Una prohibición terminante sólo contra un impulso igualmente poderoso puede alzarse. Lo que ningún alma humana desea no hace falta prohibirlo: se excluye por sí mismo. Precisamente la acentuación del mandamiento 'No matarás' nos ofrece la seguridad de que descendemos de una larguísima serie de generaciones de asesinos, que llevaban el placer de matar, como quizá aún nosotros mismos, en la masa de la sangre.
Sigmund Freud, Consideraciones sobre la guerra y la muerte, en El malestar en la cultura, 125
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