01 octubre 2009

Anorexia


JOAN PAU INAREJOS

Todos somos anoréxicos y todos somos bulímicos. Así de provocadora es la tesis de René Girard (La anorexia y el deseo mimético, 2008), el ya anciano antropólogo francés, que ve en estas patologías alimentarias la gran metáfora de nuestros deseos competitivos.
Descabalgadas las prohibiciones, desmantelados los rituales familiares de la comida, nos hemos hecho nuestros propios dioses, y éstos son fundamentalmente delgados, extremadamente estilizados, algo completamente ajeno -Girard dixit- a nuestra tradición cultural, que celebraba la carne y la materialidad.
Contra lo que dice el mito moderno, los individuos no se contentan con autorrealizarse, porque el yo insatisfecho es "inhabitable" y precisa siempre "copiar el vacío de los demás", en una espiral que nos acaba dejando -física y espiritualmente- en los huesos.

RENÉ GIRARD
La anorexia es una patología nítidamente moderna: "Nadie puede creer que las familias, el sistema de clases, el género masculino o la Iglesia Católica sean las responsables"
¿Cuál es la causa de estos trastornos [alimentarios]? Como ya he observado, no podemos seguir culpando a nuestros chivos expiatorios institucionales preferidos, que han sido apaleados hasta la muerte por los principales intelectuales de los últimos siglos. Todas estas bestias de carga se han venido abajo hace mucho tiempo, exactamente igual que el famoso caballo de Nietzsche en Turín.
Sin duda, podemos continar maltratando a caballos muertos durante unas cuantas décadas más, especialmente en los seminarios universitarios, pero incluso allí tendrá que acabarse algún día. Nadie puede creer realmente que las familias, el sistema de clases, el género masculino en general, la Iglesia Católica o incluso una administración universitaria represiva, sean las responsables de lo que está ocurriendo.
Tarde o temprano identificaremos al fiero y vivo obstáculo que las teorías modernas y posmodernas nunca anticipan, el huésped que llega sin ser invitado y sin que nadie lo espere: el rival mimético. Mientras se las respeta, las odiadas prohibiciones mantienen apartado de nuestra vista a este commendatore viviente: hacen más difícil, si no imposible, la rivalidad mimética (...).
Igual que algunos insectos que siguen construyendo sus nidos cuando ya no hay huevos, nuestros profesores modernos y posmodernos siguen culpando a las difuntas prohibiciones hasta el día del Juicio Final, pero algún día sus estudiantes acabarán cuestionando este dogma.
"Cuando los occidentales ya no pueden imitar a los héroes y a los santos, se ven arrastrados al círculo infernal de la futilidad mimética"
Hace unos años, una fórmula popular de nuestro individualismo contemporáneo era: looking out for number one [en busca del número uno]. Si uno está satisfecho de sí mismo ya no necesita prestar atención a nada, ya no tiene que estar siempre pendiente de lo que ocurre a su alrededor. Pero cuando miramos a nuestro alrededor la mayoría de nosotros descubre que, lejos de ser el número uno, se confunde en la multitud.
En cualquiera de los aspectos que consideramos importantes siempre hay alguien que nos parece superior: en aspecto físico, inteligencia, en salud y -lo que resulta más horrible en la actualidad- en delgadez. Ni siquiera un cambio radical de los desconstruccionistas por los místicos orientales nos dará la paz que anhelamos.
Los occidentales se sienten impelidos a actuar en cualquier caso, de modo que cuando ya no pueden imitar a los héroes y a los santos, se ven arrastrados al círculo infernal de la futilidad mimética. Incluso en este nivel -especialmente en este nivel- el estatus del número uno sólo puede alcanzarse mediante una esforzada y feroz competición.
"Una mujer americana cabal e independiente va al baño a vomitar los espaguetis: cumple a la vez el papel del señor y el esclavo, de modo eficaz y natural"
Quienes sufren trastornos alimentarios no son las personas especialmente religiosas, tradicionalistas y fundamentalistas, sino las más "liberadas". Recuerdo uno de los capítulos de Seinfeld en la cadena televisiva NBC que captaba de un modo brillante la "normalidad" de la bulimia nerviosa en nuestro mundo. Al final de una comida en un restaurante de Nueva York una joven iba al baño a vomitar el abundante plato de espaguetis que acababa de comerse. Le anunciaba la cosa a su colega, otra mujer, con el mismo tono tranquilo y natural con el que antaño podía haber dicho: "Voy a pintarme los labios".
