18 noviembre 2008

Ensueño prenatal

MIGUEL DE UNAMUNO

“Parecía que soñaban en volver a entrar en el abrigado y tranquilo claustro materno", lo que “se parece al nirvana búdico”

En mi vida olvidaré el espectáculo de que fui testigo el día de San Bernardo de 1922 en la Trapa de Dueñas, cerca de Palencia. Cantaban los trapenses una salve solemne a Nuestra Señora en su templo, todo iluminado de cera de abejas neutras.

En lo alto del altar mayor se erguía una imagen, sin gran valor artístico, de la Virgen Madre, vestida de azul y blanco. Parecía estar representada después de su visita a su prima Santa Isabel y antes del nacimiento del Mesías. Con sus brazos extendidos hacia el cielo, parecía querer volar a él con su dulce y trágica carga: con el Verbo Inconsciente. Los trapenses, jóvenes y viejos (…) llenaban el templo con el canto de la letanía.

Janua coeli! –gemían- ora pro nobis! Era un canto de cuna, una brizadora para la muerte. O mejor para el desnacimiento. Parecía que soñaban en ir volviendo a vivir, pero del revés, su vida; en ir desviviéndola, en retornar a la infancia, a la dulce infancia, en sentir en los labios el gusto celestial de la leche materna y en volver a entrar en el abrigado y tranquilo claustro materno para dormir en ensueño prenatal por los siglos de los siglos, per omnia saecula saeculorum. Y esto, que tanto se parece se parece al nirvana búdico –concepción monástica-, es también una forma de agonía, aunque parezca lo contrario (…).

La inmortalidad del alma, del alma que se escribe, del espíritu de la letra, s un dogma filosófico pagano. Un dogma escéptico, acompañado de una trágica interrogación. Baste leer en el Fedón platónico para convencerse. Acaso aquellos piadosos paganos soñaban morir como los trapenses de Dueñas, dormirse para siempre en el Señor, o en el seno de Deméter, la Virgen Madre, y dormir sin ensueños, acabar muriendo como los hombres de la primera edad, de la edad de oro, de quien nos dice Hesíodo (Los trabajos y los días, 116) que morían como domados por el sueño.

MIGUEL DE UNAMUNO, ‘LA AGONÍA DEL CRISTIANISMO’ (1925)


Nicodemo: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?» (Juan 3:4).


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