11 septiembre 2015
‘Operación U.N.C.L.E.’: qué guay es la Guerra Fría
por JOAN
PAU INAREJOS
Nota: 6,5
La operación Guy Ritchie consiste en tomar cualquier género o tema literario
y convertirlo en un videoclip cool
con cierta exaltación de la estética masculina de etiqueta. Lo hizo con el detective más famoso del mundo, y funcionó
a las mil maravillas, porque encontró en Robert Downey Junior a un aliado socarrón
y ultracarismático. Ahora repite jugada con los espías de la Guerra Fría, pero aquí tenemos a Henry Superman Cavill, que, francamente,
no es lo mismo.
El sosainas heredero de Cristopher Reeve hace lo que puede y
debe en esta revisión cachonda y ligera del mundo de los espías sesenteros.
Nada que reprocharle, porque se mueve, dispara y tira los tejos como cualquier
aprendiz solvente de 007. El cine ha encontrado un nuevo filón en esa mezcla de
humor, modernez, acción y bondismo que también chisporrotea en la reciente ‘Kingsman’,
por poner un ejemplo, o en las cintas más alocadas de la Marvel, y que genera
materiales golosos para futuribles sagas y potenciales rentabilizaciones ilimitadas.
Si Downey Jr. hacía pareja con un Watson posmoderno y estiloso
(Jude Law), esta vez el camarada del protagonista es un Armie Hammer de acento
ruso, carácter volcánico y boina chic.
Soviéticos y americanos obligados a trabajar juntos para conjurar la
reviviviscencia de los nazis: ‘Operación U.N.C.L.E.’ explota con habilidad esta
peculiar premisa, y saca especial partido de la vis cómica de Hammer, sutil y
pizpireto actor que apenas conocíamos. Esta vez el segundón es el que brilla.
Nuevamente, Guy Ritchie se marca todo tipo de virguerías
visuales marca de la casa, algunas tan divertidas y vacilonas como la escena de
la persecución en el puerto, donde el protagonista se acomoda en el coche y hasta
se pone sibarita mientras su compañero las pasa muy canutas en un desesperado segundo plano. Se le
puede objetar que tarantinea más que
nunca, con un montaje, un uso de la música y un manejo de la violencia banal que
raya la imitación descarada del autor de ‘Django’
o ‘Reservoir dogs’. Pero lo tomaremos como un hilo musical, o como un pase
entretenido de teloneros, mientras esperamos que Robert empuñe de nuevo la lupa y vuelva nuestro irreverente e inimitable Sherlock Holmes.
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