03 octubre 2011

‘La cara oculta’: otra buena idea por el desagüe


Atención: la crítica contiene pequeños detalles del argumento
LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 4
Habría que hacer un museo del fracaso cinematográfico. No hablamos de las películas que nacieron malas sin remedio, sino de aquellas que tuvieron buenas ideas y no supieron desarrollarlas. Ah, amigos. Nadie dijo que fuera fácil. El cine no son buenas ideas, sino buenas puestas en escena, de ahí que haya películas electrizantes, envolventes e incluso apasionantes sin apenas elaboración intelectual bajo su brillante corteza. De ahí que tantas veces prefiramos una diversión hollywoodiense hábilmente manufacturada antes que cualquier desahogo autoral (europeo, por ejemplo). Perdón, san Fellini. Perdón, san Godard.
Todo esto viene a cuento de la nueva candidata a ingresar en el muestrario de los bellos fiascos del celuloide, de lo que pudo ser y no fue. Hablamos de ‘La cara oculta’, thriller del colombiano Andrés Baiz cuya premisa  prometía erizamientos de vello: una joven temeraria, heredera de todos los Prometeos robafuegos que en el mundo han sido (Clara Lago), decide encerrarse en un escondite construído en su propia casa, donde puede ver sin ser vista para poner a prueba la fidelidad de su mujeriego marinovio (Quim Gutiérrez). Este mirador hermético nos retrotrae a la fantasía moderna por excelencia, que bulle en el mito del hombre invisible y que cristaliza gracias a la erótica de las pantallas del cibermundo: poder mirar al otro sin reciprocidad, sin consecuencias morales, beneficiándose, como dice Manuel Delgado, de una “vista gorda generalizada”.
Pero no hay vista gorda que pase por alto la desastrosa traslación cinematográfica de tan sugestivo planteamiento: de entrada, la película cuenta dos veces la misma historia, primero con un suspense excesivamente dilatado y después con una explicación excesivamente evidente, con flash-back incluído, donde el tenebroso invento de la habitación oculta aparece con ridícula brusquedad, como quien levanta una trampilla en un capítulo de Tom y Jerry, por no citar las bochornosas justificaciones que se dan para aclarar la existencia del artefacto de marras, utilizado casualmente por el antiguo dueño de la casa cuando era un fugitivo nazi (buf).
Los actores tampoco ayudan a salvar los muebles (más bien al contrario), mientras la función saquea descaradamente los planos de ‘Lo que la verdad esconde’ (Harrison Ford & Michelle Pfeiffer) y se despeña por los trucos del terror más cutre y facilón (véase la tormenta ensordecedora, la presencia extraña que resulta ser el perro, las parpadeantes caras de ultratumba o ese clásico del humor involuntario titulado “Creo que aquí hay fantasmas” y subtitulado “No, mujer, eso son visiones tuyas”).
¿Momentos inspirados? Los hay. El diálogo fantasmal entre la mujer y la amante a través del lavamanos, con esas miradas a uno y otro lado del espejo, tenía su mala leche. Una lástima que todo se vaya por la cloaca.
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1 comentario:

Sose dijo...

Como truco del terror fácil te olvidas de la música clásica combinada con momentos de supuesto suspense... buf.
Totalmente de acuerdo con tu crítica. Y para adornar todo,?con un final ridículo incluído. Repito: buf