03 febrero 2015

'Magical Girl': vomítame, mézclate conmigo

por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 7

Lo que el vómito ha unido, que no lo separe el hombre. No es que sea una imagen especialmente poética, pero una regurgitación providencial, poderosamente arrojada desde el balcón, es el peculiar pretexto con el que se encuentran una serie de personajes dispares en la película ganadora de la Concha de Oro de San Sebastián 2014. Una joven con desequilibrios mentales, una niña enferma que sueña con ser heroína de dibujos animados, un profesor de matemáticas de intenciones oscuras. La oportuna vomitona los acopla a todos, con el viscoso pegamento de los chantajes morales.

‘Magical Girl’ podría parecer un culebrón sin pies ni cabeza si no fuera por la elegancia con que lo cuenta Carlos Vermut. Un experimento a medio camino del drama, el cine negro y la extravagancia almodovariana, cuya cadena de sucesos resulta tan inverosímil como extrañamente adictiva. Y más con la presencia y la mirada de Barbara Lennie, turbadora dama trastornada, nuevo icono del cine español gracias a esa cicatriz sangrante en la frente, espléndida en su progresivo descenso a los infiernos para salvar su frágil matrimonio. O de la jovencísima Lucía Pollán, dando lecciones de interpretación a sus doce años.

La promoción de la película nos insta a tener cuidado con lo que deseamos, y en efecto, hasta el amor paterno más limpio de corazón se convierte aquí en insospechada palanca para un diabólico engranaje de miserias y traiciones. Gente que mata y miente por su trozo de felicidad. Mezquindades que no entienden de edad o clase social, ora en una humilde familia monoparental, ora en un prostíbulo lujoso y temible como el infierno de Dante. Con una banda sonora irreverente que ahora te puede poner una copla española y después una pegadiza música de anime japonés. 

La estrafalaria red de historias de 'Magical Girl' habla de cosas muy, muy graves -enfermedad, violencia, abusos- y sin embargo no abundan las escenas explícitas o morbosas. Al contrario, casi todo está sobreentendido en su montaje frío y silencioso, con asuntos pretéritos de los que no se habla y puertas misteriosas que se cierran en las narices del espectador encendiendo nuestra pérfida imaginación. De hecho, la escena más tensa de la película es de una extrema austeridad de recursos: una mujer de espaldas con un bebé en brazos. No ocurre nada, nadie grita ni golpea nada, pero cuánto peligro hay en esa mujer de mente vulnerable. Ese es el verdadero terror: lo que sólo sabemos el director y nosotros, lo que que ignoran el resto de personajes.

Atentos al diseño de producción, con imágenes cuidadosamente planificadas para perdurar en la retina: la aparición de la niña disfrazada en el comedor, el encuentro exótico entre una dama de negro con paraguas y una actriz esnob que toma el sol en la piscina, ese desnudo femenino repleto de llagas como un ecce homo... 'Magical Girl' no es una película al uso, más bien es una rareza muy rara, por decirlo redundante, que se salva de la categoría de rollo patatero gracias a una feliz circunstancia que no siempre se da en estos casos. Su director se la cree.

‘MAGICAL GIRL’, DE CARLOS VERMUT
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