21 marzo 2010

'Un profeta': el arribista místico


LA PELÍCULA EN LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA

por JOAN PAU INAREJOS
 

Nota: 8 
¿Se puede ascender en la cárcel? El francés Jacques Audiard plantea esta hazaña amoral en su película 'Un profeta', donde el árabe Malik El Djebena entra en su celda como un desarrapado de tres al cuarto y saldrá como algo más, gracias a un instinto juvenil tocado por la inspiración mística.
Sin prisas ni atropellos (2 horas y media), con el temple, el realismo y los momentos de suspense de las grandes novelas criminales, el director nos lleva de la mano para seguir los pasos de Malik, un personaje cautivador por cuanto tiene de vacío: apenas sabemos nada del joven marginal, que carece de raíces familiares, no profesa ningún credo, chapurrea tanto el árabe como el francés y no acude con deseo alguno de venganza o lucha épica. 
Como un peón desterrado, Malik merodea entre los diferentes clanes de la cárcel, y su propia condición endeble y anfibia acabará convirtiéndose en su gran baza para trepar socialmente jugando a varias bandas, ya sea al servicio de los corsos o de los árabes. El actor Tahar Rahim (de origen argelino) dibuja fantásticamente su pose de pelele espavilado, y el veterano Niels Arestrup borda igualmente su papel de viejo cabecilla mafioso, que verá desvanecerse su tinglado por el empuje de las nuevas generaciones. 
Pero más allá de la película de género, en medio del relato crudo y realista, Jacques Audiard tiene la valentía de convocar lo sobrenatural. En la vaciedad de la celda, en la oscuridad del calabozo, sobre el poso de una vida sin ideales ni referencias, aparece la vocación profética, la convicción de ser un visionario o un ángel benefactor: ahí está la fina ironía de esos fantasmas de la cárcel, tan coloquiales en su presencia cotidiana, esas danzas extáticas dedicadas a Alá bajo el efecto de la soledad y la droga o la bellísima visión del ciervo que salta por los aires.
Alguien podrá ver aquí una alegoría de la radicalización islamista: el fuego de lo absoluto que prende en tantas almas vacías y miserables. Otros quizá verán una muestra  fehaciente de cómo la prisión excita el instinto de supervivencia hasta extremos heroicos. El caso es que Malik El Djebena, felizmente, no es un presidiario al uso. 

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