06 abril 2010

'El mal ajeno': gazapo metafísico


LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA

por JOAN PAU INAREJOS
 

Nota: 4
Los artistas y los directores tienen carta blanca para hacer excursiones al cielo y a la cuarta dimensión. Nada que objetar, siempre que lo hagan con credibilidad, y eso es lo que falla estrepitosamente en 'El mal ajeno', una historia hospitalaria que parte de un concepto sugestivo -el don de curar como un regalo a la vez benefactor y doloroso- pero que se pierde en personajes de cartón-piedra, reciclajes estilísticos y pesadas ínfulas trascendentes. Lo que viene siendo un invento fallido.

Las dudas empiezan por el mismo protagonista, interpretado por Eduardo Noriega, un hombre que debe aparecer como médico taciturno, como padre sufrido y como curandero accidental, pero que no convence en ninguno de sus roles, atascado en una pose blanda y voluntariosa. Los gazapos de casting siguen en la hija del médico: Clara Lago sencillamente no pega ni con cola en su papel de adolescente rebelde (¿no podrían poner a alguien más joven?), mientras que Cristina Plazas defiende noblemente su papel de madre, aunque tampoco cuela lo más mínimo como ex mujer de Noriega. Visto lo visto, y sin ánimo de ofender, cabe preguntarse si esto lo ha producido Amenábar o Belén Esteban. (Suerte que por ahí anda otra Belén, la Rueda, que pone un poco de pegamento en el estropicio general).

No negaremos que el director Oskar Santos sabe crear envolventes atmósferas, al estilo de M. Night Shyamalan ('El sexto sentido') o del mismo Alejandro Amenábar, pero el guión y los diálogos flaquean de cabo a rabo, con una acción ralentizada hasta el desespero, donde supuestamente (?) debemos empaparnos de un profundo misticismo New Age, una fábula humanista que se revela carente  de verdadera pulpa emocional y dramática. 

En definitiva, tras sus ampulsas intenciones, y haciendo honor a su título, 'El mal ajeno' apenas aporta nada propio; más bien se  presenta como un amorfo cruce transgénico de 'Urgencias' y 'Expediente X', y tiene el mismo sabor  tedioso y chasmuscado de las pizzas resucitadas en el microondas. La verdad está ahí dentro.

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