El llanto no es en modo alguno la expresión directa del dolor, pues son raros los dolores que hacen llorar. A mi juicio no lloramos nunca por el dolor que sentimos inmediatamente, sino por el retorno de su imagen a nuestra reflexión.
Llorar es sentir compasión de sí mismo, o sea la piedad que vuelve a su punto de partida. Está, por consiguiente, condicionado por la capacidad de amar y de compadecer, y por la fantasía. Por eso el hombre duro de corazón y que no tiene imaginación, difícilmente llora.
Los niños, cuando se hacen daño, no rompen a llorar hasta que se les compadece. No es el dolor, sino su representación el motivo de su llanto.
Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, 290
1 comentario:
!!!!
Muy interesante. La lágrima que nace de la propia mirada al contemplarse, de la tristeza ante la presencia del dolor, del recuerdo y la identificación. De nuevo, la propia vida actuando a través de la plasmación de imágenes externas, los bordes encajando en otros moldes de los cuáles adoptar significado. Como la hermana de La Inmortalidad kunderiana, cuando rompe en llanto al pensarse a sí misma tras la muerte de su hermana, y ese llanto es en el fondo orgullo, es amor propio, es soberbia. Valientes afirmaciones, sin embargo. Habrá que mantenerlo en la lista de temas no resueltos (el índice de este blog bien podría ser esa lista).
Publicar un comentario