09 enero 2014

’12 años de esclavitud’: bella, dura, honesta. Pero…

por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 7

Se ha dicho alguna vez que los tipos buenos son los más aburridos. No pocos actores confiesan su preferencia por interpretar a villanos, cínicos y gente desalmada en general, o por lo menos con serios desgarros morales, antes que a una buena persona chata y rutinaria. Quizá por eso Chiwetel Ejiofor no acaba de levantarnos de la butaca como protagonista de este drama, humanista y grandioso, sobre la esclavitud en Estados Unidos.

Demasiado bienintencionado, demasiado incontestable. El director de ‘Shame’, aquel pausado retrato sobre un adicto al sexo, vuelve a exhibir sus dotes de narrador analítico y elegante. Descarnado cuando es preciso. La idea motriz, basada en el relato real de Solomon Northup, está clara: cómo un hombre de clase media, padre de familia, pacífico y violinista, cayó de la noche a la mañana en las garras del fanatismo racista del siglo XIX. Los salvajes son ellos. En este sentido, el arranque es espléndido: la Historia estallando de pronto en el seno de una tragedia individual. Los grandes horrores de la humanidad ocurriendo cuando nadie se lo espera.

A partir de ahí, '12 años de esclavitud’ no se sale del guion y sigue serenamente las andanzas de Solomon para zafarse de su destino sobrevenido. Lo hace con un tempo a la vez clásico y moderno. Sin inventos ni sorpresas, pero también sin edulcorantes y sin apenas concesiones a la lágrima, lo cual es de agradecer en el cargante género de las americanadas. McQueen, londinsense, se adscribe más bien el canon británico: desde el rigor de los retratos ingleses hasta la crudeza de Francis Bacon. Véase la escena del casi-ahorcamiento: un largo plano secuencia que justifica toda la película.

El extenso drama (que no es a tiempo real, pero poco le falta) también cuenta a su favor con sólidas bazas en el reparto, especialmente Michael Fassbender –un carismático caudillo emborrachado de tedio y poder– o Benedict Cumberbatch, el Sherlock Holmes televisivo que demuestra tanta perfección para interpretar a seres pérfidos como a hombres de buena voluntad. Con clamorosas excepciones como Brad Pitt, cuya insulsa y fugaz aparición no hace honor a la importancia capital de su personaje, el reparto es impecable.

Y sin embargo… ¿por qué no nos emociona esta odisea de liberación, que tantos jalean como una obra maestra? Quizá por su excesiva obviedad. Es lo que es. A diferencia de cierto cine muy en boga, que pasa como el más cool e inteligente, el film de McQueen no exhibe dobles ni triples lecturas. Termina su faena con la misma disciplina con la que comienza. Un poco de pretenciosidad, y algunos tópicos, no más. El resto, pura profesionalidad de un maestro del medio, con un talento especial para la belleza plástica, los planos largos y las composiciones bidimensionales. Los campos de algodón tendrán que esperar su lista de Schindler.


12 AÑOS DE ESCLAVITUD (12 YEARS A SLAVE), DE STEVE McQUEEN
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