28 septiembre 2011
Tàpies y el silencio
ANTONI TÀPIES y JOSÉ ÁNGEL
VALENTE
"El solo
ejercicio del arte es la retracción: no es un acto de penetración en la materia,
sino pasión de ser penetrado por ella; crear es generar un estado de
disponibilidad, un espacio vacío"
Imagen:
'Sabata' (1995)
J.A.V.:
Quizá el supremo, el solo ejercicio radical del arte sea un ejercicio de
retracción. Crear no es un acto de poder (poder y creación se niegan); es un
acto de aceptación o reconocimiento. Crear lleva el signo de la feminidad. No
es acto de penetración en la materia, sino pasión de ser penetrado por ella.
Crear es generar un estado de disponibilidad, en el que la primera cosa creada
es el vacío, un espacio vacío. Pues lo único que el artista acaso crea es el
espacio de la creación. Y en el espacio de la creación no hay nada (para que
algo pueda ser en él creado). La creación de la nada es el principio absoluto
de toda creación:
"Dijo
Dios: -Brote la Nada
Y
alzó la mano derecha
hasta
ocultar la mirada
Y quedóla Nada hecha" (Machado)
El estado de creación es igual al wu-wei en la práctica del
Tao: estado de no acción de no interferencia, de atención suprema a los
movimientos del universo y a la respiración de la materia. Sólo en ese estado
de retracción sobreviene la forma, no como algo impuesto a la materia, sino
como epifanía natural de ésta.
"Tàpies
niega toda ruptura entre espíritu y materia: el movimiento hacia el centro de
la materia es también hacia el centro de la interioridad; la piedra en la que
'duerme una imagen' según Nietzsche"
J.A.V.: Entrada radical en la materia, contemplación de la
materia, la obra de Tàpies niega por su naturaleza misma toda ruptura entre
espíritu y materia (...). Porque el movimiento hacia el centro de la materia es
también un movimiento hacia el centro de la interioridad. En el punto de
llegada (o en el de partida para el antiguo saber) la materia es la
materia-espíritu, la piedra en la que "duerme una imagen", según un
conocido texto de Nietzsche que Jung ha comentado. Sentir, en definitiva, la
respiración o neuma de la materia. Tal vez no otra cosa apuntaba Picasso al
afirmar: "Si se acerca un espejo al verdadero cuadro, el espejo deberá
cubrirse de vapor, de aliento vivo, porque el cuadro está vivo".
"Simbolismo
del polvo: 'confundirse con el polvo, he aquí la profunda identidad entre el
hombre y la naturaleza' (Tao Te King)"
A.T.: Llegó "la hora de la soledad" (...) Y
entonces acaeció la sorpresa. Todo aquel movimiento frenético, toda aquella
gesticulación, todo aquel dinamismo inacabable, a fuerza de arañazos, de
golpes, de cicatrices, de divisiones y subdivisiones que infligía a cada milímetro
(...) de la materia, provocaron súbitamente el salto cualitativo. El ojo ya no
percibía diferencias. Todo se unía en una masa informe (...) Simbolismo del
polvo - "confundirse con el polvo, he aquí la profunda identidad,e s
decir, la profundidad interna entre el hombre y la naturaleza" (Tao Te
King)-, de la ceniza, de la tierra de donde surgimos y a donde volvemos, de la
solidaridad que brota al ver que la diferencia que hay entre nosotros es la
misma que hay entre dos granos de arena...
"El pintor
dijo al Emperador: lo que hay en su interior es todavía más bello; pero el
artista y el fresco se borraron y sólo dejaron un muro sin una traza de
pincel... La palabra poética empieza justo donde el decir es imposible"
J.A.V.:
Quisiera leerte un texto (...) que está en un libro llamado 'Creativity and
Taoism', de un autor chino. Parece un cuento de Borges. Dice: "En el curso
del siglo VIII, Wu Tao-tseu, muerto en el 792, acabó su última obra maestra.
Era un paisaje pintado al fresco en un muro del Palacio Imperial. El pintor
trabajaba pacientemente en la soledad, sin dejar ver su obra a nadie. Por fin
se la mostró al emperador, que miró el paisaje, donde se representaban
montañas, bosques, un cielo sembrado de nubes y pájaros. Entonces el pintor
dijo al Emperador: en una gruta de esa montaña habita un espíritu. Dio una
palmada y la gruta se abrió. Se volvió y dijo: lo que hay en su interior es
todavía más bello, está más allá de las palabras, dejadme conduciros; pero antes
de que el Emperador pudiera seguirlo, o incluso decir una sola palabra, la
caverna, el artista y el fresco en su totalidad se borraron y sólo dejaron ante
el Emperador un muro sin una traza de pincel" (...) ¿Qué piensas de la
desaparición del artista, incluso de la obra?
