30 septiembre 2015
Resaca
Joana Bonet
‘Resaca metafísica’. La Vanguardia 28/9/2015
Kingsley Amis fue un aplicado bebedor, práctico
y teórico, que escribió desternillantes ensayos sobre el estado metafísico de
la resaca –reunidos en un volumen titulado Sobrebeber por la editorial
Malpaso–. Su descripción de la misma es antológica: “Cuando esa mezcla inefable
de depresión, tristeza (no son lo mismo), angustia, desprecio de uno mismo,
sensación de fracaso y miedo al futuro empiece a imponerse, recuerda que lo que
tienes es resaca. No te estás poniendo enfermo, no has sufrido una leve lesión
cerebral, no haces tan mal tu trabajo, tu familia y tus amigos no han tramado
una conspiración de silencio a tu alrededor para que no descubras que eres un
mierda, no estás viendo por fin cómo es realmente la vida y no hay por qué
llorar por la leche derramada”.
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Belleza medieval
Umberto Eco
Arte y belleza en la estética medieval (1959)
la cultura medieval, la cual, al haber elegido o
haberse visto obligada a elegir el latín como lengua franca, el texto bíblico
como texto fundamental y la traducción patrística como único testimonio de la
cultura clásica, trabaja comentando comentarios y citando fórmulas
autoritativas, con el aire del que nunca dice nada nuevo. No es verdad, la
cultura medieval tiene el sentido de la innovación, pero se las ingenia para
esconderlo bajo el disfraz de la repetición (al contrario de la cultura
moderna, que finge innovar incluso cuando repite).
¿oscura edad media?
Los medievales hablan continuamente de la belleza
de todo el ser. Si la historia de esta época está llena de sombras y
contradicciones, la imagen del universo que transluce de los escritos de sus
teóricos está llena de luz y optimismo.
inexhausta irradiación de
belleza
De divinis nominibus del Pseudo Dionisio
Areopagita. Aquí el universo aparece como inexhausta irradiación de belleza,
una grandiosa manifestación de la difusividad de la belleza primera, una
cascada deslumbrante de esplendores:
vocabulario
Venustez, temperie
la hilarante exigencia
simétrica
El principio de simetría, incluso en sus
expresiones más elementales, era un criterio instintivo tan arraigado en el
ánimo medieval que determinó la evolución misma del repertorio iconográfico.
Este procedía de la Biblia, de la liturgia, de los exempla praedicandi, pero, a
menudo, exigencias de simetría inducían a modificar una escena que la tradición
había transmitido en términos bien definidos, e incluso a forzar las costumbres
y las verdades históricas más comunes. En Soisson, uno de los tres magos es
sacrificado porque no hace pendant. En la catedral de Parma, san Martín divide
su capa no con uno, sino con dos mendigos. En San Cugat del Vallés, el Buen
Pastor, en un capitel, se vuelve doble. A estas mismas razones se deben las
águilas de dos cabezas y las sirenas de dos colas (Réau 1951). La exigencia
simétrica crea el repertorio simbólico.
la enciclopedia-cúmulo
La enciclopedia en forma de cúmulo pertenece a
una época que todavía no ha encontrado una imagen definitiva del mundo; por eso
el enciclopedista recoge, enumera, adiciona, empujado solo por la curiosidad y
por una especie de humildad anticuaria.
la indiferencia por lo
concreto
Nadie
había observado nunca verdaderamente un racimo de uvas, porque el racimo era
ante todo su significado místico: ahora en los capiteles se observan
sarmientos, pámpanos, hojas, flores, en los pórticos aparecen descripciones
analíticas de los gestos cotidianos, de los trabajos del campo y de los
oficios.
el desierto como imagen de
Dios
Eckhart [habla] de «abismo sin modo y sin forma
de la divinidad silenciosa y desierta»; y recuerda que «el alma alcanza la
suprema beatitud… arrojándose en la divinidad desierta donde no hay ni obra ni
imagen…»
el renacimiento y el ‘multiverso’
Lovejoy (1936) sugiere que la verdadera idea
revolucionaria de la cultura renacentista no ha sido el descubrimiento
copernicano, sino más bien la idea —que está presente en Cusano y se afirmará
en Giordano Bruno— de la pluralidad de los mundos.
números para ordenar el
mundo bárbaro
De una estética pitagórica del número que
reaccionaba ante el desorden de las edades bárbaras, se pasa a una estética
humanista, atenta a los valores del arte y al depósito de bellezas transmitido
desde la Antigüedad, que refleja el renacimiento del mundo carolingio.
