Pero hay más: la historia creada por la productora Nickelodeon Movies y dirigida por Gore Verbinski (Piratas del Caribe) no nos lleva por los senderos trillados de la aventura dulzona, sino que traslada sus coloreados píxels al terreno adulto y sombrío del Western, coquetando a la vez con la comedia irónica e incluso con el thriller psicológico, hurgando en los conflictos identitarios de un reptil arrancado de sus dueños humanos.
Hay que decirlo bien alto: pocas obras de animación recientes han tenido un preámbulo tan descaradamente original como el de 'Rango', donde el homónimo reptil, encerrado en su jaula de cristal, se marca un monólogo soñador, con la sola compañía de una muñeca descabezada y un pez de plástico que funciona con cuerda. Este Segismundo con escamas ("¿Y teniendo yo más alma / tengo menos libertad?", dice La vida es sueño) deja descolocada a la platea infantil interrogándose por sus límites existenciales, chocando con los límites de su propio mundo (como los juguetes de Toy Story o el hombre enclaustrado de El show de Truman) y deja definitivamente boquiabierta a la platea adulta con la escena magistral y ralentizada del accidente de tráfico que destruye su pequeña guarida y le deja solo y desamparado en medio del desierto.
El lagarto urbanita se verá arrojado a la inmensidad de una tierra yerma y hostil, con imágenes tan fantásticamente oníricas como la de un armadillo de verbo venerable arrollado por un coche, y escenas tan divertidas y vibrantes como la de un halcón que le persigue sin tregua (genial corre que te pillo con una botella vacía de Coca-Cola) para acabar sepultado bajo los escombros, garras arriba, en un guiño feliz a la bruja del Oeste del Mago de Oz.
Una banda sonora intensa y castiza sigue los pasos del camaleón por las arenas del Salvaje Oeste, donde tendrá que enfrentarse a rudos matones (desternillante el eructo de fuego que vomita sobre uno de ellos) hasta convertirse en sheriff accidental para gestionar la crisis del agua en una comunidad animal desesperada por la falta de liquidez (aguda sátira de la actual crisis económica, con aires de los Bichos de Pixar), todo ello con planos cargados de gusto, elegancia y sincero homenaje al clasicismo del Far West, y con la guinda de unos personajes humanos de diseño sobresaliente. Quizá hubíéramos esperado más de un final demasiado convencional y complaciente, pero este camaleón antihéroe merece ser disecado en el tarro de las mejores esencias animadas.
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