29 junio 2009

La Fontcalda y el pequeño inframundo

Viaje con Laura, Jose y Sara (26-28 junio 2009)
por Joan Pau Inarejos

la vita e bella
Tras una tortuosa espiral descendente por la montaña, finalmente llegamos al Santuari de la Fontcalda, curioso lugar sagrado de la comarca de la Terra Alta que, en vez de buscar las alturas, se hunde en el cráter. Por este estrecho valle discurre el Canaletes, un río verde y rocoso que todas las noches acoge burbujeantes conciertos de anfibios.

En un recodo del camino se halla la verdadera font calda, un manantial a 28 grados de donde mana cloruro cálcico, carbonato cálcico, sulfato de magnesio y cloruro sódico: bálsamo presuntamente infalible que ayer atraía peregrinaciones de enfermos y que hoy convoca a centenares de ciclistas en busca de la santa tonificación.

.la serpiente


amfibis
En el Canaletes también se abre una bella cala fluvial, muy solicitada cuando el sol aprieta. Como guardiana de este pequeño inframundo sulfuroso, aquí nos recibió una pequeña víbora, ágil y asustadiza, que reptó por la roca y se metió rápidamente en el agua, donde se enrolló silenciosamente. Sin tanta pericia reptil, también nosotros serpenteamos a nado la sinuosa garganta de piedra que dibuja el río, hasta llegar a una tibia cascada imposible de sortear.

.el zorro

Cayó la noche y la Ópera de las Ranas empezó a resonar por todo el valle. Estábamos sentados en la plaza del santuario cuando, de repente, una silueta perruna emergió de la oscuridad. El animal correteaba con sus patas flacas hasta que dejó ver sus verdaderas facciones de zorro. Atolondrado, se detuvo un momento en la plaza, y nos miró. Aquí es donde, según mandan las fábulas, el zorro se hubiera puesto a hablar sobre la sabiduría y la vanidad de este mundo. En vez de eso, y ante nuestras caras asustadas, pasó de largo y prosiguió su camino, quizá de vuelta a la guarida. El enclave de la Fontcalda le debe de venir muy de paso a esta raposa, porque la noche siguiente también se le vio pasar por allí, con algún pequeño trofeo entre las fauces.

.horta de sant joan

sanctus
Tremendos peñascos lejanos rodean el pueblo de Horta de Sant Joan, a donde llegamos tras otro festival de curvas y altibajos montuosos. La aldea, roqueña y austera, está salpicada de santos y vírgenes en las esquinas, aunque el auténtico patrón responde al nombre de Pablo Ruiz Picasso. Consta que el creador malagueño empezó por estos pagos a imaginarse el cubismo, y, como no podía ser de otra manera, los carteles celebran por todo lo alto el centenario de la segunda venida del genio (1909-2009). Viva la efeméride y sus dorados efluvios.
post scriptum. "No queda res del paradís d'Horta de Sant Joan" (lector Rodrigo Gil, El Periódico de Catalunya, 24/7/2009).

.miravet

curva de ballesta
Dejamos atrás las sequedades y nos dirigimos a los dominios del Ebro para contemplar Miravet. Desde lo alto del castillo templario, a uno le dan ganas de piratear a Machado y decir: Allá en las tierras altas, por donde traza el Ebro su curva de ballesta, dame tu mano y paseemos. La portentosa cinta azul del río surca el verde paisaje abierto, sobrio y solemne como la Castilla del poeta e igualmente testigo de guerras inveteradas. Desde las cruzadas medievales hasta la brutalidad de la Guerra Civil, parece mentira que este sereno Ebro haya estado tan torturado.

salpa
Bajamos al embarcadero de madera y vemos cómo el bello pueblo se asoma al Ebro, cumpliendo lo que se espera de su divulgada postal. El sol bosteza y hay que irse, así que ya expugnaremos Miravet en otra ocasión.

Joan Pau Inarejos, 29 junio 2009.