*** Nota: los
títulos que encabezan los fragmentos son del autor del blog
12 septiembre 2015
‘Mientras seamos jóvenes’:
la rabia que dan los veinteañeros
por JOAN
PAU INAREJOS
Nota: 7,5
“Dejemos de lado la ética: ¿qué hay de mí?”. Noah Baumbach
escribe frases como esta, y se queda tan fresco, y hasta filma una película
entera sobre los egos, las frustraciones, los anhelos y los miedos que
sobrevienen con la crisis de los cuarenta (o de los treinta, o de los cincuenta,
que para el caso es lo mismo; si los políticos siempre están en campaña,
nosotros siempre podemos encontrar motivos para estar en crisis). Una película
que quiere ser comedia por fuera y drama por dentro, que nunca decepciona con
su torbellino de diálogos acerados, pero que en conjunto quizá no acaba de saber
lo que quiere ser cuando sea mayor.
A bote pronto, hay que tener las gónadas muy bien puestas para
escoger a Ben Stiller como protagonista de una comedia urbana con aires,
digamos, woodyallenianos y más aún, con aspiraciones existenciales. El sufrido
yerno de ‘Los padres de ella’ es tan solvente poniendo muecas contritas y
pasando noches locas en el museo que ya no podemos imaginarlo de otra guisa. Es
el problema de tener un físico tan marcado, y, por qué no decirlo,
insuficientes tablas para trascenderlo. Entendámonos, no es que sea
muy mal actor: es que es demasiado Ben Stiller. Y hasta aquí saldamos cuentas
con Follen.
A su lado, Naomi Watts pone el centro de gravedad dramático, la
matizada alma femenina, demostrándonos lo que podía haber sido Nicole Kidman de
no haber enfermado a base de bótox y estrellitis. Natural, madura, sensible y
profesional, la rubia angloaustraliana es Cornelia, esta cuarentona aún
atractiva, algo desencantada, obligada a soportar el ataque de peterpanismo de
su marido y su eterna búsqueda del éxito profesional. Una búsqueda empantanada
y estéril hasta que, de repente, una pareja de pipiolos se cruza en su camino.
El choque de los dos mundos, los jóvenes y los no tan jóvenes,
asegura toda una ristra de escenas cómicas y momentos de catarsis biográfica
para el espectador nacido antes de 1985. Mientras nosotros nos rodeamos de
tecnología asistencial, ellos viven en una alegre precariedad sin tiempo (“no
lo busquemos en Google: quedémonos sin saberlo”). Mientras nosotros lo
compramos todo, ellos lo fabrican. Mientras nosotros perseguimos la fórmula del
éxito, ellos la inventan, o incluso se la encuentran por la calle. Mientras
nosotros emulamos a los toreros orgullosos y entonamos el “Dejadme solo”, ellos
viven en un mundo wiki y lo hacen
todo entre todos. Un paraíso sin derechos de autor ni ansiedades biográficas.
Por supuesto, ni todos los jóvenes son esos nuevos hippies que
dibuja la película de Baumbach, ni todos los postjóvenes viven con el agobio y
el acomodo material de Ben Stiller y Naomi Watts. Son estereotipos,
estereotipos ácidos, más o menos bien cortados, con los que juega el director
hasta la extenuación, tirando si hace falta de la pantalla partida o de
recursos unas veces facilones (la contraposición de los personajes, la
imitación del sombrero, la escena de la bicicleta y la artrosis) y otras veces
con destellos dignos de gran cine (el encuentro de los dos hombres en la gala,
donde uno está literalmente disfrazado del otro, en un paradójico intercambio
de papeles).
