'Fantástico Sr. Fox', adaptación de un relato de Roald Dahl, nos cuenta las correrías de un zorro pícaro que debe cazar gallinas de forma clandestina para no alertar a los iracundos granjeros, capaces de todo para resguardar su fauna bajo llave. La técnica de stop motion (maquetas con miles de movimientos filmados plano a plano) nos deja caricaturas humanas descacharrantes, con esos granjeros siniestros, de matizados rostros y expresiones. Anderson también nos deleita con paisajes primitivos y coloristas, donde la luz se cuela con una radiante naturalidad de cuento. La compañía Pixar, todavía atrapada en los rostros de goma, debería tomar buena nota, por mucho que su narrativa visual sea cien veces más eléctrica y versátil, y a 'Up' me remito.
Pero aunque la textura estética pudiera encandilar a muchos habitantes de la infancia, lo cierto es que 'Fantástico Sr. Fox' se asienta sobre un guión de ironías adultas, donde Mr. Fox ejerce de dandie burlón, de narcisista ladronzuelo de guante blanco, como un cruce de Robin Hood y la espigada Pantera Rosa. Su duelo con una rata barriobajera resulta hilarante, lo mismo que sus escapadas con la zarigüeya, un torpe compañero de fechorías que periódicamente se queda con los ojos en blanco y no puede reaccionar. Y más larvadadamente se convocan los conflictos familiares, con un hijo inadaptado que pugna por conseguir el favor de su padre, frente a un primo súper guay que se apunta todos los bombardeos.
Anderson completa la fábula con un broche moderno, situando en un supermercado el triunfo de las legiones de animales que escarban en la tierra para huir de los pérfidos humanos. Encanto visual y mucha labia en este cuento sui generis que, a pesar de todo, puede resultar plomizo y cansino por su ausencia de sorpresas. No le pidamos más a la madriguera.
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