13 noviembre 2015
El niño artista
Lev Semiónovich Vigotsky
La
imaginación y el arte en la infancia (1930)
la plasticidad del cerebro
Principio orgánico de esta actividad reproductora o
memorizadora es la plasticidad de nuestra sustancia nerviosa, entendiendo por
plasticidad la propiedad de una sustancia para adaptarse y conservar las
huellas de sus cambios. Desde esta perspectiva, diremos que, la cera es más
plástica que el agua o que el hierro, porque se adapta a los cambios mejor que
el hierro y conserva mejor que el agua la huella de estos cambios. (…) Sucede
en el cerebro algo parecido a lo que pasa en una hoja de papel si la doblamos
por la mitad: en el lugar del doblez queda una raya como fruto del cambio
realizado; raya que propicia la reiteración posterior de ese mismo cambio. (…) Lo
mismo ocurre con la huella dejada por una rueda sobre la tierra blanda; se
forma una vía que fija los cambios producidos por la rueda al pasar y que sirve
para facilitar su paso en el futuro. De igual modo, las excitaciones fuertes o
frecuentemente repetidas abren en nuestro cerebro senderos semejantes. Resulta
ser que nuestro cerebro constituye el órgano que conserva experiencias vividas
y facilita su reiteración. Pero si su actividad sólo se limitara a conservar
experiencias anteriores, el hombre sería un ser capaz de ajustarse a las
condiciones establecidas del medio que le rodea. Cualquier cambio nuevo,
inesperado, en ese medio ambiente que no se hubiese producido con anterioridad
en la experiencia vivida no podría despertar en el hombre la debida reacción
adaptadora. Junto a esta función mantenedora de experiencias pasadas, el
cerebro posee otra función no menos importante. Además de la actividad
reproductora, es fácil advertir en la conducta del hombre otra actividad que
combina y crea.
el niño dibuja lo que sabe, no lo que ve
Rasgo fundamental de esta fase es que los niños dibujan
de memoria, sin copiar del modelo. Una vez, un psicólogo pidió a un niño que
pintase a su mamá, que estaba allí mismo sentada, y comprobó que el niño la
pintaba sin mirar ni una sola vez hacia ella. (…) los niños dibujan de memoria.
Dibujan lo que ya saben acerca de las cosas, lo que les parece más importante
en ellas y, no en modo alguno lo que están viendo o lo que, en consecuencia, se
imaginan de las cosas. Cuando un niño dibuja un jinete sobre un caballo en
perfil, representa honradamente ambas piernas aunque el observador que le ve de
lado sólo puede ver una. Cuando dibuja un rostro de perfil coloca sin falta los
dos ojos. “Si quiere pintar un hombre
vestido -dice Bühler-, procede del mismo modo que se viste a una
muñeca, le pinta primeramente desnudo, luego le va vistiendo, de modo que el
cuerpo se transparenta, la bolsa se ve dentro del bolsillo, y en su interior incluso
las monedas. Resulta algo así como lo que justamente se denomina dibujos radiografiados” (…) Selly: “Yo creo que el pequeño
artista es mucho más simbolista que naturalista, no se preocupa ni lo más
mínimo por el parecido total y absoluto, limitándose a indicarlo
superficialmente”. (…) Los
psicólogos son unánimes en reconocer que los dibujos de los niños a esa edad
son más bien enumeraciones, o mejor dicho, relatos gráficos sobre el objeto que
quieren representar. Bühler dice que “cuando a un niño de 7 años le encargan describir un caballo, recurre a
una enumeración análoga de los miembros del animal como si lo dibujase: una
cabeza, una cola, dos patas delanteras y otras dos atrás, etc. Por eso el
dibujo a la memoria lo comprende tan sencillamente como una descripción gráfica”.
Y, efectivamente, estas cosas se pueden explicar así: mientras el niño dibuja,
piensa en el objeto de su imaginación como si estuviera hablando del mismo. En
su exposición oral él no se encuentra atado por la continuidad de su objeto en
el tiempo y en el espacio y, por ello puede, dentro de un marco determinado,
tomar cualquier parte aislada o saltar a través de ella.
* Los
títulos que encabezan los fragmentos son del autor del blog
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