22 junio 2009

'Vacaciones de Ferragosto' o cómo reír con lo normal

LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
¿y tú qué opinas? ¿qué películas te han gustado últimamente?

por JOAN PAU INAREJOS

Nota: 8

Lo mejor. Desde el primer minuto, esta película se difruta como un fresco realista y maravillosamente tierno sobre todo aquello que hacen, sienten y hablan las abuelas cada vez que son aparcadas por sus respectivas familias. Y lo hace con argumento tan mínimo como original: un cincuentón del Trastevere romano a quien, literalmente, le toca hacer de canguro de cuatro viudas con el objetivo de poder sufragar sus propios gastos.

Sin ningún sentimentalismo, si ninguna magnificación -al contrario-, el director, protagonista y víctima del caso real que inspira la película, Gianni de Gregorio, nos va descubriendo las sensacionales individualidades seniles que pueblan el metraje. En primer lugar la madre de Gianni, una fantástica mamma emperifollada y extravagante que recibe a las inquilinas con una mezcla de recelo y cortesía aristócrata, y que en su camerino doméstico va llamando constantemente a su hijo para negociar cosas absurdas o para pedirle que le lea en voz alta y le diga "cómo era Dartagnan físicamente" (!).

Tras ella, Marina, la madre del administrador, una anciana corpulenta y vivaracha que protagoniza algunas de las escenas más hilarantes de la película con su ausentismo de adolescente, su tendencia a fumar y a beber e incluso sus vanas y otoñales tentativas ligonas. Completan el álbum la Tia Maria, un monumento a las abuelas estáticas y resignadas, y finalmente la avispada Grazia, que intenta sortear las prohibiciones de su hijo médico zampándondose la pasta cuando nadie la ve.

Las cuatro yayas, traviesas y caprichosas como chiquillas, en las antípodas de todos los géneros cinematográficos, conviven y argamasan sus mundos sentimentales, sus gustos y sus chascarrillos, sus recuerdos y sus prejuicios, frente a los esforzados servicios del sufrido Gianni, todo ello sin extremismos humorísticos ni narrativos, más bien como si colocasen una cámara en un piso real de la acalorada Roma de agosto. Inenarrable el despertar de Gianni, que, tras apenas dormir un cuarto de hora, ya oye el revoloteo de las chicas de oro desayunando y disfrazándose en la cocina.

Lo mejor es que, ni Gianni es un altruísta, ni las abuelas son tontas. Así nos lo certifica un final genial y desdramatizador, donde se da fe de hasta qué punto las personas pueden comprar sus momentos de felicidad sin que se acabe el mundo. Bravo por la finezza.

Lo peor. Y con todo, cabe advertir que, por ser tan sintética y ajustada, Vacaciones de Ferragosto tiene un peligro para el espectador: llegar al minuto 75 y que se te haya pasado.


20 junio 2009

'El primer día del resto de tu vida': capítulo largo de Cuéntame

Atención: el texto contiene pequeños detalles sobre el argumento


LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE:
LA BUTACA

¿y tú qué opinas? ¿qué películas te han gustado últimamente?


por JOAN PAU INAREJOS

Nota: 6,5

Lo mejor. Quitad los Alcántara por los Duval, y la muerte de Franco por el suicidio de Kurt Cobain, y ahí tenéis un capítulo largo y condensado de Cuéntame, una tierna y acomodaticia cronología parental que reúne lo mejor y lo peor de las historias corales de familias a través de los años, con pequeñas dosis de incorrección política.

No por repasar lugares trillados del género -el hermano mayor iracundo y protector, la adolescente rebelde y tribal, el deshielo sexual en la madurez, el síndrome del nido vacío- deja de hacerlo con encanto y convicción.

Afortunadamente, esta comedia dramática francesa -¡toma con la etiqueta!- no cae en la tentación ultraazucarada y retrógada de sus hermanas transatlánticas, sino que aborda con frescura y humor melancólico los trances biográficos más delicados del hogar. Ved esa pérdida de la virginidad bañada en sangre -divertido guiño metafórico-, o ese amago de infidelidad matrimonial rodado sin el mas mínimo dramatismo.

