31 agosto 2008
30 agosto 2008
'WALL-E': prodigio traicionado
LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 9
- Lo mejor. La primera mitad de esta película es, sencillamente, un prodigio de cine mudo de animación. Estamos ante la nueva joya de Disney-Pixar: un entrañable robot de limpieza está sólo en la Tierra hasta que recibe la inesperada visita de una sofisticada sonda de inspección, Eva.
Siempre me ha impresionado como los creadores disneyanos, y ahora también los pixarianos, son capaces de humanizar todo tipo de seres e incluso máquinas, jugando con el gesto y la metáfora visual sin grandes aspavientos ni explicaciones (el 'showing' frente al 'telling').
Inolvidable la imagen del sensible Wall-E, enganchado por amor a un cohete espacial mientras roza con sus manos los anillos de Saturno. También es magistral el dibujo de su pequeña guarida de cacharros, donde se refugia cuando ruge la inhóspita Tierra post-humana y, en su corazón de hierro, sueña al ritmo de 'Hello Dolly'.
Lo peor. Tristemente, la segunda mitad de Wall-E nos conduce a los senderos más trillados de la historia futurista con mensaje filántropo. Los ojos tiernos del robot pierden protagonismo y emergen los vulgares muñecos humanos. ¿Cuándo veremos personas creíbles en el cine de animación digital? Mientras tanto, deleitémonos con los juguetes, bichos, peces y robots maravillosos que nos regalan cada año los reyes magos de Disney-Pixar (en cuanto a DreamWorks, sólo esperamos carbón).
'El caballero oscuro': salvada por el Joker 2.0
LA MEJOR WEB DE CINE: LA BUTACA
por JOAN PAU INAREJOS
Nota: 7
- Lo mejor. El protagonista de la última entrega de Batman no es el consabido hombre-murciélago, sino su colorido reverso, el Joker creado por el fallecido Heath Ledger. Para mí el Jack Nicholson de 1989 se mantiene insuperado, pero hay que reconocer que Ledger ha roto el molde y da al Joker un nuevo temperamento. Del payaso aristócrata, kitsch y socarrón de la versión de Tim Burton pasamos a un Joker anárquico, despintado y con aires de terrorista juvenil. Su disfraz de enfermera, jugando a los mandos para volar hospitales, es toda una perla.
Lo peor. Todo lo demás. Christian Bale -un gran Batman- y Michael Caine -sublime actor- están vergonzosamente desaprovechados. Además, el factor destroyer del Joker queda diluído en una innecesaria escena de bondad colectiva en alta mar (nos quedamos con el durísimo, aunque más realista catálogo de miserias humanas que nos ofrece 'La niebla').
En cuanto a la chica de turno -Maggie Gyllenhaal- y el guaperas fiscal Harvey Dent, no son más que mediocres arquetipos televisivos. De hecho, Joker aparte, este nuevo Batman se nos presenta como un largo y lujoso capítulo de neo-serie americana, llena de giros y trampas pero de escasa enjundia psicológica y emocional. Se echa de menos a Tim Burton. Y a Jack Nicholson, Danny de Vito, Michelle Pfeiffer...
20 agosto 2008
Diario de viaje: Sicilia
Vuelta a Sicilia 12-19 agosto 2008
Joan Pau Inarejos y Laura Solís
Anotemos otras dos cuadrículas inolvidables. Una es la Fontana Pretoria, un alegre festín renacentista vigilado por leones donde cuerpos marmóreos de toda especie -humanos y animales, sensuales y grotescos- rodean los surtidores de agua y observan la ciudad de día y noche. Y la otra es la plaza Bellini, desordenado solar que nos cautivó por albergar dos pequeñas gemas: el templete árabe-normando de San Cataldo -interior desnudo, coronado por tres 'bombonas' rojas- y la iglesia de La Martorana, con un corazón de vivaces pinturas bizantinas orladas de cielos estrellados.
Quizá lo más sorprendente y desconocido de Siracusa llegó al final: la antigua basílica de Santa Lucía, edificada sobre unas catacumbas paleocristianas. Allí pudimos ver tumbas agujereadas, donde se daba de beber a los muertos vino, leche y miel para consolarlos (rito de la 'refrigeratio') o bellas pinturas primitivas, como el jardín florecido del paraíso donde Cristo recibe al alma.
Sólo unas calles más allá de la señorial via Ennea se abre otro mundo: nos metimos en el meollo del mercado de Catania, donde un bullicio multirracial de comerciantes ofrece al aire libre pescado fresco, ropa, juguetes, relojes y falsas marcas, todo lleno de cartones y desperdicios, bajo la égida de un templo barroco ruborizado por el sol.
Volvimos a Palermo, nuestro punto de partida, para hospedarnos en un hotel de las afueras. Cenamos en el centro de la vieja ciudad, en la entrañable plaza Bellini, frente a La Martorana y San Cataldo. La sinuosa catedral estaba iluminada. Nuestro viaje había terminado.
DÍA 19. DE VUELTA
Ciao, bella isola.
10 agosto 2008
Asturias: ¡viva Avilés!
Para mí la gran revelación de Asturias ha sido, sin duda, la modesta ciudad de Avilés, cuya única referencia era el equipo de fútbol y una vaga e injusta fama de urbe gris. Lo cierto es que, rodeada de un potente cinturón industrial y portuario, el enclave asturiano guarda en su corazón un encantador casco antiguo. Avilés está casi enteramente recorrida por soportales y fachadas pintadas de colores, y oculta rincones preciosos, como la plaza de El Carbayo y su menuda iglesia marinera. Se puede admirar el juego de la piedra en las filigranas románicas, la piel barroca del palacio de Camposagrado o los rostros caricaturescos de la fuente de Los Caños. Ciudad profundamente atlántica, donde cabe reseguir sus lazos con América e incluso con una foca que arribó al puerto en la década de 1950. Avilés, desconocida y sorprendente.
Aún atestado de turistas, el paraje de los lagos Enol y Ercina, en los Picos de Europa, no deja de cautivar. Salpicado de vacas y flores amarillas, este verde remanso de las alturas se deja pasear sin fatiga. La estampa del agua cristalina en la falda de gigantes rocosos queda grabada en la retina. También las poderosas siluetas bovinas.
Vista con calma, la gran ciudad costera de Asturias bien merece un indulto. No puede medirse con Oviedo -la hermana bella- o San Sebastián -que le gana en modernidad y encanto-, pero pueden citarse algunos reclamos en su defensa. A saber: la cala rocosa y cristalina que duerme bajo la iglesia de San Pedro, las calles marítimas del barrio de Cimadevilla, repletas de sidrerías, o el gigante de hormigón de Eduardo Chillida, el 'Elogio del horizonte' sobre el cerro de Santa Catalina.