28 enero 2014
'El lobo de Wall Street': resacón en la bolsa
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 4
A veces hay
personajes que persiguen a un actor. Véase el curioso caso de Leonardo
DiCaprio. Si en 2010 interpretaba a un hombre atormentado y sumido en un mundo
onírico (‘Shutter Island’) para, pocos meses después, meterse en el mismo papel
bajo las órdenes de Cristopher Nolan (‘Origen’), ahora Hollywood le ha
asignado algo así como el rol de yuppie o dandi oficial. Tras los fastos vintage de ‘El gran Gatsby’
–fidelidades literarias al margen– llega ahora Jordan Belfort, el sonriente
mandamás de la bolsa neyorquina, éste sí –me temo– inquietantemente real.
¿Azares de la
industria? ¿Cosas del destino? Quién sabe. El caso es que la cinta
kilométrica de Martin Scorsese deja una permanente sensación de déjà vu,
máxime teniendo en cuenta que el Gatsby de Baz Luhrman (‘Moulin Rouge’) ya era
una celebración del exceso ético y estético como lo es, elevado al cubo, este relato sobre el éxito fulgurante y el posterior hundimiento de
un avispado corredor de bolsa de los locos 2000. Scorsese filma el
mejor de sus videoclips pero quizá una de sus películas peor resueltas.
El director de 'Taxi driver' dedica tantas energías a documentar el golferío y la borrachera moral
de los cachorros del capitalismo financiero que casi se deja embriagar por
ellos. En sus cerca de tres horas de metraje apenas hay distancia hacia esos
adictos al dólar que tanto contribuyeron a destrozar la economía mundial desde
las pantallas de sus ordenadores. Muy al contrario, cultiva la condescendencia
cachonda y roza la fascinación. Para sorpresa de muchos, Scorsese se monta una fiesta
non-stop sin la más mínima ambición crítica. Mala señal cuando la película
empieza a parecer 'Resacón en las Vegas'.
El resultado de
tanta exageración, de tanto subrayado, de tanto abuso de recursos (los speech de
Jordan, las mil y una juergas en el lugar de trabajo, la saturación de tacos y
alusiones sexuales de todo tipo) es que la historia sufre una espectacular
pérdida de credibilidad. Su tono equívoco oscila entre la comedia sobrepasada
y la estética Tommy Hilfiger. Los personajes nos acaban pareciendo
simpáticos madelmans privados de revés dramático (con momentáneas excepciones,
como la escena en la que Jordan enloquece y se lleva a su hija pequeña en pleno
rapto cocaínico: sólo ahí percibimos la magnitud del cataclismo).
Por supuesto, el
apartado audiovisual es apabullante: además de un sonido rotundo y magistralmente editado, el
viejo Scorsese se atreve con imágenes altamente provocativas -no sólo sexuales:
la niña de dos años en el asiento de copiloto es otra de ellas- y crea momentos
tan abracadabrantes como el naufragio del yate (del que DiCaprio sale con mejor fortuna que en 'Titanic'). Se agradece su falta de
tapujos y ese ánimo de sinvergonzonería que lo impregna todo para disgusto de
las almas puritanas de Hollywood. También toca celebrar el ritmo eléctrico
de los diálogos, algunos pura esgrima ("¿Tanto dinero por unos postres?
¿Qué pasa, curaban el cáncer?"). Pero Scorsese no sabe muy bien lo
que quiere contar, ni cómo se posiciona ante lo que quiere contar, y para hacer
películas flipantes sin discurso ya hay muchos Jordan Belfort del séptimo arte
con una cámara en el hombro. Tú, Martin, no.
‘EL LOBO DE WALL STREET', DE MARTIN SCORSESE
LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LABUTACA
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