A.T.:
Quizá lo ideal sería que no fuese necesario ni pintar ni escribir, que sólo con
un gesto nos comunicásemos y alcanzáramos esa visión de la realidad última.
J.A.V.:
Esa visión de la invitación del pintor a entrar en un mundo que está más allá
de las palabras es válida desde cualquier estética, pues es la aventura de la
creación: ir más allá de las palabras. La palabra poética empieza justo donde
el decir es imposible. Consiste en romper las fronteras de lo imposible...
(...) San Juan de la Cruz escribió que hay determinadas experiencias a las que
uno se acerca con un entender no entendiendo, y continuará luego "a toda
ciencia trascendiendo".
"La
importancia del muro es haber reflejado ese patrimonio común de los hombres,
sin el cual la cosa artística sería siempre superflua, banal, pretenciosa o
ridícula"
A.T.: [El muro] es seguramente la zona donde está depositada
la sabiduría que en realidad se encuentra por debajo de todas las ideologías y
las fatales contingencias del mundo (...). Si alguna importancia tiene en la
historia de los encadenamientos estilísticos, no puede ser otra que la de haber
reflejado por un monumento este patrimonio común que todos los hombres creamos
en momentos de profundidad durante el curso de los siglos y sin el cual la cosa
artística sería siempre superflua, banal, pretenciosa o ridícula. Y donde los
estilos, las escuelas, las tendencias, los ismos, las fórmulas y los mismos
muros no son, por sí solos, ninguna garantía de una expresión auténtica.
ANTONI TÀPIES, JOSÉ ÁNGEL VALENTE
COMUNICACIÓN SOBRE EL MURO (2004, CON TEXTOS DE 1969 Y
1996)
18 septiembre 2011
'El árbol de la vida': que baje Dios y lo entienda
LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
por JOAN PAU
INAREJOS
Nota: ?
Cuando el desgraciado Job denuncia sus calamidades ante
Yahvé, según la Biblia, el Dios creador no le responde ofreciéndole su tierna
comprensión, sino apabullándole con su vasto currículo como hacedor del mundo.
Su tono es casi chulesco: “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? (…)
¿De qué vientre salió el hielo? (…) ¿Podrás tu atar los lazos de las
Pléyades?”... y así hasta una larga letanía en la que “con exhibicionismo complaciente”
y “festiva impertinencia”, al decir de George Steiner (‘Gramáticas de la creación’),
el Señor hace gala de su soberanía, y pone al ser sufriente, al pobre Job
llagado y vilipendiado, frente a las enormidades del universo. Se trata de una
terapia de choque: tu padecimiento no es más que una mota de polvo en mi plan
inalcanzable.
Este plan inalcanzable, esta naturaleza tremebunda e
ilimitada, es lo que se atreve a retratar con titánica ambición ‘El árbol de la
vida’ de Terrence Malick, donde el drama de una familia del Medio-oeste
americano que pierde a un hijo viene inmediatamente respondido por un
impresionante desfile de imágenes del cosmos: desde las esferas celestes hasta
el bullicio microscópico las células, pasando por los volcanes en ebullición,
los mares de hielo, los torrentes de barro, los fogosos crepúsculos, los cuerpos
con sus ramificaciones venosas, las geografías con sus perfiles fractales, e
incluso los dinosaurios cuando merodeaban por la Tierra.
La prolongada ópera visual de Malick sobrecoge y desconcierta
hasta el extremo. Sus imágenes son de una perfección técnica simplemente
abracadabrante, como si la National Geographic hubiera tenido acceso a los
vastos archivos del Génesis con un ejército de cámaras omnímodas. Esta suerte
de documental místico se trenza con el devenir cotidiano de
la familia de Texas, narrado en espiral, con una estructura rupturista y
flotante: la acción va volando sucesivamente hacia el pasado -con Brad Pitt
interpretando a un padre enigmático y autoritario- y hacia el futuro –con Sean
Penn como atormentado hijo mayor-, en un torbellino ribeteado de voces en off
de los personajes, que salen del tiempo ordinario del relato y parecen entablar
un diálogo constante con lo divino.
Este cruce de lo biográfico y lo sagrado nos deja
planos de una belleza conmovedora: véase la escena del parto, donde el
nacimiento viene ilustrado por un niño que sale buceando de su habitación,
anegada por las aguas. Alguien dirá que Terrence Malick luce maneras
revolucionarias en su estética, en su manera de narrar, en su complejísima
psicología, en su sorprendente reivindicación de la profundidad espiritual y
del salmo desgarrado en un Hollyood que apenas se mueve entre el descreimiento
y el misticismo de pacotilla. Puede que tengan razón, y espero no ser sacrílego
si confieso que 1) aún no sé si es una obra maestra o una gigantesca monserga
onanista y 2) que con tanto vuelo de cámara, tanto plano contrapicado y tanto
fundido a negro hubiera necesitado una redentora dosis de biodramina. Porque
marear, marea lo que no está escrito.
