21 agosto 2004

La enfermedad de la fe


Los grandes espíritus son escépticos. Zaratustra es un escéptico. Las convicciones son prisiones. El estar libre de toda especie de convicciones, el 'poder mirar libremente', forma parte de la fortaleza... La gran pasión usa, consume convicciones, no se somete a ellas, se sabe soberana.

Y a la inversa: la necesidad de fe, la necesidad de alguna incodicionalidad, es una necesidad propia de la debilidad. El 'creyente' no se pertenece a sí mismo, sólo puede ser un medio, tiene que ser consumido, tiene necesidad de alguien que lo consuma.

El condicionamiento patológico de su óptica hace del convencido un fanático: Savonarola, Lutero, Rousseau, Robespierre, Saint-Simon. El tipo antitético del espíritu fuerte. Pero los gestos grandes y afectados de esos espíritus enfermos, de esos epilépticos del concepto, actúan sobre la gran masa. Los fanáticos son pintorescos, la humanidad prefiere ver gestos a oír razones.

Friedrich Nietzsche, El Anticristo, 104

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