Esta joven se comporta como aquellos romanos decadentes cuyos relatos me horrorizaban en mi juventud, aunque ella no necesita esclavos que le metan los dedos en la garganta.
Una mujer americana cabal e independiente puede ocuparse ella sola de todo. Ésta en particular cumple a la vez el paper del señor y el esclavo de un modo tan eficaz y tan natural que todo parecía perfectamente normal y legítimo. Ha pagado los espaguetis con su propio dinero y puede hacer lo que le venga en gana. Da la impresión de que todo en su vida, desde su carrera profesional hasta sus aventuras amorosas, debe resolverse con la misma eficacia.
Al ver esta serie volví a maravillarme ante la superioridad de la expresión dramática, capaz de sugerir con un solo destello lo que volúmenes entereos de grandilocuente "investigación" nunca conseguirían comprender siquiera de un modo aproximado.
En comparación con la joven de la NBC, los romanos decadentes eran apenas unos decadentes sensualistas. También ellos comían y vomitaban después, pero lo hacían sólo para ellos, no para los demás. Estaban realmente empeñados en ser el número uno. Es cierto que nuestra bulímica moderna come para sí misma pero vomita para los demás, para todas esas mujeres que vigilan la línea de las otras. Su radical libertad es sinónimo de la esclavitud de la opinión de los demás (...). Entender el deseo es entender que su egocentrismo es indiscernible de su altercentrismo.
"Nuestro yo bulímico es inhabitable y, siempre que no tengamos una meta merecedora de nuestro vacío, copiaremos el vacío de los otros, regenerando constantemente el infierno del que intentamos huir"
Los estoicos nos dicen que debemos refugiarnos en nosotros mismos, pero nuestro yo bulímico es inhabitable y eso es precisamente lo que San Agustín y Pascal descubrieron antaño. Siempre que no tengamos una meta merecedora de nuestro vacío copiaremos el vacío de los otros y con ello regeneraremos constantemente el infierno del que intentamos huir (...).
Sólo dependemos de nosotros mismos. Los dioses que nos dimos los creamos nosotros en el sentido de que dependían enteramente de nuestro deseo mimético. De modo que terminamos reinventando amos aún más feroces que el Dios del cristianismo más jansenista. En cuanto violamos el imperativo de la delgadez sufrimos las torturas del infierno y nos sometemos a una obligación de ayuno redoblada. Nuestros pecados están grabados en nuestra carne y debemos expiar hasta la última caloría mediante una privación más severa que la que cualquier religión haya impuesto jamás a sus adeptos.
"Si pudiéramos explicar a nuestros ancestros que esos esqueletos de las revistas de moda significan placer y éxito, saldrían corriendo presa del pánico"
Incluso antes de que surgiera en nuestro mundo el imperativo de la delgadez, Dostoievsky se percató de que el hombre nuevo, liberado, crearía crueles formas de ascetismo de raigambre nihilista. El héroe de El adolescente ayuna para demostrarse a sí mismo su voluntad de poder. Y antes incluso, Stendhal, por más hostil que fuera a la religión, había detectado la misma tendencia en la cultura francesa posrevolucionaria. El héroe de El rojo y el negro (1830) se abstiene de comer para demostrar que puede ser un Napoleón (...).
Si nuestros ancestros pudieran ver los cadáveres gesticulantes de las revistas de moda contemporáneas posiblemente las interpretarían como un memento mori, un presagio de la muerte, equivalente quizá a las danzas macabras de los frescos de las iglesias de la baja Edad Media. Si pudiéramos explicarles que para nosotros esos esqueletos desarticulados significan placer, felicidad, lujo, éxito, posiblemente saldrían corriendo presa del pánico.

RENÉ GIRARD, 'LA ANOREXIA Y EL DESEO MIMÉTICO' (2008) / FOTO: 'DANSA DE LA MORT' EN MORELLA (CASTELLÓ)

2 comentarios:

mimesis3 dijo...

Muy bueno el comentario y las citas a Girard, no conocia el texto sobre la anorexia de Girard, gracies per la referencia

mimesis3 dijo...

Moltes gracies