Las tres generaciones de la película vienen orladas por un trío de ases masculinos: Roger Dumas, -interpretando al abuelo socarrón y altanero-, Pio Marmaï -el sanguíneo nieto mayor, tozudo y de mirada penetrante-, y sobre todo el padre de familia, el Imanol Arias gabacho interpretado aquí por Jacques Gamblin.

El maduro galán, flemático, fumador y taxista empedernido, nos regala las escenas más emocionantes en el tramo final de la cinta. El elíptico adiós del padre, la reliquia de su cojín hinchable en el taxi y las notas del conmovedor tema musical Le premier jour du reste de ta vie acarician dulcemente, sin aspavientos, los tan cotizados lacrimales del espectador.

Lo peor. Un cálido alegato de la familia que, pese a todo, navega con algunas vías de agua en lo referente al ritmo y la narración. Su estructura fragmentada, por personajes, hace que la acción avance a trompicones y con constantes e irritantes fundidos a negro. Y en cuanto a la narración, francamente no nos creemos los enamoramientos platónicos y/o azarosos que les acaecen a los hijos de la familia. A la película le falta cimentación y le sobra humor videoclipero e ingenio verbal, que los tiene a raudales.

Sin ser original es entrañable y sin ser profunda, hace cosquillas en el tuétano.


15 junio 2009

L'Empordà, asomados al dragón

Viaje con Laura del 12 al 14 de junio 2009
por Joan Pau Inarejos

drac adormit
Subir a Pals es como asomarse al dragón. Entornando los ojos, uno puede fabular con una bestia escamosa dándose un zambullido frente a la playa. Sin duda, contemplar las Illes Medes en lontananza es el regalo inesperado de este bello enclave medieval, al que hemos llegado a la hora del Ángelus, entre espigas y campos dorados. Del vetusto Pals se puede decir que es una miniatura perfecta, una auténtica mónada del ancho Empordà que habremos de recorrer: ajedrezado por campos multicolores, lo poblan austeros megalitos medievales y parece serenamente sentado a mirar el mar.

de muertos y demonios
¡volad!
Será por sus oscuras raíces medievales, pero tienen estas tierras un suave perfume nigromante: así parecía anunciarlo la manada de gatos negros, mirones y sibilinos, que nos recibió la primera noche al subir a Pals, y así lo confirma el nido de gárgolas y demonios que germina en las bambalinas de la iglesia de Santa Maria de Castelló.

Para más indicios tanatófilos, en otra villa de la comarca, Verges, tienen el raro honor de seguir bailando una danza de la muerte medieval, y, donde ayer se conjuraban contra la peste y la guerra, quién sabe si hoy ruegan por la resurrección del sector servicios. El caso es que paseando por la aldea milenaria, tan volcada con su anual infierno viviente, puede uno toparse con algo tan excéntrico como un taller de la muerte: ahí asoman, por una puerta entreabierta, las calaveras almacenadas que deben de esperar una sesión de abrillantado, una reparación de urgencia, o quizá, como todas las vedettes, un último repaso de maquillaje.

la deseada
rera
Como sucede en todas las tierras hermosas, y más si son fronterizas, el Empordà está poseído por otros: no sólo en las colonias de guiris que se asientan en las playas, sino también en feudos interiores como Rupià, vieja aldea poblada de descamisados inquilinos que tienen toda la pinta de barceloneses en busca de la Arcadia perdida -aunque no tengo pruebas. Y que los turistas espirituales vengan aquí, desde luego, no es de extrañar: por todas partes se respira una honda calma de piedra y de tierra fértil. Vedlo en este diminuto enclave de nombre sobrecogedor, Ultramort, donde el sol bañaba la campiña tras las humildes tejas y macetas florecidas.

