15 noviembre 2012
Contra el ídolo de la violencia
Joan Pau Inarejos
Decir que la violencia hace avanzar la historia es meramente
descriptivo: este hecho notarial, tantas veces invocado, jamás debe ser un parapeto para no
combatirla y rechazarla con firmeza. Rendirnos a su supuesta fatalidad es
dimitir de nuestra libertad, renunciar a nuestra condición de seres éticos.
Divinizamos la violencia cada vez que las circunstancias desprecian el tú, le profesamos
culto cada vez que cierta ideología precisa el sacrificio de uno
solo de nuestros congéneres. El linchamiento, el apasionamiento del mal del que habla René
Girard, es la garantía de que el individuo será borrado en pro de algo
superior.
Por decirlo así, la toma de la Bastilla no me autoriza hoy a alzar
la mano contra mi hermano, esto es, contra cualquier otro ser humano. Humani
nihil a me alienum puto (Nada de lo humano me es ajeno). No es la historia la que nos interpela, sino
las víctimas de hoy. Estamos concernidos con nuestros iguales, no con nuestros
ideales, por puros que éstos sean. El afán de pureza y el anhelo de
perfeccionamiento han rebanado muchas cabezas.
Esto no es cerrar los ojos, ni apelar a una ingenuidad
angélica. Pascal recordaba que somos ángel y bestia. El mal existe. Es
consustancial a lo humano. Así lo fue, y así lo seguirá siendo. He aquí la
dolorosa y paradójica constatación: la violencia funda y transforma las
civilizaciones, a menudo incluso las perfecciona, según consta en los fríos balances
de las ciencias sociales. Sin embargo, ya no es mi jurisdicción. Si mi
antepasado está regido por la historia, yo lo estoy por la ética. Son dos
planos de verdad radicalmente diferentes, y los dos nos definen dinámicamente como la luz y la sombra.
Mi apuesta de hoy debe ser insobornable por no tirar la primera piedra.
Con toda probabilidad, nunca erradicaremos a nuestro enemigo, y acaso pretenderlo es algo quimérico. Pero nuestra grandeza está en el carpe diem de la dignidad, en la lucha
diaria, lúcida e incansable para detener la rueda del sufrimiento ajeno. Somos el curso del
río, y a la vez el tenaz salmón que nada contra la corriente de la historia.
Foto: Toma de la Bastilla, grabado de Jean-Pierre Houël
Etiquetes de comentaris:
filosofía,
Todos los textos de Joan Pau Inarejos
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario