01 mayo 2010

'Iron Man 2': cachondeo en la ferretería


LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA

por JOAN PAU INAREJOS
 

Nota: 6
Felizmente, a la sección de superhéroes de Hollywood le ha dado una vena cachonda. Después de muchos años tomándose demasiado en serio a si mismos, 'Los Increíbles' de Pixar ya vinieron a demostrar lo desternillantes que pueden llegar a ser los salvadores del mundo cuando acceden a enfundarse los trajes de la parodia. Y ahí reincide el muy golfo Robert Downey Junior en 'Iron Man 2', una nueva entrega de las correrías del hombre de hierro donde consiguen que nos descojonemos entre batalla y batalla, incluso con alguna carcajada en pleno duelo de titanes.

Como ya hizo con el venerable Sherlock Holmes, Downey Junior pega un tuneo canalla, borrachuzo y mujeriego al arquetipo de superhéroe, y nos regala momentos hilarantes cuando se pone a pinchar discos con la armadura puesta, o cuando discute por ordenador con su sufrida secretaria (profesional Gwineth Paltrow) mientras los malos se cargan el mundo. Frente a él, otro actor entregado a la fiesta, el veterano Mickey Rourke, compone a un villano monumentalmente freaky y pasado de vueltas, un ruso taciturno de mechas blancas y loro en el hombro que machaca todo lo que se mueve a 360º gracias a sus dos látigos electrizados.

El director Jon Favreau no ahorra pirotecnia digital y derroche de ritmo para las andanzas de su criatura metálica, con el ingenioso pretexto de que debe cambiarse la batería (su palpitante corazón protésico que hallará una inesperada salvación), y la película alcanza cotas francamente divertidas en escenarios tan insólitos como el circuito de Mónaco, donde Morlaco Rourke sale a la palestra para hacer volar los coches por los aires, frente a un desbordado Iron Man que busca desesperadamente la maleta de su armadura. 

Por esta chispeante ferretería también desfilan secundarios tan solventes como Sam Rockwell, fantásticamente aborrecible en su papel de envidioso industrial armamentístico, o la susodicha Gwineth Paltrow, impecable y angulosa como un dibujo de Jordi Labanda, que sigue bordando su pose de cándida firmeza ya exhibida en la añeja 'Shakespeare in Love'. Por Scarlett Johansson no se pueden lanzar tantas campanas al vuelo: aunque arranca sonrisas mientras aporrea hombres sin piedad, su personaje de agente doble supuestamente intrigante resulta tan innecesario como un geranio en un frigorífico.

Por lo demás, 'Iron Man 2' merecería un severo hachazo en cuanto al metraje (son dos horas muy evitables y a ratos exasperantes) y a pesar de su dilatada longitud, nunca consigue encajar sus múltiples piezas narrativas, derivando en una caótica chatarrería, que, si se salva de la oxidación, es únicamente por sus buenas dosis de guasa.


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