la ben plantada
ben plantada
Os presento a la señora del Empordà. Esta matriarca ben plantada custodia todo el horizonte de la comarca y responde al nombre de Santa Maria de Castelló d'Empúries. La hermosísima iglesia condal ha mantenido toda su lozanía gótica sin tener que recurrir a los manidos lifitings barrocos y, en su amplio interior, florece y respira con toda la luz de sus hermanas mediterráneas de Girona y Barcelona. Sin embargo, digan lo que digan los teólogos, la belleza no es eterna. "A veure si parleu bé de nosaltres", nos ruega el párroco con media sonrisa, "perquè l'església s'està caient a trossos i amb això de la crisi no ens ajuda ningú. Ni el bisbat". Al parecer, a Santa Maria, con 800 años a su espaldas, le puede venir de un mal ciclo económico.

.las verbenas y los bichos

revetlla
De noche, Begur huele a geranio. En las veladas de verano, las ciudades de la Costa Brava tienen ese aire que cantaba Maragall, de nit incendiada, fresca, suau i candorosa, ecos y aromas de pólvora, de cava, de banderas de papel y murmullos de cobla al aire libre. Serpenteando por las calles de Begur, dejamos atrás los flauteos sardanísticos y espiamos una terraza señorial a pie de calle, un orientalismo anecdótico y extravagante donde, por ejemplo, podemos imaginar al rey Baltasar leyendo cartas de amor. Nadie nos descubre, salvo una fortuita araña que recuelga de la reja de entrada.

Desde luego, salvo los entomólogos, la gente no suele viajar para admirar la vida microscópica, pero ahí está toda la retahíla de bichos y menudeces biológicas, siempre acompañando nuestros ajetreados andares de turista. Lagartijas fugitivas, libélulas recién fenecidas o vibrantes bancos de pececillos que se escabullían a nuestro paso en el puerto de l'Estartit...

s'agrafies
s'agrafia III
Nuestro recorrido marítimo termina aquí, en las frondosidades minerales y coralinas de S'Agaró, paisaje arrobador que puedo multiplicar en serigrafías warholianas por obra y gracia de la fotografía digital.

Y aquí, en la guarida de S'Agaró, nos reencontr
amos con el dragón, tendido sobre las aguas con sus imponentes patas rugosas. Lo cierto es que, viéndolo hacer la siesta bajo los ramajes de pino, el monstruo no parece tan temible.

Joan Pau Inarejos, 15 junio 2009.

empordà absurd

10 junio 2009

Sant Boi o el GPS inconsciente

Geografía personal de mi ciudad
por Joan Pau Inarejos

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Esta es mi calle. No és estret i brut, ni fa olor de gent, ni tiene nom de poeta, como la calle que cantaba Serrat; más bien es un anodino y aseado pasaje metropolitano que, eso sí, siempre he visto como un amable remanso en el meollo de una ciudad con algo más de 80.000 almas. Como mucho, luce el carrer Torrefigueras un cierto aire multicultural: por él desfilan una mezquita, Omar Ibn El Khattab, y una modesta iglesia evangélica cuyo frontispicio reza ecos de telefilm bíblico: Rey de reyes. El resto de reclamos para el transeúnte se cuentan con los dedos de la mano: un centro de estética que eternamente invita a depilarse y el siempre ajetreado garaje de una panadería, que a altas horas de la madrugada ya exhala sus perfumes de trigo. En esto sí que coincido con Serrat: és un carrer qualsevol. Cierto. Pero más que por su trazado, mi calle vale por su horizonte. No se ve el mar, ni grandes montes, sino un humilde recorte en verde, que a veces hace soñar en una pequeña Arcadia a tiro de piedra.

tallos
Es esto que veis: el parque de la Muntanyeta, una colina antaño tapizada de pizarra gris y hoy olímpicamente rediseñada en rosa y hierro por Arata Isozaki. La entrada a este parque ha tenido siempre para mí aires iniciáticos: será porque la flanquea la Masia Torrefigueras, pequeño Partenón doméstico que también exhibe un lifting rosáceo por obra y gracia de una empresa municipal, o será porque siempre he subido allí cuando busco la compañía del aire y del silencio. Al fin y al cabo, con la ciudad a tus pies nada puede ser muy grave o acuciante, y, para qué negarlo: el skyline de Barcelona siempre pacifica el alma. Viendo las lejanas Torres Mapfre y el parpadeo de la aguja de Calatrava, pienso en la desolación que debían sentir los neoyorquinos al perder sus gemelos ejes del mundo.

