En los moralistas se ha introducido furtivamente aquel viejo vicio inglés que se llama 'cant' (guardar las apariencias) y que es tartufería moral, oculta esta vez bajo la nueva forma del cientifismo.
En última instancia, todos ellos quieren que se dé la razón a la moralidad inglesa: en la medida en que justamente de ese modo es como mejor se sirve a la humanidad, o al 'provecho general', o a la 'felicidad de la mayoría', ¡no! A la felicidad de Inglaterra.
Querrían demostrarse a sí mismos con todas sus fuerzas que el aspirar a la felicidad inglesa, quiero decir al 'comfort' (comodidad) y a la 'fashion' (elegancia) y, en supremo lugar, a un puesto en el Parlamento, es a la vez también el justo sendero de la virtud.
El ser humano no tiende a la felicidad: sólo los ingleses lo hacen.
Más allá del bien y del mal, p 175 / Crepúsculo de los ídolos
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