16 septiembre 2011
Le genialidad del gótico
LUIS BOROBIO
La invención del gótico es la revolución más grande de la
historia de la construcción; sólo en el siglo XIX, con los hallazgos del hierro
y del hormigón, se volvieron a descubrir las virtudes del esqueleto sustentante
El paso del románico al gótico, o mejor, la invención del
estilo gótico, constituye la revolución más grande que ha habido en la historia
de la construcción. Consiste en eliminar los milenarios muros de carga sobre
los que la humanidad había levantado siempre sus más importantes edificios, y
sustituirlos con un elemento sustentante.
Esta revolución constructiva lleva consigo un cambio radical
en el sentido de los espacios y en la significación de todos los elementos
arquitectónicos. Las paredes son ahora meras separaciones y ya no sostienen
nada; por tanto no necesitan su robustez carguera y, en ocasiones, pueden
sustituirse por vidrieras o por celosías. Todo pierde cuerpo. Los cerramientos
se aligeran.
Desde los tiempos más remotos se habían empleado en la
construcción esqueletos de madera para obras de pequeño volumen (la choza) o
para elementos particulares de una edificación (la cercha). La gran novedad del
gótico consiste en que toda la arquitectura venga sostenida y caracterizada por
el esqueleto estructural y, sobre todo, porque esa osamenta sea de piedra y no
de madera.
La madera, en construcción, trabaja principalmente a flexión
y a tracción. Las piezas de madera, en función de vigas o de tirantes y
ensamblándose entre sí; dan cohesión a toda la armadura. En cambio la piedra
trabaja casi exclusivamente a compresión: sus piezas deben sostenerse
descansando unas en otras y absorbiendo los empujes a los que, en todos los
apoyos, va dando lugar la fuerza de gravedad. El esqueleto debe equilibrar los
esfuerzos, dirigirlos, y situarse en las líneas de las tensiones. El estilo
gótico es una verdadera filigrana constructiva. Después, el Renacimiento,
constructivamente, dio un paso atrás.
Sólo, ya en el siglo XIX, con los hallazgos estructurales
del hierro y del hormigón armado, se volvieron a descubrir las virtudes
arquitectónicas del esqueleto sustentante, pero con materiales mucho más
adecuados.
LUIS
BOROBIO HISTORIA
SENCILLA DEL ARTE (2002)
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arquitectura,
Arte,
arte medieval,
Luis Borobio
10 septiembre 2011
'La deuda': la Reina se ensucia las manos
LA
PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA
BUTACA
por
JOAN PAU INAREJOS
Nota: 7
Helen Mirren está atormentada. ¿Qué le pasará? Faz ofuscada, cicatriz en la mejilla, su oscuro semblante preside ya los primeros minutos
de ‘La deuda’ (John Madden), donde la actriz británica, la eterna Queen rodeada de imperecedera elegancia –tanto o más cuando viene
doblada por la insuperable María Luisa Solá-, interpreta a una
ex agente de los servicios secretos israelíes, Rachel Singer, convertida en estrella por la
captura de un asesino nazi en el Berlín comunista de 1966.
Con tan jugosos ingredientes, rápidamente los flash-backs nos llevan hasta el lugar de
los hechos, para emprender un thriller
político de textura compacta y a ratos electrizante: especialmente
contraindicada para cardíacos la escena en la estación de tren, donde Rachel y
sus dos compañeros de misión intentan horadar la alambrada para zafarse de los
guardias, sin olvidar el poderoso encuentro con el carnicero de Birkenau (espectacular Jesper Christensen), camuflado
bajo las batas de un amable ginecólogo; toda una perla ese plano de la joven
espía abierta de piernas mientras aprovecha para filmar a su presa con una
pequeña gargantilla.
A la intriga política por la misión, de tan alto precio
simbólico para la humillada nación hebrea (resuenan inevitables ecos del ‘Munich’
de Spielberg), habrá que sumarle las intrigas sentimentales entre los agentes
secretos, inmersos en uno de esos triángulos tan desgarradores para quien los
vive como gozosos para quien los lee en las páginas de una novela. No se pueden
aquí destapar las cartas de la trama, dichosamente plagada de giros, donde la
justícia poética irá imponiendo su ley con trágica exactitud. Aun con su
frialdad, sus tramos irregulares y sus modestas pretensiones, que nadie deje de ver el
largometraje para saber por qué Helen Mirren está tan atribulada. La cosa
promete, y lo prometido es deuda.
