Yo veo ante mí una posibilidad cuyo encanto y cuyo colorido son completamente terrenales, tan lleno de sentido, tan prodigiosamente paradójico a la vez, que todas las divinidades del Olimpo habrían tenido pretexto para lanzar una carcajada mortal: César Borgia papa... ¿Se me entiende?
¿Pero qué ocurrió? Un monje alemán, Lutero, fue a Roma. Ese monje, que llevaba en su cuerpo todos los instintos vengativos de un sacerdote fracasado, se indignó en Roma contra el Renacimiento. En lugar de comprender, con la más profunda gratitud, el enorme acontecimiento que había tenido lugar, la superación del cristianismo en su propia sede, lo único que su odio pudo extraer de ese espectáculo fue su propio alimento.
¡En la silla del papa no estaban ya sentados la vieja corrupción, el pecado original, el cristianismo! ¡Sino la vida! ¡Sino el gran sí a todas las cosas elevadas, bellas, temerarias! Y Lutero restauró de nuevo la Iglesia. El Renacimiento: ¡un gran 'en vano'!
Friedrich Nietzsche, El Anticristo, 120
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