampoco hay en la Torá nada comparable al dualismo platónico que distingue y separa el alma del cuerpo. Yahvé crea una figura de arcilla del suelo, que primero carece de vida, y le insufla su aliento ('ruaj') en los agujeros de su nariz, con lo que se vuelve un ser viviente ('nefesh'). El humán es polvo, pero polvo animado, ser vivo, animal ('nefesh'). Como más tarde señala el 'Qohélet' [Eclesiastés] (12,7): "El polvo retorna a la tierra de la que salió y el aliento retorna a Elohim que se lo dio" (...).
Los fariseos y luego los rabinos posteriores creían frecuentemente en algún tipo de resurrección o inmortalidad, pero no los saduceos y otros muchos judíos. Este tema de la resurrección y la inmortalidad es prominente en el 'Talmud', hasta el que llega la influencia indirecta del platonismo. Ya en el Renacimiento, el rabino León de Módena (1571-1648) señala que le "espanta el no ser capaz de encontrar en todas las palabras de Moshé ni una sola alusión a la inmortalidad espiritual del hombre tras su muerte física".
JESÚS MOSTERÍN: 'LOS JUDÍOS. HISTORIA DEL PENSAMIENTO' (2006)
LA BIBLIA FRENTE AL DUALISMO GRIEGO EN LA FIGURA DE YAHVÉ Y EN LA CREACIÓN DEL HOMBRE SEGÚN HAROLD BLOOM
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