geografía personal de sant boi
joan pau inarejos


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Igual que nuestros pensamientos más recurrentes, que nuestros sueños más repetitivos, que nuestras manías más tontas, lo queramos o no, la ciudad está llena de rutas que llevamos grabadas en el tuétano, esas que recorres con un GPS inconsciente, siempre por la misma acera y con el mismo paso. En mi caso, una de ellas empieza en esta vieja fuente, donde a veces peregrinan mujeres magrebíes para llenar garrafas y donde inicia su curso la sinuosa calle Jaume Primer, río descendente que siempre me ha llevado a puertas familiares. En el número 57 asoma una tienda de mimbres que supongo antiquísima, con un apacible druida de bigote blanco del que seguramente nunca sabré el nombre.


Y más abajo de Jaume Primer, otros sabores matéricos: los escalonados pisos de chocolate, que evocan la arquitectura comestible de los cuentos y sobre todo la concatenación familiar: allí han morado mi madre, mis abuelos, mi bisabuela, mis tíos, mis primos y varios perros casi consanguíneos, como el negro caniche Nit o la actual saltarina Tibi, que ha parido decenas de cachorros para mayor gloria de la dinastía canina. Tiene la categoría de una ley física: estoy convencido que en Jaume Primer siempre habrá perros.


Quizá penséis que es ridículo, pero guardo una ligera melancolía para las pequeñas cosas que ya no están. Por ejemplo, aquí, donde leéis OHL, había antes una hornacina al aire libre con una fuente: un diminuto testigo cóncavo de las arquitecturas del pasado, algo que por supuesto nadie catalogaría ni en un folleto de barrio, pero algo que yo siempre me detenía a mirar. Hoy, donde había esa hornacina, el reformismo municipal y los planes anticrisis han erigido pisos, una escuela de música y unos futuros cines. Lo peor es que ya no sé exactamente dónde estaba la capillita acuática. Las grúas lo remueven todo y confunden las geografías más íntimas.


Otra de las rutas inconscientes me lleva siempre de paso por la calle Lluís Pasqual Roca, donde se alza este poderoso edificio de la Cooperativa Agrària Santboiana. Sant Boi de Llobregat no es un pueblo turístico, desde luego. En su modesta medianía, no tiene la vulgaridad plomiza de otros municipios metropolitanos de cuyo nombre no quiero acordarme, pero tampoco alberga ninguna belleza especial. Los encantos más cercanos son el mar y la rocosa cripta Güell, ambos fuera de nuestras fronteras. Quizá por todo esto, los más mínimos síntomas estéticos que se detectan en una ciudad como esta enseguida hacen bullir la imaginación.
geografía personal de sant boi
joan pau inarejos

la plana

Así ocurre con la fortaleza agraria de aires noucentistas, y también con esta menuda casa de la calle La Plana, con un herido lomo multicolor que parece convertirla en hermana menor de la fastuosa Casa Batlló de Gaudí. No deja de ser curioso este añejo modernismo, que con un simple espolvoreo de cerámica y hierro puede vestir de novia cualquier fachada. Vedlo también en la cercana avenida Francesc Macià, donde un tablero de ladrillo y motivos florales rescata una farmacia del anonimato.