El clímax de la sala de fiestas, con el cruce eléctrico de
diálogos y el definitivo desnudamiento/derrumbamiento del protagonista,
condensa lo mejor de la película y hace olvidar sus defectos y sus desvaríos
innecesarios, chamanes incluidos. Más que contenido, le falta artesanía, porque Baumbach va sobrado de ideas interesantes e incluso de moralejas, que podríamos resumir así: cada uno
en su sitio, no añoremos lo que no tenemos, y, por Dios, si procreamos, recordemos que se trata de educar a los
niños y no de infantilizarnos nosotros.
11 septiembre 2015
‘Operación U.N.C.L.E.’: qué guay es la Guerra Fría
por JOAN
PAU INAREJOS
Nota: 6,5
La operación Guy Ritchie consiste en tomar cualquier género o tema literario
y convertirlo en un videoclip cool
con cierta exaltación de la estética masculina de etiqueta. Lo hizo con el detective más famoso del mundo, y funcionó
a las mil maravillas, porque encontró en Robert Downey Junior a un aliado socarrón
y ultracarismático. Ahora repite jugada con los espías de la Guerra Fría, pero aquí tenemos a Henry Superman Cavill, que, francamente,
no es lo mismo.
El sosainas heredero de Cristopher Reeve hace lo que puede y
debe en esta revisión cachonda y ligera del mundo de los espías sesenteros.
Nada que reprocharle, porque se mueve, dispara y tira los tejos como cualquier
aprendiz solvente de 007. El cine ha encontrado un nuevo filón en esa mezcla de
humor, modernez, acción y bondismo que también chisporrotea en la reciente ‘Kingsman’,
por poner un ejemplo, o en las cintas más alocadas de la Marvel, y que genera
materiales golosos para futuribles sagas y potenciales rentabilizaciones ilimitadas.
Si Downey Jr. hacía pareja con un Watson posmoderno y estiloso
(Jude Law), esta vez el camarada del protagonista es un Armie Hammer de acento
ruso, carácter volcánico y boina chic.
Soviéticos y americanos obligados a trabajar juntos para conjurar la
reviviviscencia de los nazis: ‘Operación U.N.C.L.E.’ explota con habilidad esta
peculiar premisa, y saca especial partido de la vis cómica de Hammer, sutil y
pizpireto actor que apenas conocíamos. Esta vez el segundón es el que brilla.
Nuevamente, Guy Ritchie se marca todo tipo de virguerías
visuales marca de la casa, algunas tan divertidas y vacilonas como la escena de
la persecución en el puerto, donde el protagonista se acomoda en el coche y hasta
se pone sibarita mientras su compañero las pasa muy canutas en un desesperado segundo plano. Se le
puede objetar que tarantinea más que
nunca, con un montaje, un uso de la música y un manejo de la violencia banal que
raya la imitación descarada del autor de ‘Django’
o ‘Reservoir dogs’. Pero lo tomaremos como un hilo musical, o como un pase
entretenido de teloneros, mientras esperamos que Robert empuñe de nuevo la lupa y vuelva nuestro irreverente e inimitable Sherlock Holmes.
04 septiembre 2015
Nostalgia del absoluto
George
Steiner
Nostalgia del absoluto (1974)
Nostalgia del absoluto (1974)
el inconsciente es una vivienda vienesa
Propongo con vacilación, pero con cierta seriedad, la sugerencia de que la
famosa división de la conciencia humana –el ello, el yo, el superyó– es en sí
misma algo más que el reflejo anatómico del sótano, la vivienda y la buhardilla
de un hogar de la clase media de la Viena del cambio de siglo. Las teorías de
Freud no son científicas en el sentido de ser universales, de ser
independientes de su medio étnico-social, como lo son las teorías de la física
o la biología molecular. Son lecturas inspiradas y proyecciones a partir de las
muy especiales condiciones sexuales, familiares y económicas de la vida
burguesa en la Europa central y occidental entre, digamos, los años 1880 y
1920.
