Rafael Alberti
Antología poética (1920-1998)
El
mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!
¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?
En sueños la marejada
me tira del corazón;
se lo quisiera llevar.
Padre, ¿por qué me trajiste
acá? Gimiendo por ver el mar,
un marinerito en tierra
iza al aire este lamento:
¡Ay mi blusa marinera;
siempre me la inflaba el viento
al divisar la escollera!
‘Marinero en
tierra’ (1924)
aranda de duero
Madruga la amante mía
madruga que yo lo quiero.
En las barandas del Duero
viendo pasar el alba fría,
yo te espero.
No esperes que zarpe el día
que yo te espero.
‘La amante’ (1925)
canción del ángel sin
suerte
Tú eres lo que va:
agua que me lleva,
que me dejará
Buscadme en la ola.
Lo que va y no vuelve:
viento que en la sombra
se apaga y se enciende.
Buscadme en la nieve.
Lo que nadie sabe:
tierra movediza
que no habla con nadie.
Buscadme en el aire.
‘Sobre los
ángeles’ (1927-1928)
el ángel bueno
Y hacerme el alma navegable
‘Sobre los ángeles’ (1927-1928)
Se
equivocó la paloma.
Se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.
Creyó que el mar era cielo;
que la noche, la mañana.
Se equivocaba.
Que las estrellas, rocío;
que la calor, la nevada.
Se equivocaba.
Que tu falda era su blusa;
que tu corazón, su casa.
Se equivocaba.
(Ella se durmió en la orilla.
Tú en la cumbre de una rama).
‘Entre el clavel y la
espada’ (1939-1940)
Nueva York, Wall Street, banca de sangre,
áureo pulmón comido de gangrena,
araña de tentáculos que hilan
fríamente la muerte de otros pueblos.
De tus cajas, remontan disfrazados
embajadores de la paz y el robo:
Daniels, Caffery, etc.,
revólveres confidentes y a sueldo de tus
gansters.
La Libertad, ¡tu Libertad!, a oscuras
su lumbre antigua, su primer prestigio,
prostituida, mercenaria, inútil,
baja a vender su sombra por los puertos
’13 bandas y 48 estrellas’
(Poema del mar Caribe) (1935)
los campesinos
Se
ven marchando duros, color de la corteza
que
la agresión del hacha repele y no se inmuta.
Como
los pedernales, sombría la cabeza,
pero
lumbre en su sueño de cáscara de fruta.
Huelen
los capotones a corderos mojados,
que
forra un mal sabor a sacos de patatas,
uncido
a los estiércoles y fangales pegados
en
las cansinas botas más rígidas que patas.
Sonando
a oscura tropa de mulos insistentes,
que rebasan las calles e impiden las aceras,
van los hombres del campo como inmensas simientes
a sembrarse en los hondos surcos de las trincheras
Muchos
no saben nada. Mas con la certidumbre
del
que corre al asalto de una estrella ofrecida,
de
sol a sol trabajan en la nueva costumbre
de
matar a la muerte, para ganar la vida.
’El poeta en la calle’ (1931-1939)
Cuando
tanto se sufre sin sueño y por la sangre
se escucha que transita solamente la rabia,
que en los tuétanos tiembla despabilado el odio
y en las médulas arde continua la venganza,
las palabras entonces no sirven: son palabras.
Balas.
Balas.
Manifiestos,
artículos, comentarios, discursos,
humaredas perdidas, neblinas estampadas.
¡qué dolor de papeles que ha de barrer el viento,
qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua!
Balas.
Balas.
Ahora
sufro lo pobre, lo mezquino, lo triste,
lo desgraciado y muerto que tiene una garganta
cuando desde el abismo de su idioma quisiera
gritar lo que no puede por imposible, y calla.
Balas.
Balas.
Siento
esta noche heridas de muerte las palabras.
’El poeta en la calle’ (1931-1939)
Ahora súbete, mar, a la azotea
Mientras que yo me tiendo en tu horizonte
Para que me divises desde lejos.
‘Pleamar’ (1942-1944)
Rafael Alberti
Antología poética (1920-1998)
No hay comentarios:
Publicar un comentario