LUIS RACIONERO
“Steiner teoriza sobre el holocausto como una venganza, porque los judíos han exigido duros progresos éticos: Moisés el monoteísmo, Jesús el cristianismo y Marx el comunismo”
George Steiner, crítico literario, e Isaiah Berlin, historiador de las ideas, son los humanistas más relevantes del fin del siglo XX. Me tomo la libertad de señalarlo porque en este país su influencia ha sido tardía. Debido a nuestra atormentada historia intelectual desde que Felipe II prohibió los libros europeos, las ideas llegan aquí retrasadas y deformadas. La última inquisición fue la escuela marxista que, en época de la dictadura franquista, dominó el pensamiento progresista español, imponiendo pseudopensadores como Althusser, Lacan o Lévi-Strauss, que confundieron más que ilustraron a la generación de posguerra. Entre tanto, y desde los años sesenta, en el mundo anglosajón se dejó sentir la influencia de Berlin y Steiner. Berlin, un judío letón emigrado a Gran Bretaña, Steiner un judío checo-vienés emigrado a Francia y Estados Unidos.
El filósofo A. J. Ayer, en su prólogo al compendio The Age of Analysis,señala que la característica de la filosofía del siglo XX es la ausencia de grandes sistemas: Hegel o Kant no sólo son imposibles de momento, sino para siempre, y nos queda la lógica matemática fallida de Russell y Whitehead, el positivismo lógico de Carnap y el Círculo de Viena refutado por Popper o la filosofía del lenguaje de Wittgenstein que acababa callándose.
Las palabras, el concepto, combinados según las reglas de la lógica ya no dan más de sí. Para conocer el conocimiento se usa la neurología y para conocer las esencias, la física cuántica que, por cierto, no es compatible con la lógica aristotélica, como reconoció desconcertado Heisenberg.
No hay sistema, pero hay pensamiento, y este no ha venido de filósofos puros, sino de un crítico literario y un historiador, cuya lectura recomiendo a quienes aún les interese el humanismo. Isaiah Berlin, fallecido hace diez años, fue un don de Oxford en All Souls donde el sistema ha llegado a la perfección de un college: no hay estudiantes, sólo investigadores. Famoso por sus ensayos Dos conceptos de libertad, o El erizo y la zorra, su idea central fue el pluralismo: "El ideal platónico cree que todas las cuestiones deben tener una respuesta veraz y sólo una, que existe un método para descubrir esas verdades y que las respuestas veraces deben necesariamente ser compatibles entre sí. No es así".
No hay una sola respuesta verdadera a cada problema y, además, las respuestas no tienen por qué ser compatibles entre sí. Hay pluralidad de verdades y de valores que se deben acomodar por consenso racional. Lo explica en La búsqueda del ideal que está en la antología publicada en 1997, The proper study of mankind, que reúne sus mejores ensayos sobre Vico, Herder, Maquiavelo, el romanticismo y el nacionalismo.
Steiner tiene - estuvo en Barcelona recientemente- una vida más movida: nace en París, estudia allá y se traslada a Estados Unidos, donde se gradúa en Chicago y luego se va a Oxford. Luego vive en Cambridge - donde coincidí con él en Churchill College- , pero da clases en Ginebra y Oxford. De ahí su elogio del tren, el café y la estación en su precioso ensayo La idea de Europa. Menos sionista que Berlin, pero más religioso - Presencias reales-, Steiner teoriza sobre el holocausto como una venganza, no de una nación, sino de toda la cultura europea porque los judíos le han exigido por tres veces duros progresos éticos: Moisés el monoteísmo, Jesús el cristianismo y Marx el comunismo.
“¿Por qué la cultura no impidió la barbarie nazi?, ¿cómo se puede oír a Schubert de noche y gasear niños por la mañana?”
Realmente, si no son un pueblo elegido, son al menos perfeccionistas, elevando al listón ético a la humanidad; y esas exigencias morales provocan, según Steiner, resentimientos, odio y venganza. ¿Por qué la cultura no impidió la barbarie nazi?, ¿cómo se puede oír a Schubert de noche y gasear niños por la mañana? Esta cuestión recurre en sus obras. Su explicación no me parece convincente: "Antes la barbarie que el aburrimiento, dijo Teófilo Gautier respecto al siglo XIX"; yo creo que los civilizados son todavía una minoría, incluso en Europa, y son menos aún en el norte.
Pero Steiner no es un profeta sino un crítico literario, probablemente el mejor de nuestra época, y su pensamiento desborda hacia temas humanistas y cosmopolitas (…). Su preocupación es adónde va la cultura clásica - esa que se expresaba en francés-, la high culture amenazada por el pop y la contracultura. A lo largo de su labor como crítico y docente, ha asistido al declive de la palabra, al auge de la imagen y la música; ha visto, más bien oído, cómo el pop y el rock se convertían en la lingua franca de la juventud.
En la civilización - es un decir- actual, que él califica de posclásica, yo la llamaría posneoclásica, los lenguajes ajenos a la palabra serán la música y las matemáticas. Las ciencias ocuparán, como fuentes creativas, el lugar del arte y las humanidades; los talleres plásticos ya han sido superados por los laboratorios, pero son ciencias que han tocado los límites de la razón cartesiana o aristotélica y necesitan otro modelo de intelección que vaya más allá del racionalismo y, por supuesto, del mecanicismo.
Aquí Steiner se encuentra con el pluralismo de Berlin, al aceptar la existencia de verdades diversas, admitir que la razón llega a valores diferentes en contextos diversos, que la realidad es más confusa que el método platónico y que el futuro se abre a un humanismo más complejo y sutil que el neoclasicismo de la Ilustración.
LUIS RACIONERO, “STEINER Y BERLIN”, EN ‘LA VANGUARDIA’, 11/12/2007