por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 7,5
Una idea, un nudo, una resolución. La virtud de la simplicidad. La
infrecuente sensación de que las cosas encajan. El buen gusto de desmitificar
en lugar de sentar cátedra. Fernando León de Aranoa no ha hecho la película sobre la guerra de los
Balcanes. Ha hecho una película. No ha querido –por suerte– agotar el tema de
los cooperantes internacionales; se ha fijado en unos pocos, por cierto
escasamente idealizados. No ha querido abarcar, sino
apretar.
Los elementos que intervienen en la trama de ‘Un día perfecto’ caben en medio folio, se pueden garabatear en una servilleta, y todos tienen su subtexto, su intrahistoria sutil. El
mejor guion adaptado de los Goya habla de cosas graves a través de cosas aparentemente triviales: una vaca
muerta en la carretera (la sofisticación de las minas antipersona), un pozo y
un pedazo de cuerda (las necesidades prosaicas en las zonas de guerra), un
balón robado (la fragilidad de la infancia). Sencillo y
envolvente.
Sacando comedia del drama, amarrando la gran cuestión de la guerra en el
muelle de lo cotidiano y lo local, el director de ‘Los lunes al sol’ ha logrado
una película peculiar, dotada de un sentido del humor intransferible y poblada
por un puñado de personajes hábilmente dibujados al carboncillo. Benicio
del Toro está ahí para no confundir a los miembros de las ONG con superhéores –ni siquiera puede enfrentarse a un perro muy enfadado–, sino
personas de carne y hueso. Tim Robbins pone el sentido del humor marciano, Olga
Kurylenko el carácter de armas tomar y Mélanie Thierry el candor de los
principiantes.
La convivencia de los cooperantes, su particular road movie de la solidaridad, nos va dejando por el camino diálogos
acerados y divertidos, con ese gran talento para el realismo que saca a relucir
de vez en cuando el cine español. El acierto de ‘Un día perfecto’ es no tratar
a los espectadores como usuarios atolondrados de videojuegos ni tampoco como esforzados
intérpretes de ambigüedades semánticas, niveles de sentido y finales abiertos. Fernando
León de Aranoa se centra en un único conflicto, aparentemente menor, lo mima y
le da vueltas, y acaba resolviéndolo del modo menos esperado, evocando el poder
del azar y la burlona superioridad de la naturaleza frente a cualquier empresa
humana. Lo dice la voz áspera de Marlene Dietrich: ¿cuándo aprenderemos?
‘un día perfecto’, DE fernando león de aranoa
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