Por su origen y por su esencia, la voluntad está condenada al dolor. Cuando ha satisfecho todas sus aspiraciones siente un vacío aterrador: el tedio. Es decir, que la existencia misma se convierte en una carga insoportable. La vida como péndulo oscila constantemente entre el dolor y el hastío, que son en realidad sus elementos constitutivos. Habiendo puesto en el infierno todos los dolores y todos los tormentos, no se ha dejado para el cielo más que el aburrimiento.
El aburrimiento no es un mal que se deba tener en poco: deja en el rostro la huella de una verdadera desesperación. Hace que seres como los hombres, que tan poco se aman, se busquen unos a otros. Es el origen de la sociabilidad.
Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, 245
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