07 septiembre 2011
Arquitectura libresca
LUIS BOROBIO
“El espacio musulmán está ordenado
en superficies planas, como las páginas; los hombres viven en el libro”
El sentido de los volúmenes y de los espacios árabes no es
fácil de comprender si no sabemos apearnos de nuestra mentalidad occidental: El
espacio occidental es continuo, perspectivista, y por consiguiente, fugado;
tiene convergencia y punto de fuga (estoy citando a Chueca Goitia), mientras
que en la arquitectura árabe el espacio es compartimentado. La
compartimentación del espacio se consigue mediante una escenografía de
pantallas planas, que con sus huecos (arcos y columnas rítmica, si es el caso)
producen transparencias. Estas pantallas rompen la unidad de la perspectiva
espacial, y presentan una perspectiva atomizada de espacios sucesivos,
distintos, que se encadenan y se enriquecen entre sí con la magia de la
superposición de filtros de visibilidad (...). La construcción musulmana se
constituye con volúmenes, claro; pero el espacio arquitectónico musulmán –el núcleo
de su arquitectura- está ordenado por unas superficies planas, que son como las
páginas de un libro, con su epigrafía y con los arrebatos líricos de sus
arabescos. La cultura del libro informa toda la vida islámica. Los hombres viven en el libro.
‘Historia sencilla del arte’ (2002)
Etiquetes de comentaris:
Arte,
Islam,
Islam y mundo árabe,
Luis Borobio
03 septiembre 2011
'La piel que habito': el Fransextein de Almoshelley
Nota:
8
¿Alguien en sus cabales puede mezclar
el terror gótico, el culebrón latino, la ciencia-ficción y la psicopatía sexual
sin morir en el intento? Sí, por supuesto, ¡Peeeeeeedro! Almodóvar, el artesano
más dotado y personal del solar ibérico, el más internacional hombre de la
Mancha (con permiso de don Quijote) que tiene una admirable capacidad para
vender motos aunque estén fabricadas con cien chatarras de reciclaje, siempre
tuneadas con su estilo inconfundible y a veces tan bruñidas y relucientes como
'La piel que habito'.
A diferencia de
otros tótems del séptimo arte (pongamos que hablo de Woody Allen), el amigo
Almodóvar sigue creyéndose sus películas a pies juntillas, algo que se agradece
enormemente desde la butaca del cine, lugar de tantos fraudes y desengaños.
Podrá gustar más o menos, pero el director de Calzada de Calatrava jamás duda
en dejarse la piel (lo siento, no había otra forma de decirlo) y buscar nuevas
vueltas de tuerca donde desplegar su imaginario erótico, su cartografía
traumática y su fascinante estética que marida lo cutre y lo sublime, lo
arrabalero y lo velazqueño.
Aquí, la
gamberrada deluxe consiste en agarrar a Frankenstein por los
cuernos y pegarle un atrevido viraje hacia los territorios de la perversión
sexual, por la vía de un médico depravado (monumental Antonio Banderas,
demostrando a Javier Bardem quién es el verdadero macho picassiano del cine
español) que pondrá el bisturí al servicio de sus más oscuras obsesiones, para
que la cirugía estética y la transgénesis alumbren una inquietante criatura
(Elena Anaya), totalmente hecha a su medida, aprisionada y videovigilada las 24
horas a la guisa de un turbador Gran Hermano.
El making
off de esta pecaminosa creación humana no puede desvelarse sin
reventar el auténtico golpe genial de la película, apuntalada por otra parte
por fenomenales actores secundarios, desde una Marisa Paredes rubia-de-bote ejerciendo
de resabiada ama de llaves hasta Zeca, el grotesco hombre-guepardo
interpretado por Roberto Álamo, cuya irrupción en el caserón toledano (lunar
del culo mediante) es todo un chorro de fuego y frescura.
Sin olvidar los
pespuntes cómicos y costumbristas que el manchego siempre sabe convertir en
oro, y que aquí tienen su telón de fondo en una humilde tienda de ropa
regentada por una sobresaliente Susi Sánchez, adonde acude el hermanísimo Agustín
en uno de sus mejores cameos, vendiendo los trapitos de su mujer prófuga, antes
de que la misma tienda albergue una de las frases finales más lacónicas y
autoparódicas de la historia del cine celtíbero. O sea, que Almodóvar ya puede
invocar nuevamente a la Macarena, al Cristo de Medinaceli, a la Virgen de
Guadalupe y a otros santos del montón, porque esta vez hay que reconocer que le
han inspirado.
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