Según Llàtzer Moix ('Arquitectura milagrosa', 2010) ello ha dejado efectos particularmente desastrosos en València, donde el divo Santiago Calatrava se ha adueñado de la estética de la urbe con la Ciutat de les Arts i les Ciències como vacío y carísimo buque insignia; también en Zahagoza, donde la angloirakí Zaha Hadid ha obligado a remover cielo y tierra para bastir su caprichoso Pabellón Puente de la Expo; o en Santiago, donde Manuel Fraga Iribarne edifica su Valle de los Caídos en forma de inmensa Ciudad de la Cultura con la firma de Peter Eisenman; y tampoco la ilustrada Barcelona ha escapado a la tentación de la "arquitectura viagra" (William J. Curtis) con su enorme falo de la Torre Agbar...
Durante años, la búsqueda de prestigio y réditos económicos de alcaldes, presidentes y partidos políticos lo ha confiado todo a los excrementos exquisitos de estos magos internacionales, pero la crisis económica nos ha sorprendido paseando entre grandes fósiles que nadie sabe quién pagará ni para qué nos servirán.
Los críticos dicen que "la arquitectura ha vivido en una burbuja icónica" y claman contra "el urbanismo viagra"
Rascacielos giratorios, en forma de plátano o cubiertos de "pieles" que evocan una lámpara araña con lágrimas de cristal, una cota de malla o un pegote de alquitrán. Puro neobarroco en caída libre (...). [pero] ahora llega el momento de la resaca. El crítico William J. Curtis fue uno de los primeros en alzar la voz. Lo hizo en el marco el Guggenheim Bilbao, donde en junio de 2007 calificó los excesos arquitectónicos de desastre, de faraónicos, de formalismo vacío, de techno kitsch y de sometimiento de una disciplina humanística a los abusos de márketing y la moda. Se refirió también a un "urbanismo viagra" producto del maridaje entre la plutocracia y la falocracia asociable a la proliferación de rascacielos (...).
La voz de Curtis se ve arropada por un amplio coro, al que no dejan de sumarse renombrados solistas (...). El veterano urbanista Peter Hall me aseguró que "los iconos arquitectónicos nos llevan a una suma cero", y también "que sería más inteligente apostar por las infraestrructuras de transporte que por la arquitectura icónica".
Deyan Sudjic, director del Design Museum de Londres, se mostró más contundente al afirmar: "La arquitectura ha vivido en una burbuja icónica. Ahora que la burbuja ha reventado, espero una reacción similar a la de Adolf Loos cuando escribió Ornamento y delito; una inequívoca reacción contra la arquitectura irracional de los últimos años, y en favor de una época más reflexiva, como la de los años setenta... Entretanto, cada vez que oigo hablar del efecto Guggenheim, desenfundo mi revólver". "Los árboles crecen en concordancia con su entorno. Y un edificio, que no es mucho más que un árbol, debe buscar también esa concordancia", indicó Toyo Ito, de vuelta a los referentes naturales.
[En las grandes ocasiones], Calatrava gusta de quedarse "solo ante el peligro", armado únicamente con sus pinceles, dibujando bocetos sobre láminas proyectadas en una pantalla mientras pronuncia unas palabras alusivas a la historia del arte como quien rememoria a la de su familia. El efecto de su performance suele ser emotivo. Los clientes se sienten como invitados de excepción a la más genuina experiencia creativa; a una exhibición de talento que todo su dinero no podrá nunca comprar. O quizás sí (...).
Calatrava se presenta a menudo como un demiurgo capaz de convertir los sueños en realidad. ¿Y quién va a cometer la grosería de preguntar por el precio de un sueño? ¿No vale un sueño todo el dinero del mundo? (...). Calatrava es caro. He aquí un hecho incontestable. Lo fue hace ya muchos años en Barcelona, donde no tiene un segundo puente, tras el de Bac de Roda, por razones de presupuesto. Cuando se le pidió uno para la Ronda Litoral, sobre la Autovía de Mataró, Calatrava presentó un presupuesto de 2.000 millones de pesetas, que los clientes temieron que se disparara. Josep Acebillo, responsable de las obras en aquel tramo, todavía recuerda su sobresalto cuando Calatrava pretendió cobrarle 50 millones de pesetas por la maqueta.
"Tiene que haber un error en la factura, Santiago. Tiene que sobras un cero. No puede ser que me quieras cobrar 50 millones por una maqueta", dijo Acebillo.
"Ah, no sé, eso lo lleva mi mujer", respondió Calatrava. Finalmente, fue el ingeniero José Antonio Fernández Ordóñez quien recibió el encargo de construir el puente barcelonés. Lo realizó por 800 millones de pesetas.
"A mí me parece", dice la arquitecta Marta Cervelló, de Map Architects, "que Lord Foster, más que un proyecto, le ha ofrecido al Barça un Camp Nou con ropero bien surtido. Mediante juegos de luces y colores, el estadio podrá ir variando su aspecto. Es como si por el precio de un proyecto te dieran varios, aunque en realidad siempre el mismo, con una pátina distinta. Eso me lleva a pensar que la arquitectura vive en la era Zara. O peor aún, en la era Barbie Superstar: el arquitecto estrella le entrega al cliente el muñeco y, con él, una colección de vestidos para que lo vaya cambiando en función del dia y del estado de ánimo".
2 comentarios:
mira, pense en compartir este video de mi visita a la ciudad de la cultura..
http://tinyurl.com/38bjlzw
esta guay lo que hace eisenman, espero termine pronto
un maestro de arquitectura nos dijo un dia "No culpen al arquitecto, sino al que le dio el titulo". Honestamente creo que la arquitectura esta perdiendo el rumbo, esperemos no tener que llegar a otra edad media para tener un "Renacimiento"
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