La envidia más impotente es a la vez la envidia más temible. La envidia que suscita el resentimiento más fuerte es la que se dirige al ser y existir de una persona extraña: la envidia existencial.
Esta envidia murmura continuamente: "Puedo perdonártelo todo, menos que seas y que seas el ser que eres, menos que yo no sea lo que tú eres, que yo no sea tú". Las dotes innatas de naturaleza y de carácter de los individuos y los grupos son, sobre todo, las que suelen suscitar la envidia del resentimiento: la envidia a la belleza, la raza, a los valores hereditarios del carácter es, pues, suscitada en mayor medida que la envidia a la riqueza, a la posición, al nombre o a los honores.
Max Scheler, El resentimiento en la moral, 32
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