11 octubre 2006

"Aquel que ha de morir"


MANUEL DELGADO,
'DE LA MUERTE DE UN DIOS. LA FIESTA DE LOS TOROS EN EL UNIVERSO SIMBÓLICO DE LA CULTURA POPULAR'.


En la cultura popular, la asimilación del toro sacrificado (o del torero como sacerdote) a la imagen arquetípica del joven dios trágico, Cristo entre nosotros, está abundantemente ilustrada, igual que ocurre en el proceso místico que conduce a ambos a la muerte. Conrad ya indicó que la asimilación entre los taurobolios tradicionales y el mitologema pasional de Cristo era, desde el principio, inevitable en España. La imbricación en los ritos taurinos de la temática y del repertorio simbólico derivado de la crucifixión, a partir de su propio valor sináptico en la cultura, es constante e inequívoca.

Empezando por la iconografía: las imágenes de Cristo como torero son abundantes, tanto en el arte popular (el famoso ex voto de la ermita de Torrijos, en Toledo, con Cristo crucificado con un brazo desclavado y haciéndole el quite a un toro), al arte culto, representado por Picasso o, más recientemente, por Ramón Panades. Las explicitaciones referenciales pueden alcanzar a ser pintorescas. En marzo de 1895 un joven torero, José Mangilla, 'El gallo de Morón', recorrió caminando el trayecto entre las Ventas de Madrid y la Maestranza de Sevilla, cargado con una cruz a cuestas, cumpliendo así una promesa al Cristo del Gran Poder. Su objetivo era llegar a la ciudad andaluza el día de Jueves Santo.

Por su parte la equiparación del par Cristo-María con el par toro-María aparece abundantemente explicitada en un buen número de obras también de Picasso, tal y como ha hecho notar Serrán Pagán. Hay más ejemplos. En Madrid era célebre el Cristo de los Toreros, que llevaba colgadas en las procesiones las capas que iban a ser utilizadas en los festejos del día.

Las numerosas analogías entre la pasión de Jesús y la muerte ritual del toro, ya notadas entre otros por Grotjahn, también tienen cumplido reflejo en la forma de designar ciertos objetos de la lidia. Es el caso de la forma en que se denomina el lugar en que el toro debe recibir la estocada mortal: 'la cruz'. Y por supuesto, como ha sido subrayado por buen número de autores, es el caso del modo de aludir a la suerte en que el animal es recibido por el diestro de frente, con el capote extendido y asido con las dos manos, obligándole a pasar embebiéndose, besando literalmente la vela: 'la verónica'. Aquí se alude a la secuencia mítica en que una mujer enjuga el rostro de Cristo con un paño y, a la vez, se cuestiona silenciosamente el origen del término 'lance', muy cerca de las averiguaciones de Álvarez de Miranda sobre la primitiva condición de las capas empleadas en las tauromaquias como sábanas o lienzos.

(...) La conexión aparece copiosamente en la cultura popular. Todas las fechas significativas del ciclo festivo cristiano son susceptibles de albergar la ritualística taurina: Corpus, Pascua, la celebración semanal de la Pascua en domingo... El ciclo navideño, mediante villancicos taurinos, que pueden mostrar a San José como un torero; leyendas relativas al buey del nacimiento divino; e incluso alusiones a la mítica estrella anunciadora: el 'torico' de Teruel, a quien un astro maravilloso siempre guía en el firmamento. Hay un Cristo en la provincia de Toledo a quien llaman el Vaquero por la gran cantidad de festejos taurinos que se organizan en su honor.

El episodio trágico de la muerte de Jesús en la cruz aparece concebido como idéntico a la sórdida condición de un buey de labranza: "La semilla que derrama / por medio de aquel terreno / significará la sangre / de Jesús el Nazareno" (canción 'El arado', muy difundida en la península). (...)


Obsérvese esta descripción que del 'toro-júbilo' de Medinaceli escribiera el poeta Corpus Barga: "El toro se da por vencido, no se mueve, se desdibuja barroso y tiene ya puesta su corona de espinas, es decir, de fuego. El toro sale corriendo como un ciervo: las llamas dibujan en el aire obscuro cornamentas fantásticas. Con las astas de fuego cada vez más encendidas por la carrera, el toro acaba por pararse y retraerse celoso, inquieto, todo rodeado de luces relampagueantes. Parece un sol. Es un dios, no una bestia".

En la cultura popular española Cristo simboliza, como el toro, lo 'masculino'. Su culto es el culto de aquello que ha de crecer para ser destruído: pinos, espinas de trigo, vid, gallos, carneros... toros. Los mozos que sacrifican un toro o que se prestan para ser pseudoinmolados imitan a Cristo en su acto estremecedor de renuncia, en el crimen colectivo de que fue objeto.

(...) En un momento dado, la comunidad, la madre-paredro femenino bíblico, el pueblo de Israel, decide poner fin a la aventura de libertad emprendida por el Mesías, lo atrae hacia su centro, Jerusalén, y lo sitúa en una disposición crítica en la que deberá encontrar una muerte atroz, a la que ya estaba predestinado desde el momento mismo de su concepción. Al morir abandona su extrema humanidad y con ella sus componentes telúricos, y es trasladado al nivel de la claridad solar y diurna (la resurrección y la ascensión), previo reingreso a una cueva (motivo también presente en su nacimiento), y, según la tradición popular, habiendo perdido en el tránsito parte de su integridad física, que queda en la tierra a modo de reliquia (el Santo Prepucio o Santa Carne Verdadera, que se conserva en Cálcata, Italia, procedente de España según la leyenda). El paso ha incluído también un episodio de cocción: el descenso a los infiernos. (...)

El papel que desempeña la Virgen en la corrida, presidiéndola a distancia, es idéntico estructuralmente al que representan las madres y las esposas de los toreros (Rosa Montero escribió un precioso artículo sobre esto, 1983). Esteva Fabregat describe la costumbre que pudo observar en un pueblo aragonés, en el que las madres de los mozos que corrían los toros debían esperar angustiadas fuera de la plaza sin poder contemplar el espectáculo. Ése es también el lugar físico que ocupan María Magdalena y las mujeres que seguían a Jesús en el momento de la crucifixíón, observando desde lejos la agonía del Salvador.

MANUEL DELGADO, 'DE LA MUERTE DE UN DIOS. LA FIESTA DE LOS TOROS EN EL UNIVERSO SIMBÓLICO DE LA CULTURA POPULAR'. FOTOS: 'TORO MORIBUNDO' (1934) Y 'CORRIDA DE TOROS' (1934) DE PABLO PICASSO.

  • El torero dessagnat
  • Les disfresses del toro



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