Hay gente que, cuando se aburre, dibuja caras, garabatos o bien estampa su firma. Yo dibujo la iglesia de Sant Baldiri. Si hay algún eje, alguna silueta, algún templo fundacional de mi infancia, sin duda es esta sobria y espléndida iglesia dieciochesca que domina el valle del Llobregat. Otras aldeas gesticularán con emperifollos neogóticos o coloristas, pero, como saben los conductores de la C-245, el templo santboiano, siempre omnipresente, desarma por su rotunda simplicidad. Ved el recorrido de su bello hastial sinuoso, y, sobre todo, el robusto campanario poligonal, sin joya ni corona, humildemente relegado a la derecha de la fachada. Dicen que es barroca, que tiene aires neoclásicos, que conserva restos románicos, pero yo me la aprendí mucho antes de estudiar los estilos, y por otra parte es bien sabido que la biografía personal tiene su propio orden histórico, de modo que en mi fuero interno, Sant Baldiri es simplemente la madre de todas las iglesias y más aún: la que anuncia que hemos llegado a casa.


Y no puedo cerrar esta particular geografía santboiana sin rendir un parco homenaje a los sitios de paso o de encuentro, eso que los sociólogos pedantes llaman los no lugares, donde, por convención o por azar misterioso, siempre te reúnes con los tuyos para partir hacia cualquier otro sitio. No creo que ningún santboiano le tenga un especial aprecio a La Farola, pero ahí está, como la Puerta de Alcalá, el siempre concurrido enclave entre Francesc Macià y la Plaça de Catalunya, viéndolos pasar a todos, jóvenes y viejos, bajo su rótulo ochentero que no hace sino señalar lo obvio. Ahí está la farola, tan vacía y aleatoria, donde podría haber un árbol o simplemente nada. Pero, si no estuviera, ¿dónde quedaríamos? No reparamos en la farola, como no reparamos en el suelo que pisamos o el aire que respiramos. Ella lo sabe y sonríe silenciosamente cada vez que me ve pasar.

Joan Pau Inarejos, 10 junio 2009
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07 junio 2009

'Los mundos de Coraline' o las cosas perdidas


LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LABUTACA
per JOAN PAU INAREJOS
Nota: 8

Soñar fuera de los límites mentales de Disney siempre es un mérito, y si además se hace con personalidad estética, como en el caso presente, entonces es para descorchar el cava. Que nadie se engañe: 'Los mundos de Coraline', reescritura moderna de la Alicia de Lewis Carroll, no es una pieza de animación rompedora, ni vanguardista, ni deslumbra por su potencia tecnovisual, ni desafía con un final abierto o apoteósico.

Más bien, en su imperfección artesanal de stop-motion, le retrotrae a uno a ciertas atmósferas de la infancia predigital: a los añejos parques de atracciones, a los vapores de agua, al tren de la bruja, al cartón, la linterna mágica y el papel pinocho. A las texturas que creíamos olvidadas y que resurgen maravillosamente en escenas como el número de teatro de las srtas. Spink y Forcible, viejas vedettes venidas a menos que rivalizan con sus trajes de Venus y sirenas y que desabrochan sus propios cuerpos fofos para que salgan volando las bailarinas que llevan dentro. O en otras delicias visuales como ese padre jardinero que cabalga entre las flores a lomos de una mantis mecánica.

Contrafiguras imaginarias, con aromas de Klee y de surrealismo circense, que florecen en protesta contra el estrés y la desatención de los adultos, pero que no se complacen -y eso es lo importante- en su ingenuidad escapista de bellos colores.Al contrario: Henry Selick tiene el buen gusto de llevarnos a un tercer estadio, donde la presunta Arcadia de Coraline, como todas las fantasías especulares, acaba esombreciéndose: ved esa lucha freudiana, tan políticamente incorrecta, entre la esquelética madre terrible y su atemorizada hija, que huye por una inquietante telaraña metálica. O esa amenaza constante, verdadero hallazgo iconográfico, de perder los ojos y tener en su lugar botones cosidos, hasta ser tétricos muñecos de una falsa felicidad...

Luego vendrá 'Up' y los magos de Pixar a pegar un nuevo acelerón asombroso a la animación digital y su fresco humor rítmico, pero los meandros de Coraline, sus pliegues y sus metamorfosis constantes, merecen sin duda un modesto lugar en el museo de las cosas "malas o perdidas".