26 abril 2008

Ruinas traicionadas

MANUEL DELGADO

“Los grandes talleres fueron lugares inhóspitos, escenarios de explotación; helos ahí, ahora: limpios, polifuncionales, redimidos del ruido y del humo”

La función de estos pecios industriales entaltecidos [los ‘lugares de memoria’] sería, en una primera instancia, evocar la etapa en que la ciudad era un gran conglomerado de fábricas y talleres, constituyéndose en documentos que demostraban físicamente y hacían apología de un pasado histórico reciente en que la vitalidad de la ciudad alcanzó sus más altas cotas creativas, ese momento en que, en las primeras décadas del siglo, Barcelona se había abandonado a sus propias energías, encarnadas incompatiblemente y entre frecuentes espasmos de violencia por una burguesía consciente de su papel histórico y por fuerzas populares agrupadas en torno al anarquismo y el republicanismo radical. Es en esa etapa convulsa, y al mismo tiempo sublime, cuando la ciudad mereció el nombre mitológico de Rosa de Fuego.

Todo nuevo espacio construído bajo el signo del diseño de vanguardia pasa a concebirse como un museo arqueológico al aire libre que evoca las virtudes fundadoras de esa fase histórica.

Pero ese pasado glorioso -se enfatiza- está definitivamente e irrevocablemente pasado. Los grandes talleres convertidos en talleres destinados al consumo o a la cultura, las plazas o parques infantiles que rodean esas imponentes chimeneas exentas fueron –se viene a proclamar- lugares inhóspitos, malolientes, sórdidos, escenarios de explotación, marcos para la lucha de clases. Helos ahí, ahora: limpios, polifuncionales, asépticos, redimidos del ruido y del humo, sin obreros sucios de grasa, sin patrones abusivos, sin huelgas. Ése es el mensaje definitivo, el que se enorgullece de haber vencido la mugre industrial y el descontento obrero (…)

“Imitando la amortización de los bienes eclesiásticos, algunas fábricas son ahora museos, centros de cultura, universidades…”

Ciertos elementos del pasado fabril han merecido el indulto y han sido ensalzados a albergar centros administrativos o lugares de culto a la Cultura. Imitando la lógica de la amortización de los bienes eclesiásticos en otra época, algunas fábricas son ahora museos, centros de cultura, universidades, bibliotecas, centros sociales… Pero los defensores oficiales del patrimonio industrial, que ordenaban fetichizar algunos de sus aspectos convenientemente descontextualizados y redimidos de sus antiguas funciones, son los mismos que han sentenciado a muerte espacios industriales emblemáticos, como la Neufville, en Gràcia, o la fábrica noucentitsa de Myrurgia, en la Sagrada Família (…).

Ni que decir tiene que resulta especialmente escandaloso el arrasamiento masivo de todo el paisaje industrial que se extendía a lo largo del litoral barcelonés, para dar pie al nuevo ‘skyline’, con los nuevos barrios de clase media y alta, los hoteles de lujo y los edificios singulares para todo tipo de multinacionales: allí donde hubo cientos de fábricas y talleres vemos levantarse la Villa Olímpica, Diagonal Mar o el 22@.

MANUEL DELGADO, ‘LA CIUDAD MENTIROSA. FRAUDE Y MISERIA DEL MODELO BARCELONA’(2007) / foto: Chimeneas en el Paral·lel de Barcelona.

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