27 marzo 2016
Después de la guerra
Agus Morales (dir.)
‘Despues de la guerra’. Num. I de
5w. Crónicas de larga distancia (2016)
la guerra o la
trampa de lo extraordinario
Martín Caparrós. ‘La Guerra Moderna’
A veces me pregunto si detenerse en los horrores de lo extraordinario –en los
horrores de la guerra, por ejemplo- no es una forma de subrayar la supuesta
calma de lo ordinario: de llevarnos a aceptar que lo ordinario no está mal, que
no es una guerra donde algunos triunfan amplia, largamente.
Y, por si acaso, no me lo contesto.
la indiferencia
del mundo
Mónica G. Prieto. ‘Abu Sufían, el enterrador de Homs’
Por la noche, nos sentábamos en el suelo frente a la única calefacción
eléctrica –el centro de prensa también tenía generador para alimentar a los
ordenadores con los que informábamos al mundo exterior, para profunda
indiferencia de éste-.
una máquina al
servicio de las víctimas
Mónica G. Prieto. ‘Abu Sufían, el enterrador de Homs’
[Abu Sufián] Nunca decía tener hambre, ni sed. Nunca ansiaba un cigarrillo.
Los bombardeos le convirtieron en una máquina al servicio de las víctimas (…).
En algún momento de aquella frenética noche, el cansancio y la presión le
vencieron y envió a uno de los niños a contar los cadáveres. Y el pequeño, de
seis años, regresó devastado. “Papá, papá, sólo encuentro veintiuno. Me falta
un muerto”, decía entre sollozos. Su padre levantó una vez más su agotado
cuerpo para contar por sí mismo: seguían
siendo veintidós. El pequeño se había equivocado al contar con los dedos (…).
En la cultura islámica, la hospitalidad hacia el extranjero no distingue entre
vivos y muertos (…) [Abú Sufián] trató de recuperarse de un trauma que
compartirá para siempre con los suyos, sin quejarse, con la misma dignidad con
la que recorría las calles bajo los bombardeos rescatando cadáveres y
amortajándolos en su sala de estar. Alguien tenía que hacerlo.
desaparecer en
Centroamérica
Óscar Martínez. ‘Nadie los buscará’
un tío les dijo que unos hombres los buscaban para matarlos. Así, sin más
detalles. Una muerte anónima los tenía entre ceja y ceja (…). Pidió
desaparecer. Pidió una nueva identidad. Pidió otro país. Ya no querer saber nada
más de un lugar es una de las maneras más comunes por las que desaparece la
gente en Centroamérica (…). La consecuencia más terrible opaca a las demás
posibilidades en la región más homicida del mundo: contamos muertos, no
desaparecidos. Para contar, hay que morir. Desaparecer, en Centroamérica, en
México, se parece cada vez más a dejar de existir.
Ocurre, cada día ocurre. Cada día, a otra cosa.
el infierno
luminoso de Guantánamo
Daniel Burgui. ‘Omar Deghayes: “El infierno está muy
bien iluminado”’
Omar [Deghayes] cuenta que lo primero que hizo al regresar a su casa (…)
fue encender y apagar las luces (…) “Fue lo que más feliz me hizo. Es volver a
sentir que puedes escoger” (...). La libertad, en su sentido más pleno, radical
y rotundo era ese simple y mínimo clic, clic del interruptor de casa de su
madre. “Algunas personas imaginan celdas oscuras y agujeros siniestros –explica-,
pero en realidad Guantánamo es un infierno muy luminoso. Está muy bien
iluminado. Es insoportable”.
los nuevos
guerreros y el príncipe Harry
Bru Rovira. ‘La guerra permanente’
Uno de los hechos que mejor explica la desconexión con la realidad que
tiene esta nueva manera de matar, esta despreocupada higiene del soldado que
algunos manipuladores se empeñan en llamar guerra quirúrgica –o ¡inteligente!-,
quizá sea, decíamos, la imagen que ofreció el príncipe Enrique de Inglaterra
cuando, al regresar de Afganistán, donde luchó como copiloto en su helicóptero
de combate, explicó que sus cualidades como guerrero venían de su destreza
utilizando los dedos pulgares con la PlayStation y la Xbox. “Esto me hace
pensar que soy bastante útil”, añadió refiriéndose a los combates en los que
había participado y en los que, por supuesto, había matado a algunos enemigos.
turistas y
refugiados por el mismo carril
Bru Rovira. ‘La guerra permanente’
una nueva humanidad avanzaba en Idomeni, procedente de Tesalónica, como una
masa de desarraigados huyendo de otras guerras, de otros escenarios (…). Hubo
un detalle que me inquietó: circulando a su lado, avanzando por las mismas
carreteras y autopistas que a ellos les guiaban camino del norte, camino de la
seguridad y la paz, viajaban miles de coches hacia el sur, en busca de las
hermosas playas griegas. Los niños que iban de vacaciones no eran muy distintos
de los que huían de la muerte (…). Unos y otros, los que huían, los que iban de
vacaciones, vestían las mismas ropas, las mismas marcas. Zapatos fabricados en
Asia por firmas norteamericanas, anoraks de la gran multinacional francesa de
ropa deportiva, mochilas escolares con graciosos dibujos de Walt Disney,
pantalones y chaquetas confeccionadas por firmas españolas, teléfonos móviles
que suenan con las mismas melodías (…).
la diáspora, la
auténtica ayuda humanitaria
Eduardo S. Molano. ‘Fadumo Dayib quiere ser presidenta
de Somalia’
Se estima que el 40% de los somalíes depende de las remesas enviadas por su
familia desde el extranjero. No en vano, los 1.200 millones de dólares que cada
año llegan al país africano desde la diáspora constituyen una cantidad superior
a la que aporta la ayuda humanitaria internacional.
Esta también es Somalia.
fotos
Pág. 42: el
féretro de un policía asesinado por un pandillero (Manu Brabo, El Salvador) / Pág.
210: monjes ortodoxos serbios custodiados por un soldado de la OTAN (Guillem
Valle, Kosovo).
el tiempo del
refugiado
‘Frontera’
[el refugiado] Carga consigo los símbolos inmemoriales del Estado, de la
guerra, de la persecución, de las naciones. Su paso es de los millones de
personas que han huido a lo largo de la historia de la humanidad. En si tiempo
no hay velocidad, hay espera.
añoranza del
enemigo
‘Muro’
En la paz
hay enemigos que se echan de menos.
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