estragos de la colonización
Llegara para conquistar o para convertir, para explotar o para medicar, el
hombre occidental llevó consigo la devastación.
el antropólogo, un destructor
La idea de viajar a lugares lejanos para estudiar pueblos y culturas
extranjeras sólo se da en el hombre occidental; surge del genio predador de los
griegos (...) Ninguna comunidad nativa sobrevive intacta después de la visita
del antropólogo, por hábil, por modesto, por discreto que pueda ser. La
obsesión occidental por la investigación, por el análisis, por la clasificación
de todas las formas vivas, es en sí misma un modo de sojuzgamiento, de dominio
técnico y psicológico. El pensamiento analítico adulterará o destruirá
fatalmente la vitalidad de su objeto. Tristes
trópicos de Lévi-Strauss expresa esta melancólica paradoja.
la esclavitud y el origen del pensamiento especulativo
La búsqueda desinteresada de la verdad abstracta es específica de cada
cultura, su historia es relativamente breve y tiene una geografía propia. Es un
fenómeno del Mediterráneo oriental (...) posiblemente relacionada con los
factores climáticos, la dieta proteínica, el sistema de parentesco dominado por
lo masculino en el que los hombres eran depredadores y tenían un papel
indagador dominante. Tal vez no habría existido un pensamiento especulativo
puro sin la esclavitud, si los hombres no hubieran dispuesto del tiempo libre
necesario para consagrar su voluntad, energía y ambiciones a problemas no
relacionados directamente con la supervivencia personal y económica. En otras
palabras, la persecución de la verdad es desde el principio una verdadera
persecución. Tiene elementos de caza y de conquista.
la atracción del obstáculo
Somos claramente un carnívoro cruel construido para avanzar, y construido
para avanzar contra y por encima de los obstáculos. En realidad, el obstáculo
nos atrae magnéticamente. Hay en nosotros algo esencial que prefiere la
dificultad, que busca la pregunta complicada. En última instancia, es por esto
por lo que los más dotados, los más enérgicos de nosotros han sabido –tal vez
sin articular este conocimiento– que la verdad es más compleja que las
necesidades del hombre, que en realidad puede ser completamente ajena e incluso
hostil a esas necesidades.
Palabrología
Virgilio
Ortega
Palabrología (2015)
Palabrología (2015)
metáforas catedralicias
La catedral (en griego, hedra
significaba ‘asiento’, ‘acción de sentarse’, y katá, ‘abajo’, ‘sobre’, por lo que kathedra era el ‘asiento sobre’ el que uno se asentaba (...). ‘Nave’
viene del latín navis, navío, nao, ‘embarcación’,
pues su techumbre nos recuerda un barco invertido, boca abajo, como una cóncava
nave que surcase ese mar azul que es el cielo (...). El arco es, como la ‘nave’
otra metáfora: viene del latín arcus,
que es el arma con la que se disparan las flechas, en este caso flechas que se
dirigen hacia el cielo, hacia donde ese arco de piedra parece apuntar (...). El
arquitecto ha construido cuatro pechinas (claro, como las conchas de esos
bivalvos tan ricos) (...) ha podido construir un doble tambor (¡otra metáfora,
qué poético es el lenguaje de la arquitectura: naves, arcos, cañones, pechinas,
como si todo cupiese en una iglesia!) o cimborrio (del griego kiborion –a través del latín ciborium- que era el fruto del nenúfar,
¡más metáforas! (...) (¡’nervios’, otra metáfora!), la cúpula (el diminutivo de
del latín cupa, ‘cuba’, por la
similitud e su forma, octava metáfora).
querer es ‘buscar intensamente’
Un inquisidor, que ya vimos, y un pesquisidor vienen a ser lo mismo: ambos
vienen del latín quaerere, ‘buscar’,
inquirir [y sólo más tarde, ‘desear’, querer], por lo que perquirere es ‘buscar intensamente’, perquerir, y el resultado es
una pesquisa o ‘indagación’.
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